La Seminci recibe el segundo gran 'Quijote' de Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n

La primera aportaci¨®n espa?ola a esta 47? Seminci tiene calidades de gran acontecimiento, pues El caballero Don Quijote es una de las m¨¢s arriesgadas y sagaces conversiones en cine de la novela de Cervantes. Las interpretaciones de Juan Luis Galiardo y Carlos Iglesias asombran por su pericia y precisi¨®n. Ambos sit¨²an sus eminentes creaciones en la cima de un magn¨ªfico reparto, que alcanza uno de los m¨¢s ricos momentos del cine espa?ol reciente.

Dice Guti¨¦rrez Arag¨®n de su segundo Quijote que 'es una pel¨ªcula de base realista, que respeta al texto original -con algunos elementos del de Avellaneda y otros de la primera parte de Cervantes- de la segunda parte del libro, hasta donde puede respetar el cine a una novela. No es una pel¨ªcula inspirada en los personajes, sino en la complejidad del libro de Cervantes'.

Para Guti¨¦rrez Arag¨®n parece inevitable que 'sobre este nuevo Quijote penda de manera inevitable el que hice para la televisi¨®n hace a?os con Fernando Rey. Pero en realidad son obras muy diferentes. A veces dudo que fueran hechas por la misma persona, porque seguramente yo tampoco soy ya el mismo'.

'El trabajo con los actores', prosigue Guti¨¦rrez Arag¨®n, 'era b¨¢sico, m¨¢xime cuando se trataba de deshacer algunos t¨®picos, como que Sancho Panza tenga que ser bajo y gordo. Yo creo que al deshacernos de esos t¨®picos f¨ªsicos estamos en el buen camino para librarnos de otros, de tipo moral, respecto de los personajes'.

La creaci¨®n que de estos personajes hacen Galiardo (Don Quijote) e Iglesias (Sancho) es de gran aliento y est¨¢ construida en una esplendorosa forma de choque gestual, verbal y de conductas, pues al corte casi naturalista de la forma de actuar de Carlos Iglesias, Juan Luis Galiardo opone un empaque ret¨®rico de gran nobleza, de pura ra¨ªz rom¨¢ntica. Y del encuentro, unas veces frontal y otras esquinado, entre ambos excepcionales int¨¦rpretes saltan chispas de gracia y de inteligencia, que alcanzan aut¨¦nticas cumbres en algunas de las prodigiosas peroratas de Don Quijote a su escudero, que son dichas y puestas en carne viva con una emoci¨®n y una exactitud asombrosas.

Lo que Galiardo -y, con ¨¦l, en su punzante y preciso uso de la r¨¦plica, Carlos Iglesias- alcanza en El caballero Don Quijote tiene el aroma de lo irrepetible. Escena tras escena, mon¨®logo tras mon¨®logo, este gran actor teje -con pleno dominio del gesto excesivo y de su contenci¨®n; con rara sutileza, una extraordinaria pericia y en un estado de trance prodigiosamente sostenido- una vigorosa imagen crepuscular, de tremenda intensidad ag¨®nica y de altos vuelos tr¨¢gicos, que hay que fijar en la memoria del cine como un delicado, suave, nada aparatoso, vendaval de instinto y de talento histri¨®nico. Se trata de una haza?a de la expresividad que ser¨ªa inimaginable sin el soporte colectivo de un reparto perfectamente trabado y de calidades excepcionales, compuesto por Emma Su¨¢rez, Juan Diego Botto, Kiti Manver, Santiago Ramos, V¨ªctor Clavijo, Mar¨ªa Isasi, Manuel Alexandre, Marta Etura, Joaqu¨ªn Hinojosa, Manuel Manqui?a, Paco Merino, Jos¨¦ Luis Alcobendas y Fernando Guill¨¦n Cuervo. Es fort¨ªsima y emocionante la sensaci¨®n de solvencia que brota de la pel¨ªcula.