Chailly y su gran Sinf¨®nica de Mil¨¢n

El inter¨¦s que siempre despierta la actuaci¨®n de un m¨²sico de la talla de Riccardo Chailly (Mil¨¢n, 1953) se aumentaba esta vez por la presencia de la Orquesta Sinf¨®nica de Milano, Giuseppe Verdi, formaci¨®n reciente y espl¨¦ndida que, adem¨¢s de Chailly como director titular, cuenta con Giulini como em¨¦rito y con Berio como director honorario. As¨ª se hacen las cosas: con m¨¢ximo criterio de profesionalidad.

Buen programador, Chailly, a¨²n en serie para el denominado 'gran p¨²blico', incluye novedades y rectifica olvidos. Es el caso de La fundici¨®n de acero, de Alexandre Mosolov (Kiev, 1900-Mosc¨², 1973), que en Madrid dio a conocer Arb¨®s con la Sinf¨®nica en 1931, a cuatro a?os de distancia de su creaci¨®n mundial. Se trata de lo que se llam¨® M¨²sica de m¨¢quinas, una tendencia del r¨¦gimen sovi¨¦tico en su primera etapa, desechada y condenada m¨¢s tarde. La p¨¢gina, breve y llamativa, gigantista en la plantilla e inclusi¨®n de plancha met¨¢lica en beneficio del mayor realismo descriptivo, supone un dato significativo en la historia y poco m¨¢s. Otro olvidado, Giuseppe Martucci (Capua, 1856-1909), son¨® en el Concierto en re menor, protagonizado por el pianista Simone Pedroni. Martucci pertenece a la generaci¨®n anterior a la de 1880 (Respighi, Casella, Malipiero), en el camino liberador del prolongado dominio oper¨ªstico italiano. De Respighi (Bolonia, 1879-1936) tuvimos versiones magn¨ªficas de sus frecuentados Pinos de Roma y la menos programada Boutique fantasque sobre material de Rossini. Adem¨¢s, como propina, escuchamos dos danzas del 'ballet' Belkis (1932), de brillante rostro orientalista.

Dos p¨¢ginas del repertorio m¨¢s cotidiano parecieron renovadas gracias a la labor de Chailly y su Sinf¨®nica: el segundo concierto pian¨ªstico de Rachmaninov, que data de 1891, al que el brasile?o Nelson Freire (Boa Esperanza, 1944) y sus colaboradores depuraron de todo patetismo a?adido para comunicarnos la efectiva inspiraci¨®n mel¨®dica que le ha dado popularidad y los mil detalles orquestales. En fin, Romeo y Julieta, 'suite de ballet', de Prokofiev, en toda su hermosa, l¨ªrica, dram¨¢tica y gestual plenitud. Obra 'de director', m¨¢s en igual medida, de m¨²sico refinado, vali¨® a Chailly y a los profesores milaneses un triunfo resonante.