Se busca piso
Conozco a una pareja que se ha constituido en pareja porque una de las partes -creo que ella- tiene un piso. Exento de toda carga, pagado hasta el ¨²ltimo c¨¦ntimo, amueblado, cien metros, garaje y entorno al alza. Pero, ?c¨®mo and¨¢is de amor?, les pregunto para matar un poco el fastidio. Se r¨ªen y ¨¦l declara que si no te enamoras de alguien que tiene tal chollo, no eres apto para el amor. Ah¨ª es nada, un piso en propiedad. (Extra?a que Shere Hite no haya citado este factor como poderoso est¨ªmulo de la excitaci¨®n sexual y del amor; se nota que no vive en Espa?a).
Hace unos meses el Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, presidente del Gobierno, dijo que la delincuencia no era una de las preocupaciones m¨¢s graves del pa¨ªs. Habi¨¦ndose percatado de su error, ahora quiere coger este toro por los cuernos. Loable intenci¨®n que, sin embargo, podr¨ªa no surtir efecto en las urnas; pues no se desconvoca el crimen a toque de pito, sino que es tarea de a?os y en varios frentes. Y a¨²n eso, s¨®lo para que la estad¨ªstica deje de ensombrecerse. En cuanto a la vivienda, ¨¢ndese tambi¨¦n advertido el Gobierno, pues aunque no mane sangre de esta herida, aunque el muerto est¨¦ en pie (as¨ª escrib¨ªa Dom¨ªnguez Bastida, m¨¢s conocido por B¨¦cquer) la frustraci¨®n y el resentimiento crecen entre los diez millones de hipotecados y m¨¢s todav¨ªa entre los que no pueden permitirse ni siquiera el lujo de tal tormento.
Insisto en lo anterior. Germ¨¢n P¨¦rez, director de Tinsa (sociedad de tasaci¨®n), dice que la vivienda no est¨¢ cara y buena prueba de ello es que en el ¨¢mbito estatal se adquieren medio mill¨®n de pisos nuevos y medio mill¨®n de usados anualmente. Demonio. D¨¦jese el Gobierno seducir por la opini¨®n de Germ¨¢n P¨¦rez y de puro caliente estallar¨¢ la patata. Alguien le replic¨®, aqu¨ª en EL PA?S, que m¨¢s demanda tiene el mercado de la droga y ya ven. La verdad es que casi el 35% de los ciudadanos ni siquiera conciben la posibilidad de adquirir un piso. As¨ª las hipotecas, que son bajas, fueran la mitad de bajas. Entre los mismos hipotecados, no pocos duermen mal porque la hipoteca se les lleva casi la mitad de unos ingresos cada d¨ªa m¨¢s inseguros. Pero la angustia no es mesurable en cifras y ni siquiera los bodrios televisivos alcanzan a ahogarla. Pregunt¨¦monos cu¨¢ntas parejas no tienen hijos porque tienen hipoteca y ech¨¦mosle un galgo al asunto. Dicho esto, quede constancia de que no soy separatista, ni en mi exterior ni en mi interior.
El Gobierno tiene problemas espectaculares, quiero decir, de los que llaman mucho la atenci¨®n, pero cuya incidencia en las urnas es acaso todav¨ªa relativamente menor: toda la pol¨ªtica exterior, Marruecos, la UE, la relaci¨®n con EE UU y con la Am¨¦rica Latina... Pero la gran fuente segura de los votos est¨¢ en las cuestiones dom¨¦sticas: inflaci¨®n y paro, decretazo, delincuencia. No se trata solamente de que estos ¨²ltimos problemas nos afecten de manera muy continua y directa, sino tambi¨¦n de que son discernibles. ?Qu¨¦ tal lo hizo el Gobierno espa?ol en su turno europeo? ?Qu¨¦ me dicen del tri¨¢ngulo Blair-Aznar-Berlusconi? El ciudadano medio tiene respuestas sin fervor: no determinantes. En realidad no sabe y no suele contestar, por m¨¢s que se pronuncie oralmente, si lo hace.
Muy discernibles, en cambio, son la inflaci¨®n, el paro, y la delincuencia. ?Y la vivienda? ?Es el cuarto jinete del Apocalipsis? ?Se han detenido a pensar en el n¨²mero de afectados directa o indirectamente por la imposibilidad de adquirir un piso y en la de quienes lo adquieren lanz¨¢ndose a una hipoteca que es como una soga al cuello? Mucha sacralizaci¨®n de la familia y mucho lamento sobre la penuria demogr¨¢fica del pa¨ªs, pero am¨¦n de trabajo abundante (que tampoco lo hay) el pilar de la demograf¨ªa es la vivienda con el complemento nada banal de las guarder¨ªas. El recurso a los pisos de alquiler no sirve a causa de la renuencia de las partes, inquilino y propietario. Ambos se sienten desprotegidos por una ley de arrendamientos urbanos que pide a gritos una reforma a fondo. Se aduce que el espa?ol quiere ser y sentirse propietario y algo de eso hay en una sociedad hist¨®ricamente insegura. ('Cuando todo falle, al menos me quedar¨¢ mi casa'). Con todo, c¨¢mbiese la ley de arrendamientos y exista protecci¨®n estatal: habr¨¢ m¨¢s pisos para alquilar y menos lugar para la literatura.
No est¨¢ en mi ¨¢nimo hablar de herencias recibidas, soniquete al que todav¨ªa recurren algunos gobernantes despu¨¦s de seis a?os largos en el poder. Es m¨¢s, el PSOE tampoco se luci¨® demasiado en su actuaci¨®n sobre la vivienda. Pero lo cierto es que en el ¨²ltimo a?o del r¨¦gimen anterior, la adquisici¨®n de un piso supon¨ªa el 39,53% de la renta familiar (una enormidad) y en el 2001, el 45,60 y va en aumento, seg¨²n datos oficiales. Ante la mirada poco menos que indiferente de las administraciones. Se han impuesto las leyes m¨¢s crudas del mercado. A los constructores o a los bancos usted no les interesa si no tiene un buen ingreso asegurado. En 1996, el 40% de las viviendas eran de protecci¨®n oficial, hoy poco m¨¢s del 5%. Reza la historieta: '?C¨®mo es que vosotros, con s¨®lo el sueldo de pap¨¢ os pudisteis comprar un piso, y mi novia y yo, con dos sueldos, no podemos?'. Lejos de mi ¨¢nimo la demagogia partidista. Lo que digo lo sabe muy bien el Gobierno central, los auton¨®micos y los ayuntamientos. Como saben todos que el precio del suelo urbanizable puede suponer hasta la mitad del valor de una vivienda. Pero es la Administraci¨®n -concretamente el Ministerio de Fomento-, la que debe marcar la pauta; sin que ello exima de responsabilidad a autonom¨ªas y ayuntamientos. Valencia es una ciudad que huye de s¨ª misma, una ciudad dispersa en la que, sin embargo, surgen grandes avenidas para rentas altas, mientras barrios enteros se caen y lo que de ellos quede acabar¨¢ en para¨ªso de ratas y cucarachas y refugio miserable de inmigrantes hacinados. Algo parecido ocurre en las otras ciudades espa?olas.
Todo el problema de la vivienda en este pa¨ªs gira en torno a un eje: el neoliberalismo econ¨®mico. Nuestro Gobierno admira y sigue el modelo norteamericano. Pasito a pasito. Pero Bush es neoliberal porque el ciudadano estadounidense, y subrayo, es neoliberal en su mayor¨ªa desde el principio de la historia de aquel pa¨ªs nacido con Adam Smith y fiel a la estela del progenitor econ¨®mico. Aqu¨ª es otra historia.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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