Las tropas rusas experimentaron en el teatro con un gas de la guerra fr¨ªa, seg¨²n los expertos
Los socorristas no estaban preparados e hicieron justo lo contrario de lo que se requer¨ªa
Los militares rusos pudieron haber experimentado sobre los rehenes con un gas t¨®xico cuya naturaleza se negaban a desvelar, pese al creciente n¨²mero de v¨ªctimas. ?sta es la idea que iba cobrando fuerza ayer entre algunos expertos y medios de comunicaci¨®n sobre el uso del misterioso gas asesino que ya se ha cobrado 115 vidas. El hecho de que la composici¨®n qu¨ªmica del gas sea un secreto de Estado alimentaba ayer cr¨ªticas e hip¨®tesis sobre la sustancia utilizada por los servicios especiales para terminar con el secuestro de unas ochocientas personas en el teatro Dubrovka de Mosc¨².
Lev Fi¨®dorov, un prestigioso cient¨ªfico presidente de la Asociaci¨®n Rusa de Seguridad Qu¨ªmica (no gubernamental), opin¨® que se us¨® un arma qu¨ªmica que requiere la inyecci¨®n de un ant¨ªdoto para evitar las mort¨ªferas consecuencias del gas que el s¨¢bado pasado lanzaron las tropas de ¨¦lite rusas cuando tomaron el teatro y eliminaron a la casi totalidad del comandochecheno suicida.
El reproche m¨¢s serio que hace Fi¨®dorov y otras personas no va dirigido contra el grupo encargado de neutralizar a los extremistas e impedir que ¨¦stos hicieran volar por los aires el edificio, sino contra los organizadores de la operaci¨®n. Los militares deb¨ªan saber los terribles efectos que pod¨ªa causar el gas y, por eso, al asalto de las fuerzas especiales deber¨ªa haber seguido inmediatamente una unidad de m¨¦dicos y enfermeros militares para inyectar el ant¨ªdoto directamente en la sala.
Desgraciadamente, no hubo tal unidad m¨¦dica y los socorristas, sin tener idea de lo que suced¨ªa a los rehenes, hicieron lo que cre¨ªan que era mejor: sacarlos cuanto antes al aire libre. Pero con ello no s¨®lo se perdi¨® un tiempo precioso, sino que, adem¨¢s, a algunos se les sac¨® no cargados a la espalda, sino arrastr¨¢ndolos de los pies o las manos. M¨¢s de uno muri¨® debido a eso, ya que en esa posici¨®n el intoxicado se puede asfixiar con su propia lengua y los v¨®mitos que causa la intoxicaci¨®n.
A¨²n m¨¢s, en los hospitales no sab¨ªan qu¨¦ clase de ant¨ªdoto inyectar. Si los militares no quer¨ªan revelar sus secretos, de haber actuado de un modo responsable deber¨ªan haber destinado por lo menos a uno de sus toxic¨®logos a cada cl¨ªnica. Por cierto, en Mosc¨² hay s¨®lo un hospital que tiene una unidad especializada en intoxicaci¨®n qu¨ªmica -la cl¨ªnica Sklifosovski-, pero incluso all¨ª no sab¨ªan qu¨¦ sustancia se hab¨ªa utilizado ni qu¨¦ inyectar.
No deja de ser curioso que la URSS comenzara a desarrollar nuevos gases y a transgredir la convenci¨®n de armas qu¨ªmicas inmediatamente despu¨¦s de ratificarla en 1928. Como dice Fi¨®dorov, tres cuartas partes de la industria eran secretas y una serie de f¨¢bricas como la de Novochebaksarski en Chuvashia, a orillas del Volga, se dedicaba a la producci¨®n de armas qu¨ªmicas. "En 1962 sucedi¨® exactamente igual con la convenci¨®n de armas biol¨®gicas", denuncia Fi¨®dorov.
En 1967, a ra¨ªz del conflicto fronterizo con China, la URSS comenz¨® los trabajos de investigaci¨®n para producir un tipo de gas que pudiera neutralizar r¨¢pida y eficazmente a un gran n¨²mero de personas. Era una orden del Comit¨¦ Central del Partido Comunista de la URSS (PCUS). Las pruebas concluyeron con ¨¦xito a finales de los ochenta, y en 1991 el grupo de cient¨ªficos que lo elabor¨® recibi¨® el Premio Lenin, el m¨¢s importante de la URSS. Este dato es importante, porque el m¨¢ximo galard¨®n se pod¨ªa dar s¨®lo una vez completado el ciclo investigaci¨®n-elaboraci¨®n-producci¨®n.
Durante el intento golpista contra Mija¨ªl Gorbachov en agosto de 1991, la junta procomunista estudi¨® la posibilidad de utilizar ese gas contra la Casa Blanca rusa, entonces sede del Parlamento donde Bor¨ªs Yeltsin encabezaba la resistencia junto con sus partidarios. Pero los militares, en aquella ocasi¨®n, no se atrevieron. Y el s¨¢bado lo probaron por primera vez, seg¨²n sostiene Fi¨®dorov. Se trata de un gas incapacitante cuyo nombre a¨²n no se ha revelado.
Mientras tanto, contin¨²an saliendo a luz pormenores de c¨®mo vivieron algunos rehenes su liberaci¨®n. El actor del musical Nord-Ost Marat Abraj¨ªmov relata con humor c¨®mo los soldados los sacaron de la sala tom¨¢ndolo en un principio por un extremista. "Entiendo que mi cara no rusa me condenaba a ser interrogado. As¨ª es que de inmediato, mientras me sacaban en vilo, les dije que era actor, comenc¨¦ a nombrar a todos los que conozco tanto en el teatro como fuera de ¨¦l, a contarles los papeles que interpreto e incluso a declamar partes escogidas. Los bombarde¨¦ con informaci¨®n, hasta que entendieron. Y me dijeron: 'Los fiscales est¨¢n trabajando ah¨ª, lo interrogar¨¢n, le preguntar¨¢n por tel¨¦fonos y otras cosas, ya que usted no lleva consigo ning¨²n documento'. A m¨ª y otros dos sospechosos nos subieron a un jeepy nos llevaron a la escuela de al lado. Me entr¨® el p¨¢nico, se me sec¨® la garganta, pero no pod¨ªa recordar mi n¨²mero de tel¨¦feno. As¨ª es que nombr¨¦ el de un amigo y el de mi esposa en la ciudad de Zelenogrado. Me pasaron el tel¨¦fono y reconoc¨ª a nuestra empleada, Dasha, y ella a m¨ª. S¨®lo entonces me dieron agua. Me la tom¨¦ y la devolv¨ª de inmediato. Las arcadas no terminaban nunca", recuerda Abraj¨ªmov. Este actor no sufri¨® por el gas, ya que estaba tendido en el suelo durmiendo.
[En Francia, la cadena LCI emiti¨® unas im¨¢genes en las que se observa c¨®mo los soldados rusos arrastran el cuerpo inerte de un checheno y una militar le remata en el suelo de un disparo, informa Octavi Mart¨ªn].
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.