Golpe de efecto
La intervenci¨®n por sorpresa de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en el debate de los Presupuestos Generales del Estado para el a?o 2003 ha tenido consecuencias parlamentarias importantes. En primer lugar y como efecto m¨¢s llamativo, ha elevado notablemente el tono pol¨ªtico del debate, amenazado de fosilizaci¨®n por la insistencia del ministro de Hacienda, Crist¨®bal Montoro, en enrocarse en el equilibrio presupuestario como argumento ¨²nico e indiscutible. Rodr¨ªguez Zapatero traslad¨® bien a la C¨¢mara las inquietudes econ¨®micas de los ciudadanos -por ejemplo, en materia de vivienda-, y, desde luego, hizo hincapi¨¦ en el defecto principal de estos Presupuestos, que es la falta de credibilidad con la que est¨¢n calculados y la confusi¨®n, lindante con la opacidad, de sus partidas.
Una s¨ªntesis posible del debate de ayer entre Montoro y Zapatero subrayar¨ªa el enfrentamiento entre dos pol¨ªticas econ¨®micas: la del primero, obsesionado con cuadrar las cuentas p¨²blicas a cualquier precio (aun a riesgo de una previsi¨®n de crecimiento inveros¨ªmil), y la del segundo, que apuesta por avanzar en la convergencia real con el entorno europeo aunque sea a costa de d¨¦ficit p¨²blicos moderados financiados al bajo coste actual del dinero.
Zapatero no aprovech¨® su aparici¨®n en la tribuna de oradores para enhebrar un entero programa articulado de grandes propuestas econ¨®micas. En realidad s¨®lo hizo una reconocible como tal: la creaci¨®n de una Agencia de Control del Gasto, una nueva versi¨®n de la Oficina Presupuestaria promovida por Aznar y eliminada r¨¢pidamente en cuanto su titular, Jos¨¦ Barea, se convirti¨® en testigo molesto de la contabilidad creativa de las cuentas p¨²blicas. Tambi¨¦n adquiri¨® el compromiso de que los presidentes de la Agencia Tributaria nombrados por un futuro Gobierno socialista no ser¨ªan elegidos entre el numeroso grupo de asesores fiscales de empresas privadas que tan ruinosos resultados han tenido en los ¨²ltimos a?os. Este compromiso es un m¨ªnimo ¨¦tico y profesional que los Gobiernos populares se han negado a satisfacer, para pasmo de los contribuyentes y m¨¢s a¨²n de los propios profesionales p¨²blicos de la Agencia.
Es verdad que, adem¨¢s de las citadas, el l¨ªder de la oposici¨®n desgran¨® m¨¢s propuestas. El acuerdo para converger con Europa en seis a?os, la reducci¨®n del n¨²mero de ministerios y la intensificaci¨®n de la lucha contra el fraude fiscal fueron algunas de ellas; pero su exposici¨®n fue gen¨¦rica y dif¨ªcil de calificar como parte de un programa pol¨ªtico futuro. El grueso de su discurso presupuestario se centr¨® en demostrar que algunas pol¨ªticas del Gobierno han fracasado sin excusas: vivienda, inflaci¨®n e investigaci¨®n y desarrollo, por citar aquellas en las que el fracaso es m¨¢s evidente y los ciudadanos sufren con m¨¢s crudeza. Rodr¨ªguez Zapatero se carg¨® de raz¨®n cuando denunci¨® el d¨¦ficit de inversi¨®n en capital tecnol¨®gico propiciado por la mezquina pol¨ªtica de d¨¦ficit cero, el recorte de las becas o la cicatera pol¨ªtica de inversiones en el ¨¢mbito de la seguridad. Fue un acierto visualizar la ausencia de inversi¨®n en seguridad en la falta de nuevas obras en las comisar¨ªas de las zonas m¨¢s afectadas por el crecimiento de la delincuencia.
La jugada pol¨ªtica de Zapatero tendr¨¢ sin duda dividendos pol¨ªticos para el PSOE. Ha sido un golpe de efecto que ha pillado al Gobierno a contrapi¨¦. Confirma adem¨¢s que la oposici¨®n ha recuperado la iniciativa en el debate econ¨®mico que necesita la sociedad espa?ola, atenazada por la crisis de la Bolsa, el empleo precario y el desbordamiento de los precios de la vivienda. Tambi¨¦n es verdad que Zapatero se benefici¨® de la torpeza, a veces lastimosa, de su interlocutor en el debate, Crist¨®bal Montoro. Como el continente es a veces consecuencia del contenido, la pobreza del discurso del ministro de Hacienda, empecinado en sostener las excelencias del d¨¦ficit cero por encima de cualquier otra opci¨®n, se correspondi¨® con un estilo entrecortado y ofensivo hasta el exceso.
Cuando se pretende analizar con seriedad las carencias de la sociedad espa?ola y la pol¨ªtica presupuestaria m¨¢s adecuada para corregirlas, es un error capital recurrir a iron¨ªas de maestro sabelotodo. Fue grotesca la insistencia del ministro de Hacienda en que Zapatero 'leyera los Presupuestos' e irritante su intento de mostrar al secretario general del PSOE como un analfabeto incapaz de entender la contabilidad del Reino. Ah¨ª es donde el fracaso de Montoro fue m¨¢s palmario, y, por contraste, mayor el ¨¦xito de Zapatero. Despu¨¦s del debate de ayer es probable que bastantes ciudadanos se pregunten si el Gobierno se ha equivocado con este presupuesto, pero muchos m¨¢s estar¨¢n convencidos de que err¨® con su portavoz: Crist¨®bal Montoro.
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