Alejandr¨ªa abre su Biblioteca como s¨ªmbolo de paz
Egipto cumple su viejo sue?o entre numerosas personalidades y enormes medidas de seguridad
![Jacinto Ant¨®n](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fd95ad6a9-2f34-4f5b-89ec-ae39133965dc.png?auth=672bc54fe16083324b97a7e23f3d2e99a936333529c7e95ef224ac86d3fa5a18&width=100&height=100&smart=true)
Lawrence Durrell no reconocer¨ªa su Alejandr¨ªa, que ten¨ªa una cita con la historia y acudi¨® a ella sometida a grandes medidas de seguridad. Ayer, tras penosos aplazamientos, se celebr¨® la inauguraci¨®n oficial de la nueva Biblioteca de Alejandr¨ªa, y culmin¨® el sue?o de recuperar aquel centro intelectual, que naci¨® en el siglo IV antes de Cristo y que persigui¨® la utop¨ªa de reunir todo el saber de la humanidad. Al acto acudieron numerosas personalidades, entre ellas, las reinas Sof¨ªa de Espa?a y Rania de Jordania, los presidentes de Francia, Jacques Chirac, y de Grecia, Costis Stefanopulos, y 14 ganadores del Premio Nobel. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, ofreci¨® la Biblioteca al mundo como s¨ªmbolo de paz.
La Biblioteca albergar¨¢ ocho millones de libros y ha costado m¨¢s de 200 millones de euros
En un d¨ªa que amaneci¨® lluvioso y que se convirti¨® en una jornada soleada, la renacida Biblioteca resplandec¨ªa junto al mar embravecido que golpeaba contra las playas vac¨ªas. El brillo met¨¢lico del disco inclinado que cubre las salas de lectura -elemento principal de la fisonom¨ªa de la nueva Biblioteca- resultaba deslumbrante. Banderas de todos los pa¨ªses que han colaborado en la construcci¨®n del centro, auspiciada por la Unesco, flameaban a lo largo del desierto paseo costero, cerrado casi completamente al tr¨¢fico. Entre los coches oficiales, casi se cre¨ªa divisar el gran Rolls plateado de ruedas amarillas de Nessim, el personaje de Justine. En la Biblioteca, la atm¨®sfera on¨ªrica, casi po¨¦tica, se disolv¨ªa en controles f¨¦rreos, con gran despliegue de la Guardia Republicana, la contundente unidad militar que acompa?a a Mubarak.
La presencia de las reinas Sof¨ªa y Rania en la inauguraci¨®n a?adi¨® un bello gui?o al pasado, al rememorar el gran papel que las mujeres de la dinast¨ªa de los Ptolomeos, las Berenices, Ars¨ªnoes y Cleopatras, tuvieron en la antig¨¹edad alejandrina en el impulso de la cultura. La primera dama de Egipto, Suzanne Sabet, que tiene el carnet n¨²mero 1 de la Biblioteca y se ha situado como su principal impulsora, se convirti¨® en las ceremonias en el rostro femenino del nuevo centro, aunque ayer tuvo que competir con el sencillo magnetismo de la cantante Sinead O'Connor, que acudi¨® con un vestido palestino rojo y el pelo cortado a cepillo. La cantante regal¨® un portafolio con dibujos sobre los derechos humanos, un volumen muy grande, ajena la irlandesa sin duda al dicho cl¨¢sico 'm¨¦ga bibli¨®n, m¨¦ga cac¨®n', 'libro grande, gran mal'.
Tambi¨¦n fue significativa la representaci¨®n del mundo cultural, con cient¨ªficos y literatos que recordaron aquel cosmos de agitaci¨®n intelectual que fue la Biblioteca (con bibliotecarios de nombres inmensos como Erat¨®stenes, Apolonio de Rodas y Aristarco).
Estuvo, por ejemplo, Wole Soyinka, miembro del consejo de honor del centro, del que forman parte tambi¨¦n el Nobel de Qu¨ªmica Ahmed Zewail, Tahar Ben Jelloun y, como no pod¨ªa ser de otra manera, dada la naturaleza borgiana del proyecto, Umberto Eco. Soyinka, que regal¨® a la Biblioteca unos poemas in¨¦ditos de Toni Morrison, destac¨® que la inauguraci¨®n es 'un acto de gran renacimiento' y 'un momento hist¨®rico'. Otro miembro del consejo de la Biblioteca presente ayer fue Llu¨ªs Monreal, director de la Fundaci¨®n Aga Khan, encargado de dar uno de los saludos de bienvenida (en espa?ol).
Mubarak pronunci¨® un largo y apasionado discurso, en el que destac¨® el di¨¢logo y la interacci¨®n culturales 'como sustituto principal a la violencia y a la tensi¨®n'. Subrayo 'el papel eficaz de la civilizaci¨®n isl¨¢mica ¨¢rabe en la construcci¨®n del patrimonio humano' e hizo votos porque la cultura de la paz sustituya a los motivos de odio. La ceremonia, muy del corte coros y danzas, con profusi¨®n de flores y banderas y un recital de m¨²sicas de los cinco continentes -Sinead O'Connor cant¨® por Europa una plegaria de san Francisco de Asis, y el pianista estadounidense Randy Weston interpret¨® la m¨¢s que oportuna Three pyramids and the Sphinx-, se desarroll¨® especialmente en la gran sala de lectura, con su bosque de columnas papiriformes, y se cerr¨® con una representaci¨®n a cargo de 700 ni?os de todas las regiones de Egipto bajo la forma de mensaje de paz para los pueblos del mundo, en ¨¢rabe, con fragmentos de la Novena sinfon¨ªa de Beethoven.
Para despu¨¦s estaba prevista una recepci¨®n oficial en el palacio de Ras El-Tine, con otro espect¨¢culo de canciones y operetas sobre la historia de Egipto y que se deb¨ªa celebrar en un decorado que inclu¨ªa una reproducci¨®n del Faro de Alejandr¨ªa, nada menos.
La nueva Biblioteca, con sus espectaculares instalaciones, sus m¨¢s de ocho millones de libros previstos y su coste de m¨¢s de 200 millones de euros, lleva de hecho meses en funcionamiento tras la abortada inauguraci¨®n del pasado abril a causa de la inseguridad en Oriente Pr¨®ximo. Su principal reto es poder asumir su condici¨®n program¨¢tica de faro de cultura y ciencia y de lugar de encuentro internacional en un mundo sacudido por trompetas de guerra y muerte. Es cierto que, pese a la idealizada mirada sobre el pasado que se auspicia desde la nueva Biblioteca, la antigua tambi¨¦n surgi¨® y se desarroll¨® en ¨¦pocas dif¨ªciles. La sucesi¨®n del belicoso Alejandro Magno se abri¨® con cr¨ªmenes horribles y el asesinato fue una pr¨¢ctica recurrente en la adem¨¢s incestuosa dinast¨ªa de los L¨¢gidas, los Ptolomeos, que rigi¨® Egipto desde Alejandr¨ªa. Muchos de los libros de la primera Biblioteca fueron obtenidos por medios m¨¢s que discutibles: confisc¨¢ndolos a las naves que llegaban a puerto (eufem¨ªsticamente: 'los fondos de los nav¨ªos') o haciendo eso tan feo de no devolver las obras prestadas. Por otro lado, no hay que olvidar que en el Museo, la gran instituci¨®n a la que daba servicio la Biblioteca, no s¨®lo encontramos a grandes cient¨ªficos y literatos de la antig¨¹edad, sino tambi¨¦n a alg¨²n personaje siniestro, como atestiguan fuentes de la ¨¦poca, que practicaban la vivisecci¨®n sobre condenados a muerte.
Los amantes de El Cuarteto de Alejandr¨ªa estar¨¢n encantados de saber que, pese a las cr¨ªticas que se han vertido tradicionalmente contra Durrell por retratar una Alejandr¨ªa decadente de vicio y estupro, el inteligente director de la nueva Biblioteca, Ismail Serageldin, ha destacado al novelista brit¨¢nico como uno de los grandes talentos inspirados por la ciudad. Y la protagonista del Cuarteto no vive ya s¨®lo en los espejos del Cecil Hotel, sino que ronda como un fantasma por las salas de lectura: varias ediciones de Justine figuran en el cat¨¢logo de la nueva Biblioteca.
![En el centro, la reina Sof¨ªa conversa con Suzanne Sabet. A la izquierda de la imagen, Jacques Chirac y su mujer, Bernadette Chodron y Hosni Mubarak. A la derecha de la Reina, Rania de Jordania y Costis Stefanopulos, ayer durante la inauguraci¨®n de la Biblioteca de Alejandr¨ªa.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EFMQ7A2IQL2V77234PGUJ6J2HI.jpg?auth=58dfc06a20ee7a0934aefeff3350488c31eb8304f719fd609729e2479bfc4cb1&width=414)
?Emblema o verdugo de la antig¨¹edad?
La nueva Biblioteca alejandrina, engastada como una piedra preciosa en el puerto Este, junto al mar, ante la punta de Silsila, se ha convertido ya en el nuevo emblema de una ciudad que ha ido viendo c¨®mo el tiempo le arrebataba despiadadamente sus grandes monumentos cl¨¢sicos, los palacios ptolemaicos, la tumba de Alejandro, el Faro (aquel segundo sol derribado cual Faet¨®n en las aguas del puerto), el templo de Serapis, el Museo, la Biblioteca antigua, dej¨¢ndole s¨®lo para cubrirse los velos de la leyenda, la literatura y el recuerdo. Sepultada la Alejandr¨ªa ptolemaica, casi desaparecida la villa cosmopolita, las 'melanc¨®licas provincias' del viejo Cavafis, atravesadas por el estr¨¦pito de los tranv¨ªas y punteadas por el rojo de los tarbouches, el gorro tradicional, la nueva Biblioteca surge como el elemento identificatorio de la megal¨®polis moderna.La arqueolog¨ªa sigue hurgando en las entra?as de la ciudad y en sus aguas costeras y extrae ocasionalmente algunos restos, viejas columnas y estatuas rotas como trozos de la dentadura de la antig¨¹edad (uno de esos hallazgos, un coloso de 11,5 metros de Ptolomeo II Philadelpho, en granito rosa, sacado del mar cerca del fuerte mameluco de Quaitbay, ha sido colocado junto a la Biblioteca). Pero el nuevo edificio, m¨¢s que inter¨¦s por la antig¨¹edad lo que ha provocado es un arrebato de modernidad, que se traduce en ornamentaciones mucho menos afortunadas que la arquitectura dise?ada por el equipo noruego Snohetta. De hecho, en el pulso que pasado y futuro libran en Alejandr¨ªa, sometida a un urbanismo feroz y de calidad dudosa, la nueva Biblioteca ha sido acusada ya por algunos arque¨®logos como verdugo de la antig¨¹edad, pues, denuncian, no se habr¨ªan realizado suficientes trabajos en el subsuelo antes de su construcci¨®n, donde podr¨ªa haber restos de enorme valor.
Incluso podr¨ªa darse la paradoja de que la nueva Biblioteca, que se ha querido edificar en el emplazamiento supuesto de la antigua (el Brucheion, barrio real) hubiera sepultado para siempre a su predecesora. De ¨¦sta se ignora con exactitud cu¨¢l fue su fin. Hay controversia sobre si padeci¨® el c¨¦lebre incendio durante la toma de Alejandr¨ªa por Julio C¨¦sar, en el 47 antes de Cristo.
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