Mi madre al tel¨¦fono
Cuando suena el tel¨¦fono y es otra vez mi madre despotricando de las locuras y las impertinencias de mi hermana Elena, que hace tiempo la habr¨ªan llevado a la tumba de no ser por m¨ª, que soy una bendici¨®n de hija, no me molesto en decirle que no est¨¢ hablando con Luc¨ªa, la Perfecta Casada, sino con Elena, la Perdida sin Remedio. A fin de cuentas mi madre ya es mayor, y por tel¨¦fono su voz suena tan desvalida que no tengo valor para contrariarla. As¨ª que la escucho, asiento cuando tengo que asentir, niego cuando tengo que negar, y en conjunto desapruebo en¨¦rgicamente mi propia conducta. A veces, s¨®lo a veces, tengo la sensaci¨®n de que en realidad no se ha equivocado de n¨²mero.
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