'A medida que uno cumple a?os se incrementan la confusi¨®n y la incertidumbre'
Javier Mar¨ªas (Madrid, 1951) publica en estos d¨ªas Fiebre y lanza, primera parte de Tu rostro ma?ana, la que ser¨¢, cuando la complete, su d¨¦cima novela. Un grueso volumen de casi quinientas p¨¢ginas que apenas permite entrever su desarrollo futuro y que discurre prolijamente sobre el hablar y el callar y el conocimiento que se puede alcanzar de las personas si uno se dedica a observarlas atentamente.
PREGUNTA. 'Nada se entrega tanto ni tan cabalmente como las palabras. Uno las pronuncia y al instante se desprende de ellas y las deja en posesi¨®n de quien las ha escuchado'... Esto dice el narrador de Tu rostro ma?ana. Supongo que hay que estarle agradecido por que conceda una entrevista...
'Todav¨ªa estamos viviendo las consecuencias de la guerra civil. Y hay cosas que necesitan tiempo para ser asumidas como materia de ficci¨®n'
'A veces tengo la sensaci¨®n de que nunca nada queda olvidado del todo, de que nada se est¨¢ quieto, de que nada se queda en paz'
'No concibo la literatura como algo circense sometido al imperativo del m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa'
RESPUESTA. No hay que agradecerme nada, todo lo contrario. Todos aceptamos que cuando se publica algo nuevo hay que promocionarlo. Lo que pasa es que para los escritores no deja de resultar contradictorio. Uno escribe un libro, un objeto lleno de palabras, para expresar algo adecuadamente, y a continuaci¨®n tiene que hablar de ello y trivializarlo, con la sensaci¨®n de estar abarat¨¢ndolo.
P. La primera pregunta es inevitable. ?Qu¨¦ fue de la direcci¨®n emprendida con Negra espalda del tiempo, del que usted mismo dijo que pod¨ªa tener continuidad?
R. Yo nunca habl¨¦ claramente de una continuaci¨®n. Ni present¨¦ aquel libro, como ahora Tu rostro ma?ana, como la primera parte de nada. Negra espalda del tiempo se cerraba en s¨ª mismo. Pero lo cierto es que, dada la ¨ªndole de los materiales que en ¨¦l se manejaban, era y sigue siendo pensable que tuviera una prolongaci¨®n. Es una posibilidad que no est¨¢ cerrada, aunque ahora mismo no tenga previsto seguir en esa direcci¨®n. Por lo dem¨¢s, y a pesar de que yo mismo califiqu¨¦ ese libro como 'falsa novela', lo cierto es que no lo distingo sustancialmente de otros libros m¨ªos m¨¢s narrativos. Y entretanto, la mezcla de realidad y ficci¨®n que all¨ª ten¨ªa lugar se ha ido convirtiendo en algo m¨¢s com¨²n y m¨¢s aceptado. No tiendo a sentirme comprometido u obligado por lo que ya he hecho, ni siquiera como superaci¨®n. No concibo la literatura, ni ninguna actividad, como algo circense, sometido al imperativo del 'm¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa'.
P. Tu rostro ma?ana retoma no s¨®lo al narrador, tambi¨¦n muchos de los personajes y temas presentes ya en Todas las almas. Esta novela parece ocupar un puesto cada vez m¨¢s central en su obra...
R. Es cierto que en mi nueva novela vuelvo sobre Todas las almas y retomo, transcurridos muchos a?os, el mismo narrador; pero no se trata de ninguna continuaci¨®n, y la novela se puede leer sin necesidad de saber nada de aquel libro. Yo no suelo volver sobre lo que ya he escrito, e incluso tiendo a olvidarme de ello. Pero lo cierto es que en relaci¨®n a Todas las almas tengo la impresi¨®n de que es mi libro m¨¢s f¨¦rtil, lo cual no significa que sea el que yo prefiero, ni tampoco el mejor. Digo f¨¦rtil en el sentido en que es el que ha ido teniendo m¨¢s ecos en el propio escritor que lo escribi¨®: tanto en la vida real -y eso es lo que parcialmente hablaba Negra espalda del tiempo- como en la obra.
P. Me interesa el modo distinto en que sus dos ¨²ltimos libros vuelven sobre Todas las almas. La diferencia la determina la figura del narrador. En Todas las almas se jugaba con la ambig¨¹edad de un narrador sin nombre, muy parecido al autor. En Negra espalda del tiempo quien hablaba era el propio escritor Javier Mar¨ªas. El narrador de Tu rostro ma?ana tiene un nombre bien subrayado: Jacobo Deza.
R. No doy demasiada importancia a eso. Pero es cierto que hay una diferencia. El hecho de que el narrador de Negra espalda del tiempo se llamara Javier Mar¨ªas constitu¨ªa una incomodidad considerable. Uno es mucho m¨¢s impune si no habla en nombre propio. En el caso de las novelas m¨¢s convencionales, el narrador no deja de ser un personaje m¨¢s. En la novela, por lo dem¨¢s, el juicio sobre los hechos que se cuentan permanece en suspenso. En ella uno simplemente asiste a esos hechos.
P. Contar con la figura de un narrador supondr¨ªa, pues, una mayor libertad para la escritura.
R. As¨ª es. Si bien no hay que olvidar que el hecho de que una historia sea real no quita que a la vez pueda imaginarse. Creo incluso que la manera real de vivir las cosas, es decir, de conocerlas y de entenderlas, consiste en, adem¨¢s de vivirlas, imaginarlas. Para lo cual no se necesita ser escritor. Todo el mundo ha sentido la necesidad de contar ese o aquel episodio de su propia vida, y al hacerlo realiza un trabajo de imaginaci¨®n sobre lo real y acaecido.
P. No deja de resultar chocante tanta suspicacia hacia la palabra por parte de alguien que tiene la palabra misma por oficio.
R. En la novela se dan distintas visiones del hablar, unas m¨¢s negativas que otras. Por un lado est¨¢ el personaje de Peter Wheeler, que habla y habla. Pero est¨¢ tambi¨¦n el narrador, que escucha mucho y que se distingue en esto de los de otras novelas m¨ªas. Como se dice en el libro, hablar es lo que todos compartimos, una de las pocas cosas comunes a todos, por pobres o ignorantes que sean. Lo cual no evita que hablar entra?e, en efecto, numerosos peligros, entre ellos el de ser tergiversado, llegando a ocurrir que, a consecuencia de lo que uno mismo ha dicho, llegue a ser traicionado o incluso sentenciado sin saberlo.
P. En Negra espalda del tiempo, el narrador parec¨ªa confiarse a una escritura que discurr¨ªa 'sin motivo'. De Peter Wheeler se dice ahora que cuando habla en realidad siempre sabe d¨®nde se halla, y que lo que en ¨¦l parece azaroso suele estar 'calculado, medido y sujeto'. ?Es as¨ª?
R. Pienso que, a pesar de todo, Negra espalda del tiempo acababa teniendo una unidad y un sentido superiores a los que el mismo narrador cree. Y eso se debe a dos factores. En primer lugar, a que las cosas vividas no son lo mismo una vez contadas, adquieren una cierta armon¨ªa; en el momento en que uno se pone a contar algo, ese algo, para que exista como relato, debe sufrir una selecci¨®n inevitable, que puede ser indeliberada por parte del autor, pero que revierte en un cierto orden m¨¢s o menos impl¨ªcito. A lo que hay que agregar una cierta capacidad asociativa muy propia de mi estilo particular, y que refuerza, de un modo tambi¨¦n indeliberado, ese efecto de armon¨ªa. Fuera de eso, hay que tener presente que en Negra espalda del tiempo yo manejaba un material que ya estaba dado. La mayor¨ªa de cosas que all¨ª se cuentan son cosas sucedidas, y se suceden en el libro an¨¢rquicamente, como ocurre con la vida misma. En una novela las cosas son distintas. S¨¦ a donde me dirijo, pero trabajo con br¨²jula, no con mapa. Eso significa que no s¨¦, cuando empiezo, si por el camino me voy a encontrar con un r¨ªo o con un desfiladero, ni cu¨¢ndo puede ocurrir tal cosa. El que tiene un mapa, en cambio, lo sabe. Digamos que en este sentido yo aplico a mi escritura el mismo principio que rige la vida, en la que uno no puede rectificar su propio pasado, tiene que contar con ¨¦l. Pero s¨ª, en definitiva s¨ª, lo que dice Wheeler es atribuible a los narradores de mis libros.
P. En esta novela se dice que nada es peor que buscar el sentido de algo o creer siquiera que lo hay...
R. S¨ª. Hay en mis libros muchos pasajes que son contradictorios entre s¨ª. ?se es uno de los privilegios de lo que entiendo por pensamiento literario. En ¨¦l las cosas pueden ser a la vez de una manera y de otra, y ser en los dos casos verdad.
P. Dec¨ªa usted que hablar es lo que todos compartimos. Pero, como observa uno de sus personajes, los ¨²nicos que no comparten eso son los vivos con los muertos. ?Es la escritura la forma que los muertos tienen de hablar con los vivos?
R. En cierto modo s¨ª. Pero ya al comienzo del libro se dice tambi¨¦n que 'callar, callar, es la gran aspiraci¨®n que nadie cumple ni aun despu¨¦s de muerto'. En este sentido, y contra lo com¨²n que suele ser lamentarse de que las cosas caigan en el olvido, una de las desazones que se expresan en este y otros libros m¨ªos es la que se deriva de constatar lo dif¨ªcil que es que las cosas se olviden efectivamente. Suprimir los rastros, los vestigios de lo que ya no existe y est¨¢ aparentemente olvidado. Ya la primera frase de Tu rostro ma?ana advierte contra el recuerdo de tantas cosas 'que s¨ª pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido'. Parece como si nada estuviera a salvo de volver a ser recordado... Es como una maldici¨®n... A veces tengo la sensaci¨®n de que nunca nada queda olvidado del todo, de que nada se est¨¢ quieto, de que nada se queda en paz.
P. Contra la irresponsabilidad de tantas cosas que se dicen a la ligera, la escritura vendr¨ªa a ser la palabra en estado de responsabilidad.
R. No s¨¦ si dir¨ªa tanto. Pero s¨ª, tal vez la escritura sea la expresi¨®n m¨¢s responsable del decir. Hay un momento en Tu rostro ma?ana en que Peter Wheeler observa lo raro que es el d¨ªa en que nos vamos a la cama habiendo dicho u o¨ªdo algo relevante. Por el contrario, cabe pensar que en la escritura no sea as¨ª... que pueda haber algo m¨¢s. La escritura es la forma en que uno mejor dice lo que puede decir, la m¨¢s consciente. De hecho, creo que la escritura viene a ser una forma de pensamiento. Hay pensamientos que por mucho que uno se concentre no pueden ocurrir fuera del proceso de la escritura. Y aun me atrever¨ªa a decir que algunas cosas s¨®lo pueden ser pensadas en el proceso de escritura de una novela. De todos modos, cuando al comienzo de mi novela se dice aquello de que 'no deber¨ªa uno contar nada...', eso vale para la escritura misma. Al fin y al cabo, llevamos siglos y siglos contando la vida, y la vida no es contable. Quiz¨¢ no estar¨ªa mal dejar alguna vez que, simplemente, las cosas ocurran.
P. El narrador dice que su tarea consiste en 'escuchar y descifrar conductas, caracteres y escr¨²pulos'...
R. En efecto. Digamos que las suyas son interpretaciones de tipo narrativo antes que propiamente psicol¨®gico. Lo que se le pide es sencillamente que vea. Y que sea capaz de decirlo sin miedo a equivocarse. '?Cree usted que esta persona har¨ªa esto, que ser¨ªa capaz de hacer eso otro, que se puede confiar en ella?'. Informaciones de las que a todos nos gustar¨ªa disponer. Lo que el libro viene a decir es que las personas nos dan sobre ellas mismas muchos m¨¢s datos de los que solemos procesar. Recuerdo una cita de Yeats. Viene a decir algo as¨ª como que por desgracia nada es puro y sin mezcla, que incluso en nuestra amada hay siempre algo que no nos gusta.Est¨¢ adem¨¢s lo que en el libro llamo 'afinidades', refiri¨¦ndome a los rasgos que a veces comparten personas que no tienen nada que ver entre s¨ª, y que nos ilustran acerca de una y otra. Todas ¨¦sas son cosas que por lo general no incorporamos a nuestra conciencia en forma de conocimiento, de las que huimos a veces porque nos resultan incomodadoras. Que no termine pasando as¨ª depende en buena medida de que uno se 'atreva' a verlas. Y en eso consiste el trabajo del narrador. De ¨¦l se llega a decir que posee un don rar¨ªsimo: el de 'ver a la gente a trav¨¦s de ella misma'.
P. Ligado a esto, cabe detectar en su novela y en su discurrir lleno de sinuosidades una t¨¢cita reivindicaci¨®n de la paciencia, de la insistencia, incluso como v¨ªa de conocimiento.
R. La gente se contenta con lo primero que se le ocurre. Cuando de lo que se trata es de preguntarse: ?y qu¨¦ m¨¢s? Porque, s¨ª, hay un valor en la insistencia, en la profundizaci¨®n. A estas alturas (qu¨¦ horror, hablo como si fuera un anciano, ser¨¢ que hace m¨¢s de treinta a?os que vengo publicando libros y me siento por eso mayor de lo que soy), a estas alturas, dec¨ªa, pienso que si uno sigue escribiendo es para intentar mirar las cosas lo m¨¢s de cerca posible. Con independencia de que lo haga bien o mal, yo creo que mi intenci¨®n es ¨¦sa: ver aquello de lo que me ocupo, sobre lo que discurro o cuento, con la mayor matizaci¨®n y finura posibles. Y para eso se necesita tiempo y morosidad. En este sentido uno siempre ha de darse por insatisfecho. Borges dec¨ªa que la idea de texto definitivo corresponde o a la religi¨®n o al cansancio. Siempre hay algo m¨¢s que mirar.
P. En su concepci¨®n de la escritura parece abrirse paso una actitud cada vez m¨¢s moral.
R. Imagino que no se refiere a la moral com¨²n. Creo poder afirmar que en mis novelas no hay sermones, como en tantas otras. Ni tampoco jeremiadas. No me dedico a condenar las acciones o las actitudes de los personajes, por horribles que pudieran resultar, no se trata de eso. Me molesta cada vez m¨¢s la trampa, la impostura. Lo que m¨¢s me puede irritar es la complacencia con que el autor de una novela o de una pel¨ªcula alardea de su propia posici¨®n moral. Me dan ganas de decirle: 'Oye, ya me he dado cuenta de que tienes un alma muy bella, deja de darme la lata y cu¨¦ntame algo m¨¢s interesante'. Es posible, en efecto, que por mi parte sea cada vez m¨¢s moral la manera de abordar la escritura, pero lo ser¨ªa en un sentido opuesto a este que se?alo.
P. Dentro de la ¨®rbita moral de la novela se da un rechazo de la fascinaci¨®n y del morbo que suscita lo que se sabe horrible. Frente a este prestigio del mal, el narrador concluye: 'El mal suele ser simple'.
R. Es cierto. Parece que como si lo que resulta horrible contara de cierto prestigio a?adido. Y como si contarlo implicara un grado mayor de valent¨ªa. Cuando la realidad es lo contrario. Nada es m¨¢s sencillo que impresionar al lector con el simple relato de lo que nos produce escalofr¨ªos. No deja de haber algo abusivo y f¨¢cil en recurrir a ello. Creo que se presta un exceso de atenci¨®n a lo que reconocemos como el mal. Como si fuera algo raro o an¨®malo, cuando m¨¢s bien es lo contrario. Es en este sentido en el que en alg¨²n momento de la novela se dice que 'el mal suele ser simple'. Pero lo cierto es que no se deja de darle vueltas. Yo, por ejemplo, ya no soporto una pel¨ªcula ni un libro m¨¢s sobre asesinos en serie. Me revientan.
P. En Tu rostro ma?ana cita una frase de Toby Rylands, personaje de Todas las almas: 'No he tenido mujer ni hijos, pero creo haber tenido una vida de conocimiento, que era lo que me importaba. Nunca he dejado de saber m¨¢s de lo que sab¨ªa antes...'. ?Suscribir¨ªa usted estas palabras?
R. Esas palabras se dicen en un contexto, por as¨ª decirlo, acad¨¦mico, y en este sentido s¨ª, cualquier persona que lee y sigue leyendo suele ir sabiendo m¨¢s de lo que antes sab¨ªa. Pero si nos referimos a un tipo de conocimiento m¨¢s amplio, m¨¢s ligado a la experiencia de la vida, ya no estoy tan seguro de que nadie pueda suscribir tal cosa. Es m¨¢s, tengo la sensaci¨®n de que, a medida que uno va cumpliendo a?os, se van incrementando la confusi¨®n y la incertidumbre. En cierto sentido, creo que mis dudas son cada vez mayores, y no, no me atrever¨ªa a decir eso de que siempre he sabido m¨¢s de lo que antes sab¨ªa.Conforme pasa el tiempo uno va concentr¨¢ndose en los campos de conocimiento que m¨¢s le interesan. En lo que a m¨ª respecta, el conocimiento de m¨ª mismo, eso que desde los griegos parece que es tan importante, hace tiempo que a m¨ª no me interesa nada.
P. 'Es como si viviera paralelamente una vida te¨®rica', lee Jacobo Deza en un informe sobre s¨ª mismo. ?Tiene la misma sensaci¨®n?
R. S¨ª, aunque lo que tengo es la impresi¨®n de conocer o saber cosas y vivir experiencias que quedan, por as¨ª decirlo, postergadas. Es como si las registrara sin el prop¨®sito de ocuparse realmente de ellas, o con el prop¨®sito de hacerlo en una vida distinta a la que estoy viviendo. Quiz¨¢ esa vida sea, en mi caso, la escritura.
P. El narrador habla de la influencia que sobre nosotros tienen las opiniones de los dem¨¢s y de las expectativas de las que somos objeto. Eso es algo que, a partir del ¨¦xito que su obra ha obtenido, ha debido pesar sobre usted.
R. No, yo no experimento esa opresi¨®n, quiz¨¢ porque me he cuidado de no consentirla. De hecho, todos podemos ser v¨ªctimas de ella. Yo sin duda la he sentido, pero me he cuidado de no hacerle demasiado caso. Cuando publiqu¨¦ Todas las almas, Juan Benet, a quien el libro le gust¨® mucho, me dijo que lo ¨²nico malo era que nunca iba a escribir otro igual. Yo decid¨ª no amargarme con ese vaticinio, por mucho que viniera de alguien a quien respetaba y admiraba mucho. Y no me puedo quejar de c¨®mo me ha ido desde entonces.
P. Publicada la primera parte de su novela, ?no teme que cuanto digan lectores y cr¨ªticos pueda influirle y distorsionar sus prop¨®sitos iniciales?
R. S¨ª, en parte s¨ª. De momento, mi prop¨®sito es no leer las rese?as que salgan. Es f¨¢cil que llegue a mis o¨ªdos lo que ha dicho uno u otro. Pero dado que quiero escribir la segunda parte de mi novela, prefiero evitar la interferencia de juicios ajenos. A lo mejor no soy capaz, aunque creo que s¨ª, porque s¨¦ contener mi curiosidad. De todos modos, permanezco en alerta. Yo nunca doy a leer mis textos a nadie hasta que est¨¢n acabados, pero esta vez, en cierta forma, lo estoy haciendo, y s¨ª, es un riesgo que corro, ya veremos si consigo relativizarlo.
La obra de Javier Mar¨ªas est¨¢ publicada en Alfaguara. En formato de bolsillo lo edita Punto de Lectura.
BIBLIOGRAF?A
Novela. Negra espalda del tiempo, Ma?ana en la batalla piensa en m¨ª, Coraz¨®n tan blanco, Todas las almas, El hombre sentimental, El siglo, El monarca del tiempo, Traves¨ªa del horizonte, Los dominios del lobo.Cuentos. Mala ¨ªndole, Cuando fui mortal, Mientras ellas duermen.Art¨ªculos yensayos. Ser¨¦ amado cuando falte, Mano de sombra, Vidas del fantasma, Miramientos, Vidas escritas. Literatura y fantasma, Pasiones pasadas, Salvajes y sentimentales. Letras de f¨²tbol (Aguilar).
Las dos caras del horror
LA RECONSTRUCCI?N en Tu rostro ma?ana del asesinato de Andreu Nin, l¨ªder del POUM, a manos de los comunistas ('la mayor vileza cometida por un bando contra gente de su propio bando durante la guerra') le sirve a Javier Mar¨ªas para escarbar en la compleja cifra de terror y de miseria con que se dirimi¨® ese conflicto por las dos partes, m¨¢s all¨¢ de las lecturas embellecedoras hoy tan en uso: 'Se trata de un episodio bien conocido', asegura el escritor. 'Me sorprende la incapacidad, tanto por parte de la izquierda como de la derecha, de aceptar que la guerra civil fue, en s¨ª misma, un espanto. Hablo de la guerra, y no de la Rep¨²blica. Por lo dem¨¢s, se podr¨ªa decir que contra la hoy santificada Rep¨²blica iban todos, o casi todos, incluida buena parte de los que combat¨ªan en el bando republicano. El episodio del POUM constituy¨® sin duda una verdadera infamia, sin que ello signifique que los del POUM fueran ningunos santos. Por mi parte, no tengo ninguna duda de que el m¨¢ximo culpable de aquella guerra fue Franco, tanto m¨¢s cuanto que se qued¨® luego cuarenta a?os haciendo el bestia. Ahora bien, lo que es la guerra en s¨ª fue un horror por las dos partes. Y eso es lo que todav¨ªa no parece querer aceptarse. Parece como si el hacerlo supusiera equiparar a un bando con otro. Y no, yo no hago eso, m¨¢s bien al contrario; incluso he tenido que sufrir m¨¢s de un disgusto por haber escrito alg¨²n art¨ªculo en que ven¨ªa a decir que no todo era equiparable. As¨ª ocurri¨® con uno en el que hablaba de Aranguren y que me vali¨® respuestas airadas de todos lados. Cuando oigo decir eso tan frecuente de que ya va siendo hora de que se supere lo de la guerra, pienso que no es tan f¨¢cil que tal cosa pueda ocurrir as¨ª como as¨ª. Cuando uno, adem¨¢s de saber lo que sabe, hace el esfuerzo de imaginarse lo que pas¨® entonces, se le ponen los pelos de punta. En un pa¨ªs en el que ha pasado eso, y en el que ha pasado no hace tanto tiempo, hay que temer que vuelva a pasar. Yo de ni?o he o¨ªdo contar atrocidades horribles, y me revienta que se pueda ser fr¨ªvolo al respecto. Y cuando digo fr¨ªvolo me refiero al tratamiento sentimental, blando, adulador, del que han sido y siguen siendo objeto esa guerra o episodios ocurridos en ella. Hay cosas que necesitan tiempo para ser asumidas como materia de ficci¨®n m¨¢s o menos encubierta. Para nosotros puede serlo la matanza de San Bartolom¨¦, pero no todav¨ªa la guerra civil, ni sus consecuencias, a menudo terribles. Todav¨ªa estamos vivi¨¦ndolas. La vida de mi padre, sin ir m¨¢s lejos, qued¨® reducida y limitada por haber estado ¨¦l en el bando republicano. Y as¨ª tantos que han sufrido directamente la guerra, primero, y luego el franquismo'.
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