El debate necesario
El debate sobre los Presupuestos Generales del Estado de 2003, que se inicia el pr¨®ximo d¨ªa 23, ha desencadenado una discusi¨®n -no exenta de inter¨¦s pero bastante desenfocada- sobre qui¨¦nes deber¨ªan protoganizar ese debate por parte del Gobierno y de la oposici¨®n. De entrada, es absurdo, como pretende Aznar, vincular la existencia de una alternativa presupuestaria por parte del PSOE a que sea su secretario general quien la formule. Esa alternativa puede existir y ser s¨®lida sin necesidad de que Rodr¨ªguez Zapatero la proponga y defienda personalmente.
En realidad no existe una tradici¨®n parlamentaria consolidada sobre el protagonismo del l¨ªder de la oposici¨®n en el debate presupuestario. Hubo ¨¦pocas -las legislaturas de la UCD- en que esa tarea la asumi¨® por parte del PSOE su responsable en asuntos econ¨®micos, Carlos Solchaga en aquella ocasi¨®n. Y aunque por parte del Gobierno sea tradicionalmente el ministro de Hacienda el que defiende los Presupuestos, no deja de ser an¨®malo que eso suceda cuando existe un vicepresidente econ¨®mico al que, por definici¨®n, le corresponde dirigir y coordinar la pol¨ªtica econ¨®mica del Ejecutivo.
Parece obvio que la calidad t¨¦cnica y pol¨ªtica de los Presupuestos, como su alternativa, depende de factores distintos al rango de quienes los defiendan en el debate presupuestario. Sin embargo, no resultar¨ªa descabellado que Aznar diera la cara en el debate del pr¨®ximo mi¨¦rcoles, dado su compromiso personal en la defensa del d¨¦ficit cero como arco de b¨®veda de su pol¨ªtica presupuestaria.
El Gobierno acude a este debate en el Congreso de los Diputados sin credenciales suficientes que amparen una buena administraci¨®n de los recursos p¨²blicos. Lo hace, en primer lugar, con un proyecto basado en unas proyecciones de la econom¨ªa que, un a?o m¨¢s, no son cre¨ªbles para nadie. La previsi¨®n de crecimiento econ¨®mico o la de la tasa de inflaci¨®n -dos variables relevantes en el comportamiento de los ingresos y gastos p¨²blicos- han sido cuestionadas por todas las instituciones econ¨®micas, p¨²blicas y privadas. La ret¨®rica del d¨¦ficit cero, adem¨¢s de haber quedado desautorizada por lo que hacen gobiernos m¨¢s serios y realistas dentro y fuera de Europa, refleja un preocupante grado de insensiblidad frente a carencias manifiestas en materia de educaci¨®n, investigaci¨®n y tecnolog¨ªa, determinantes para nuestra convergencia real con los pa¨ªses de la UE.
El Gobierno no s¨®lo no adapta el Presupuesto a las necesidades de nuestra econom¨ªa, sino que impide un debate m¨ªnimante transparente sobre sus actuaciones. Al tiempo que se exige transparencia a las empresas, los responsables de la Hacienda p¨²blica incumplen su propia Ley General de Estabilidad Presupuestaria, que en su art¨ªculo 5 obliga a suministrar informaci¨®n suficiente y adecuada que permita verificar si esa estabilidad se respeta. El Gobierno da muchos papeles, pero su relevancia es m¨ªnima, y, desde luego, no aclaran la verdadera situaci¨®n de las finanzas p¨²blicas. Las nuevas zonas de sombra que incorpora el Presupuesto de 2003 se extienden a los datos necesarios para comparar con la debida homogeneidad los efectos de las transferencias sanitarias o de la rebaja del IRPF y a la identificaci¨®n de las fuentes de financiaci¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas rese?adas.
Ante carencias tales, el Gobierno se empe?a en la manipulaci¨®n de encuestas de encargo al CIS en lugar de garantizar la completa transparencia y rendici¨®n de cuentas. Y se empe?a en legitimar una ret¨®rica del imposible d¨¦ficit cero cuando el resto de Europa, incluido el presidente de la Comisi¨®n Europea, reconocen las rigideces del Pacto de Estabilidad, susceptibles de agravar las dificultades econ¨®micas en lugar de compensarlas. Razones hay, por tanto, para que el debate presupuestario no vuelva a ser poco m¨¢s que un mero tr¨¢mite al margen de lo que ocurre en la calle y de las dificultades por las que atraviesan los ciudadanos.
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