La demagogia de los hechos
El llamado poder valenciano del Partido Popular se disuelve como los azucarillos de sus aficiones zarzueleras. Nada mejor para ello que el an¨¢lisis, por decirlo de alguna manera, de los Presupuestos del Estado y su relaci¨®n con la actual Comunidad Valenciana.
Uno, como anacr¨®nico tildado, recuerda dos t¨ªtulos del viejo Ruedo Ib¨¦rico, de nuestro paisano Mart¨ªnez. El libro de Ignacio Fern¨¢ndez de Castro, de quien tomo prestado el t¨ªtulo de esta colaboraci¨®n, y otro que mi desmemoria me impide citar, pero cuyo enunciado es inequ¨ªvoco: la succession ouverte. Ambos se refer¨ªan al general Franco, al decir de la actual Ministra de Cultura, 'jefe de una dictadura', cuyo juicio corresponde no a la memoria sino 'a las opiniones de los historiadores'. ?Bravo!, a la pr¨®xima revisi¨®n, amigos para siempre.
'Esta tierra vuelve a perder oportunidades colectivas, las individuales van bien servidas para algunos, los de siempre'
La ley de presupuestos del estado ha sido calificada de instrumento: el m¨¢s importante en la gesti¨®n de la democracia, pues, al cabo, se trata de las cuentas que a todos los ciudadanos conciernen. Esto es, que cuantos nos afanamos en subrayar con alborozo la llegada de la democracia -el feliz tr¨¢nsito entre la condici¨®n de s¨²bdito del jefe de la dictadura a la de ciudadano- tuvimos, hemos tenido, la oportunidad de convertirnos en contribuyentes, y en usuarios. O lo que es lo mismo, en ciudadanos plenos.
Ahora, de la mano del Gobierno, el de all¨¢, y el de aqu¨ª, provisional, se nos quiere convertir en idiotas, esto es, carentes de derechos, y abrumados de obligaciones, entre otras, de escucharles y verles en los medios de comunicaci¨®n, que como ciudadanos contribuyentes y usuarios, pagamos.
Se impone, una vez m¨¢s, la demagogia de los hechos. Con algo m¨¢s del 10% de la poblaci¨®n espa?ola, el estado com¨²n, y adem¨¢s plural, mal que les pese; con m¨¢s del 15% de la exportaci¨®n espa?ola, pese a la incompetencia de la gesti¨®n p¨²blica, de aqu¨ª y de all¨¢ para sectores econ¨®micos vitales en la Comunidad Valenciana -de los c¨ªtricos de siempre a las nuevas tecnolog¨ªas-, la respuesta del supuesto poder valenciano no alcanza en el mejor de los supuestos el 8,1% del presupuesto de inversiones, empresas p¨²blicas incluidas, para el ejercicio de 2003. ?Bravo! La provincia de Castell¨®n alcanza el puesto 14, Valencia el 34, y Alicante de Trillo, el 45. Seguimos, de la mano del Partido Popular valenciano de victoria en victoria, hasta la derrota final.
Con m¨¢s capacidad para competir que nunca. En la regresi¨®n, claro. Las jeremiadas empresariales, d¨®ciles al susodicho poder virtual solo podr¨ªan entenderse como subordinaci¨®n, por cierto subalterna ante el empuje de sus colegas de otros parajes a veces pr¨®ximos. Las adhesiones inquebrantables pueden resquebrajarse en virtud de la obstinada demagogia de los hechos.
Un presupuesto debe servir, al menos, para dos finalidades. Mejorar la eficiencia, del sistema econ¨®mico, y facilitar la equidad. Estos dos objetivos suelen ser comunes a los que nos reclamamos de la democracia y de un socialismo posible. El del estado para el a?o 2003 no re¨²ne ninguna de las dos condiciones. Y en el caso de sus propuestas para la actual Comunidad Valenciana, se acercan al desprecio, para utilizar t¨¦rminos moderados. Ni crecimiento del capital f¨ªsico, las infraestructuras, ni est¨ªmulo a la I+D+i, que habremos de construir una vez m¨¢s por nuestra cuenta. Poco importa, en nuestro acervo colectivo: ya lo hicimos en tiempos peores, y contribuimos al bienestar, y la solidaridad, de los espa?oles. Ahora constituye un desprecio, a nuestra capacidad, a nuestro esfuerzo, y a la corresponsabilidad como colectivo.
Con ser graves las aseveraciones anteriores, no alcanzan todav¨ªa el fondo del asunto, por as¨ª decir. A nadie escapa la falsedad del presupuesto estatal de 2003. La presunci¨®n, que ya es c¨®mica, del crecimiento de los precios, y la hilarante propuesta de crecimiento de la econom¨ªa -esta especie de insula barataria de Aznar, dentro del oc¨¦ano mundial- conduce al esperpento que Estap¨¦ llama presupuesto borroso, ininteligible. Cierto que parece l¨®gico, para un gobierno oto?al, con la sucesi¨®n abierta, y en el caso valenciano, con la provisionalidad de lo ef¨ªmero y transitorio. Tan solo la jactancia de la soledad, la soberbia del empecinado, obstruye la capacidad de razonar.
Con las dotaciones presupuestarias para 2003, esta tierra vuelve a perder oportunidades, colectivas, las individuales van bien servidas para algunos, los de siempre: desde el oligopolio sin competencia del suelo urbano a todas las inversiones m¨ªticas. Y ser¨¢ ardua tarea recuperar las posiciones perdidas. Un a?o m¨¢s. Porque, si el lector o lectora son curiosos, pueden recurrir al rosario de inauguraciones, y contrastarlo con el de las consignaciones presupuestarias. Y, en el colmo de la paciencia, verificar el grado de ejecuci¨®n de las inversiones: de promedio -y seguiremos sigui¨¦ndoles- menos de un tercio de cuanto dicen.
Ingenuos, anacr¨®nicos, y obstinados como pecadores que somos, no hemos vuelto a la escena p¨²blica para forrar cartera alguna, que la tuvimos y tenemos bien ligera, sino para contribuir a rehacer un pa¨ªs que han devastado, y al que abandonan a su suerte, pese a su contribuci¨®n solidaria. La demagogia de los hechos, en una sucesi¨®n abierta en la que no pintan nada los caciques subsidiarios locales, provinciales o comunitarios.
Ricard P¨¦rez Casado es doctor en Historia y diputado socialista por Valencia.
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