Sosita e incre¨ªble
Adam Sandler es un c¨®mico norteamericano que -arrastrado por una racha de buena suerte y de astucia comercial previa- se ha puesto de moda en su pa¨ªs y, adoptado por Hollywood, est¨¢ siendo exportado con embudo a todo el mundo. Tiene Sandler algunas gracias, pero en Mr. Deeds, torpemente dirigido por Steven Brill, no muchas, m¨¢s bien pocas. Es una historia descabellada, un cuento de hadas cogido por los pelos, en el que un humilde buen chico de pueblo hereda una millonada de d¨®lares de un desconocido pariente de Nueva York, acude a la ciudad para hacerse amo de ella y, cansado de ser rico, termina regalando el dineral heredado y volvi¨¦ndose al pueblo.
Adem¨¢s, el bueno de Sandler se enamora perdidamente de una chica que resulta ser una tramposa periodista que, para sacarle exclusivas mundanas, finge estar enamorada de ¨¦l. Y el hombre se vuelve as¨ª a su aldea con el coraz¨®n roto, para seguir repartiendo pizzas entre sus paisanos, oficio que es m¨¢s puro y menos canalla que el de millonario neoyorquino enga?ado por una periodista amarilla.
MR DEEDS
Director: Steven Brill. Int¨¦rpretes: Adam Sandler, Winona Ryder, Peter Gallagher, Jared Harris, Allen Covert, Erick Avari, John Turturro, Steve Buscemi. G¨¦nero: comedia rom¨¢ntica. EE UU, 2002. Duraci¨®n: 96 minutos.
La comedia est¨¢ organizada en forma de tarta de alm¨ªbares para que se luzca Sandler y de paso acabe llev¨¢ndose a la guapa guinda picante de Winona Ryder, que la pobre no se cree en absoluto su papel de muleta de apoyatura del gracioso y hace un trabajo en el que, detr¨¢s de la sonrisa, le asoma el bostezo.
La pel¨ªcula, en vez de ser graciosa, resulta bastante tristona. Una pena. Una soser¨ªa. Una comedieta tan s¨®lo hilvanada que deja ver en Adam Sandler la punta de algunas habilidades potenciales mal desarrolladas aqu¨ª, pues est¨¢n mezcladas con carambolas hechas para que suelte sus gracias. Se pasa en Mr. Deeds el rato discretamente, pero si uno se detiene a pensar en lo que est¨¢ viendo no es dif¨ªcil encontrar en el pretexto argumental algunos hilos y algunos ecos que remiten al espectador a viejas pel¨ªculas del entra?able Frank Capra. Por eso es l¨ªcito deducir que esta sosa e incre¨ªble comedieta daba para m¨¢s y se merec¨ªa un desarrollo y una direcci¨®n esc¨¦nica mucho m¨¢s serios que los que le da el mediocre Steven Brill. Pero este tipo de desajustes entre el proyecto y la direcci¨®n se originan en que se trata de pel¨ªculas de encargo, hechas a la medida de un actor, para que ¨¦ste se luzca y, como cualquier otra forma de tiro en la culata, resulta que no s¨®lo no acaba luci¨¦ndose, sino echando a perder el tinglado publicitario organizado para ¨¦l.
Babelia
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