Virtudes teologales
Ya no las leo. Ni siquiera las miro. Huyo de las p¨¢ginas de cotizaciones de la Bolsa como si no quisiera enfrentarme a la realidad. Lo reconozco: no he dado una, ni con la renta fija ni con la variable, ni con los fondos de inversi¨®n, ni con las telecomunicaciones, ni con las compa?¨ªas de m¨®viles, ni... ?Para qu¨¦ seguir!. La raz¨®n es puramente religiosa. Primero tuve fe en mi asesor de inversiones. Cuando la perd¨ª, me qued¨® la esperanza en los analistas -recuperaci¨®n para el siguiente trimestre, para fin de a?o, para el a?o que viene, para el siguiente...-. Ahora que he perdido la esperanza s¨®lo pido caridad a los mercados. Hago examen de conciencia y experimento dolor de coraz¨®n: he pecado de soberbia, avaricia y de ira, incluso. Cumplo la penitencia que me impone la ley de la oferta y la demanda: toca aplicar humildad, largueza y paciencia. Concluyo que soy, por simple, bienaventurado y me regalo un buen prop¨®sito de la enmienda: ?c¨®mo he podido creerme eso del 'capitalismo popular'? La cuadratura del c¨ªrculo. Y es que, en el fondo, soy un m¨ªstico.
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