El partido de los 30 a?os
Los jugadores uruguayos de rugby cuyo avi¨®n cay¨® en los Andes en 1972 disputan con los chilenos el encuentro previsto para entonces
Por primera vez despu¨¦s de que cayeran con su avi¨®n hace 30 a?os en plena cordillera de Los Andes, en la que estuvieron 70 d¨ªas perdidos, aliment¨¢ndose de la carne de sus amigos fallecidos, 13 de los 16 uruguayos supervivientes se subieron juntos en un vuelo -otro prefiri¨® viajar por tierra, tres d¨ªas en coche- para volver a Chile a recordar el aniversario de un partido de rugby que nunca se jug¨®.
Superado el miedo y los nervios -varios incluso viajaron con sus familias hasta Santiago de Chile- los veteranos se reunieron ayer para jugar el encuentro que ten¨ªan pendiente desde el 13 de octubre de 1972. Un accidente a¨¦reo frustr¨® la cita, cuando el Fairchild F-227 de la Fuerza A¨¦rea Uruguaya que trasladaba al equipo de Old Christians, de Montevideo, se estrell¨® en las monta?as, a 3.500 metros sobre el nivel del mar, por error del piloto en un clima adverso.
Los supervivientes, que estuvieron 70 d¨ªas perdidos, se alimentaron con los cad¨¢veres de sus compa?eros
Una delegaci¨®n de 150 personas del Old Christians, uno de los equipos estrella del poderoso rugby uruguayo, lleg¨® a Santiago a celebrar por los que viven, a?orar a los 29 que murieron en el accidente y dar gracias a los chilenos que los encontraron.
Casi todos ellos convertidos en pr¨®speros empresarios y profesionales, todos alrededor de los 50 a?os y varios fuera de forma, los supervivientes jugaron s¨®lo tres minutos contra los rivales a los que iban a enfrentarse en 1972, los chilenos del Old Boys, del Grange School, en un partido de guante blanco, sin placajes al contrincante.
Aun as¨ª, se ha tratado del partido m¨¢s emocionante de sus vidas. 'Le ganamos a la muerte', dec¨ªan varios de los catorce que viajaron a Santiago, uno de ellos desde Par¨ªs, otro desde Sur¨¢frica. El equipo uruguayo fue dirigido por Marcelo Nicola, cuyos padres murieron en el accidente.
'Un d¨ªa hist¨®rico', dijo a este diario Roberto Canessa, cardi¨®logo infantil, de 49 a?os. Hace 30 fue uno de los j¨®venes que parti¨® hacia el oeste, hacia el poniente, en busca de rescate. Cre¨ªan estar m¨¢s cerca de lugares habitados en Chile que en Argentina. Se encontraban en el momento de m¨¢xima desesperaci¨®n, en plena cordillera, con temperaturas nocturnas de hasta 40 grados bajo cero -la media de noviembre oscila entre los ocho sobre cero y los 25 bajo cero- y casi sin esperanzas tras escuchar en una radio que se hab¨ªa terminado su b¨²squeda cuando llevaban 62 d¨ªas junto a los restos del avi¨®n.
Era al rev¨¦s: debieron trepar la monta?a antes de comenzar a bajar. Al tercer d¨ªa, uno de ellos se volvi¨® y s¨®lo continuaron adelante los dos m¨¢s fuertes: Canessa, a quien llamaban El M¨²sculo, y Fernando Parrado, que hoy tiene 50 a?os, con un saco de dormir hecho con aislante de la cola del avi¨®n.
El 20 de diciembre vieron a un hombre a caballo y al d¨ªa siguiente lograron comunicarse con el arriero Sergio Catal¨¢n, que los encontr¨® fam¨¦licos y con barbas tupidas junto a un arroyo. Gobernaba entonces en Chile el presidente Salvador Allende y en Espa?a todav¨ªa el general Franco.
La noticia de que hab¨ªa supervivientes al accidente estremeci¨® al mundo. Pronto se supo que hab¨ªan resistido porque comieron carne humana. Canessa, entonces estudiante de medicina, fue uno de los que encabez¨® la decisi¨®n de hacerlo y dio el ejemplo al grupo al cortar y tragar un trozo superando los tab¨²es de los que se hab¨ªan salvado. Se trataba de un grupo de j¨®venes cat¨®licos de la clase alta uruguaya, del colegio Stella Maris. 'Necesit¨¢bamos la energ¨ªa que ten¨ªan los cuerpos', sostiene el m¨¦dico y empresario Gustavo Zerbino, de 50 a?os.
La historia ha dado lugar a libros, documentales, pel¨ªculas y numerosos reportajes sobre la tragedia o el milagro, seg¨²n los enfoques. Las opciones eran esperar la muerte, suicidarse o comer carne humana. Cuando optaron por esta ¨²ltima v¨ªa, llevaban diez d¨ªas perdidos y se les hab¨ªan acabado los pocos alimentos que llevaba el avi¨®n.
De los 45 pasajeros y tripulantes, 13 murieron en el choque y tres m¨¢s en el primer d¨ªa en la nieve. Un alud disminuy¨® el n¨²mero de supervivientes y varios m¨¢s fallecieron hasta que el 11 de diciembre, cuando parti¨® el grupo en busca del rescate, s¨®lo quedaban 16 con vida: se la deben a su tenacidad y determinaci¨®n, pero especialmente a los muertos.
Despu¨¦s de que se alimentaron de los restos de sus compa?eros -'como en una comuni¨®n', describi¨® uno de sus rivales del equipo Old Boys-, 'sobrevivir mentalmente era el desaf¨ªo, porque era m¨¢s f¨¢cil morir que luchar para vivir', cuenta Jos¨¦ Luis Inciarte, de 54 a?os. 'Pod¨ªamos beber agua y combat¨ªamos el fr¨ªo durmiendo abrazados', agrega. Inciarte, que baj¨® de 90 a 45 kilos de peso y ya no pod¨ªa caminar, se hab¨ªa fijado una fecha l¨ªmite: el 24 de diciembre: 'Si el auxilio no llegaba, me dejar¨ªa morir. Ten¨ªamos un pacto ¨ªntimo entre todos: si yo muero, t¨² dispones de m¨ª'.
Fue innecesario: el rescate lleg¨® el 22 de diciembre, dos d¨ªas antes. El m¨¦dico que los atendi¨® en la ciudad m¨¢s cercana, San Fernando, dice que, en promedio, cada uno hab¨ªa perdido 19,5 kilos de peso.
Los rugbistas uruguayos, por su condici¨®n f¨ªsica y esp¨ªritu de equipo, hab¨ªan ganado el partido m¨¢s dif¨ªcil de todos: contra la monta?a y por sus vidas. 'El esp¨ªritu de equipo de rugby, de sacrificarse unos por los otros, nos ayud¨® a sobrevivir', concluye Canessa.
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