Ariadna, en el div¨¢n

El Liceo va bien. Coincidiendo con la producci¨®n de Ariadne auf Naxos, el teatro ha estrenado un sistema personalizado de subt¨ªtulado del texto de la ¨®pera mediante peque?as pantallas instaladas en el respaldo de las butacas.

Ariadne auf Naxos, la tercera ¨®pera surgida de la fruct¨ªfera colaboraci¨®n entre el compositor alem¨¢n Richard Strauss y el escritor austriaco Hugo von Hofmannsthal, es una obra que esconde emociones vigorosas bajo un sofisticado engranaje teatral y musical. Hofmannsthal era un devoto del arte por el arte, y en su teatro los personajes parecen ocultar sus sentimientos bajo una m¨¢scara; Strauss era un burgu¨¦s feliz que ped¨ªa a su libretista m¨¢s claridad y menos simbolismo, m¨¢s vitalidad emocional para llenar de vida musical la armadura teatral. Solvent¨® las distancias con una apabullante maestr¨ªa orquestal, haciendo sonar a 37 instrumentistas con la opulencia de una centuria sinf¨®nica. La orquesta del Liceo mantuvo el tipo, bien dirigida por Friedrich Haider. La producci¨®n, firmada por el director de escena alem¨¢n Uwe Eric Laufenberg, es brillante. La espl¨¦ndida escenograf¨ªa, obra de Tobias Hoheisel, reproduce el sal¨®n de una mansi¨®n art d¨¦co con pinturas de Klimt, y nos sit¨²a en la Viena de principios del siglo XX. En ese mundo, Laufenberg propone una lectura psicol¨®gica y sienta en el div¨¢n a los personajes, y con ellos, a sus creadores.

Un minucioso trabajo de actores, buenas dosis de humor, y un ritmo calibrado al detalle animan un estupendo montaje en el que s¨®lo sobra un riesgo innecesario: Laufenberg elimina la pausa entre el pr¨®logo y el ¨²nico acto, y sus dos horas y diez minutos consiguen que la butaca se convierta en tu peor enemigo.

Edita Gruberova fue la gran triunfadora de la noche. Su Zerbinetta ha hecho historia y en su gran aria sigue demostrando, aunque pasen los a?os, que es un fen¨®meno vocal. Triunfaron Adrianne Pieczonka y Heidi Brunner por la calidez expresiva y exquisita musicalidad de su canto. S¨®lo fall¨® el tenor, John Horton Murray, desbordado por el peso del personaje.