A la busca de la autenticidad
Aunque la filosof¨ªa nazca del asombro, el humor es una pieza fundamental de todo pensamiento con aspiraciones metaf¨ªsicas. Es dif¨ªcil imaginar qu¨¦ ser¨ªa Plat¨®n sin la iron¨ªa socr¨¢tica, Nietzsche sin su sarcasmo, Spinoza sin su mordacidad sat¨ªrica, Hegel sin su ¨¢cido retint¨ªn o la filosof¨ªa del lenguaje sin el nonsense. O quiz¨¢ s¨ª que podemos imaginarlo: una metaf¨ªsica que no sea capaz de re¨ªrse al menos un poco de s¨ª misma puede acabar siendo una metaf¨ªsica de risa. En esta Filosof¨ªa del humor, Vittorio H?sle hace un elegante repaso de las 'teor¨ªas filos¨®ficas' de lo c¨®mico para intentar explicar en qu¨¦ consiste el humor de Woody Allen, a menudo calificado como 'intelectual'. Este adjetivo puede apoyarse en los gui?os del cineasta que requieren la complicidad de los espectadores (y traductores) cultos, como cuando hace decir a una modelo casquivana que ella es 'perverso-polimorfa', un gag que s¨®lo pueden entender los lectores de Freud. Pero este tipo de mecanismos no es lo fundamental en la comicidad del autor de Manhattan. H?sle nos muestra enseguida el rasgo que comparten todos los protagonistas de Allen: su sistem¨¢tico fracaso, especialmente en aquello que parece constituir su meta esencial, a saber, la b¨²squeda de pareja. En esta figura de lo rid¨ªculo cabe ver una parodia del adulto hipercivilizado que intenta en vano producir artificialmente mediante la cirug¨ªa, la autoayuda o el psicoan¨¢lisis lo que en realidad no se puede calcular, es decir, la felicidad. Pero H?sle tambi¨¦n nos hace ver que el car¨¢cter reflexivo de ese fracaso: no nos re¨ªmos solamente del romanticismo neur¨®tico de esas criaturas, sino que m¨¢s bien nos re¨ªmos con ellas, porque ellas tambi¨¦n se toman un poco a broma su propia ruina. Y el impulso que permite a estos personajes no tomarse demasiado en serio sus frustraciones tiene una ra¨ªz m¨¢s honda: no emana de una cr¨ªtica hecha desde la espontaneidad de la vida contra la reflexividad de una raz¨®n que querr¨ªa controlarla, sino que, al contrario, nace de una profunda queja contra la vida, no por su car¨¢cter incontrolable o incalculable, sino por su condici¨®n profundamente injusta. Su reproche contra la vida es moral, porque -como repite insistentemente H?sle-, al igual que tantos otros c¨®micos al menos desde Arist¨®fanes, Allen es ante todo un moralista, y la incapacidad de sus protagonistas para disfrutar de la vida arraiga en un sentimiento de culpa de ¨ªndole religiosa o metaf¨ªsica, magistralmente expresado por Danny Rose cuando confiesa que siempre se siente culpable a pesar de no haber hecho nunca nada malo (a parte, por supuesto, de vivir), y que abriga una melanc¨®lica e infundada esperanza de armon¨ªa entre la moral y la vida.
WOODY ALLEN FILOSOF?A DEL HUMOR
Vittorio H?sle Traducci¨®n de C. Fortea Tusquets. Barcelona, 2002 135 p¨¢ginas. 10 euros
As¨ª pues, lo que tienen de fi- los¨®fico las historias de Woody Allen es que sus argumentos envuelven frecuentemente la b¨²squeda de aquello que m¨¢s ha obsesionado a los occidentales en el siglo XX: la autenticidad. La lucha por 'ser uno mismo', tan crudamente puesta de manifiesto en Zelig, cuando se convierte en ideal moral, s¨®lo puede conducir a la atrocidad (representada en el cine de Allen por el nacional-socialismo) o al rid¨ªculo (representado por la superficialidad del neoyorquino medio). La persecuci¨®n de la autenticidad encaja mejor con ideales de tipo est¨¦tico, ideales que H?sle demuestra que ocupan para Woody Allen, como para Kierkegaard, una posici¨®n solamente secundaria y limitada, como lo prueba el fiasco del intento de 'realizar' el arte contenido en La rosa p¨²rpura de El Cairo. La feroz cr¨ªtica que Allen dirige a las artes (y que recuerda a la plat¨®nica expulsi¨®n de los poetas) es tambi¨¦n un rasgo autorreflexivo: aunque Dios no exista, es decir, aunque sea imposible encontrar un electricista durante el fin de semana, la autenticidad, incluso lograda idealmente en la obra de arte, es insuficiente para poder sustentar sobre ella una conducta buena, y por ello en sus pel¨ªculas es a menudo 'superada' mediante el amor y, en ¨²ltima instancia, mediante la autoobligaci¨®n personal hacia los inocentes, cuyos ojos brillan en esas pel¨ªculas con particular fulgor. Si incluso quienes no somos incondicionales de su obra consideramos a Woody Allen un c¨®mico inteligente debe ser, en fin, porque en ese fracaso reflexivo de sus creaciones podemos leer, en clave de comedia y ya no de tragedia, la disoluci¨®n de dos de los pilares sobre los que se asentaba la fe de los occidentales en s¨ª mismos: el Dios ¨²nico salvador como garante del happy end de la Historia, y el matrimonio como garante del final feliz de nuestras historias.
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