La Punta
La historia a partir de los asentamientos humanos en la Punta d'En Silvestre -San Silvestre para algunos-, es bastante m¨¢s antigua de lo que algunos parecen suponer y merecedora por supuesto de nuestra m¨¢xima atenci¨®n y respeto.
Las primeras noticias que tenemos de la Punta es que en un principio constitu¨ªa uno de los referentes de la ciudad en cuanto a la separaci¨®n de la Val¨¨ncia de extramuros. Principalmente, de la zona de diseminado de huertas, marjal, barracas y alquer¨ªas.
Y bajo esta serie de consideraciones aparece en la Concordia que se firma en la ciudad entre su Consell y el Cabildo Eclesi¨¢stico, ratificada por Privilegio otorgado por Pedro II el Ceremonioso -para los valencianos 'el del punyalet'- en 1386. En este documento en efecto se anuncia la creaci¨®n del Jurado de Francos, Marjales y Extremales, debido a que por aquel entonces las primitivas huertas se hab¨ªan convertido en marjal y terreno yermo al no haberse podido mantener las estructuras de riego, puentes y caminos a causa de las diversas guerras y enfermedades de la ¨¦poca, como la peste negra, la cual hab¨ªa diezmado considerablemente los territorios de la antigua Corona de Arag¨®n llegando a Val¨¨ncia en 1348.
Ante esta situaci¨®n y debido al inter¨¦s del Consell de la ciudad en la repoblaci¨®n de estas tierras, se decidi¨® exonerar del pago de la 'enconesa' -conjunto de tributos- a todo aquel que optara por establecerse en cualquiera de las tres partidas que a d¨ªa de hoy conforman La Punta, partida d'En Silvestre, partida de Per¨² y partida del Clero.
Tambi¨¦n y con el mismo objetivo de favorecer la repoblaci¨®n, se acordaba no cobrar el diezmo durante diez a?os - limosnas, primeras cosechas y toda clase de d¨¢divas y pagos que percib¨ªan la iglesia y los nobles-.
Cabe rese?ar por otra parte, que a ra¨ªz del reparto de terrenos entre los solicitantes, se establec¨ªan tambi¨¦n unas condiciones de obligado cumplimiento.
Los huertanos se compromet¨ªan a mantener sus fronteras, acequias, puentes y caminos en las debidas condiciones. As¨ª como a criar parra y frutales y plantar arboleda o salceda alrededor de su propiedad. Se prohib¨ªa en forma tajante la plantaci¨®n de arroz y vi?a, potenci¨¢ndose el cultivo del trigo, del cual el antiguo Reino de Valencia era deficitario.
La primera noticia que tenemos de La Punta en la prensa escrita data de 1792, y hace referencia al arrendamiento por cuatro a?os de un molino con nueve hanegadas de huerta en la partida de La Punta d'En Silvestre, pertenecientes a la Casa de la Misericordia.
Los Padres Escolapios se establecen en Val¨¨ncia en 1737, y casi de inmediato llega a sus manos la conocida alquer¨ªa de la Congregaci¨®n tambi¨¦n denominada Casa Tararena, apodo de un arrendatario de principios de siglo. Anexa a esta alquer¨ªa, sin duda uno de los edificios m¨¢s emblem¨¢ticos y singulares de la Punta, exist¨ªa en su parte posterior la ermita de Nuestra Se?ora de la Misericordia, en la cual se llevaban a cabo los oficios religiosos durante las sucesivas reconstrucciones de la parroquia, seg¨²n la documentaci¨®n existente de 1922.
Con el derribo el pasado 31 de agosto de Casa Tararena y el antiguo recinto de la ermita, convertido en cuadra por sus ¨²ltimos arrendatarios, se han destruido tambi¨¦n los frescos y murales que esta ¨²ltima poes¨ªa, sin que nadie se haya molestado en comprobar su valor. Y entre la nostalgia y tristeza de sus vecinos ha desaparecido una de las se?as de identidad -una m¨¢s- de la pedan¨ªa de La Punta, para la cual la segunda mitad del siglo XX, ha resultado tremendamente nociva y cruel. Durante su transcurso, han visto los huertanos y las huertanas, llauradors y llauradores, c¨®mo su tierra era dividida y rota con puyazos de intromisiones extra?as, imprescindibles o no: carretera del Saler, l¨ªneas de ferrocarril Val¨¨ncia-Tarragona, Plan Sur, Autopista del Saler, depuradora de Pinedo, Mercavalencia y Club N¨¢utico, adem¨¢s de la p¨¦rdida de la playa.
En estas circunstancias la implantaci¨®n de la ZAL en La Punta en aras de un supuesto 'bien de inter¨¦s general' y ocupando casi el 80% de su territorio actual, ha sido la puntilla final para toda una forma de vida secular, con familias de generaciones enteras arraigadas a sus campos desde tiempo inmemorial. Algunos de los habitantes de La Punta, los m¨¢s mayores, malviven penosamente con orfidales y cafitrina. Y ahora, cuando se est¨¢ procediendo a la expropiaci¨®n de terrenos para la, supuestamente, instalaci¨®n de contenedores, es cuando las acciones prepotentes y rozando la legalidad se multiplican.
La primera instalaci¨®n de Iberdrola se hizo en un principio careciendo del preceptivo informe de impacto ambiental. M¨¢s tarde el Ayuntamiento concede licencia de derribo de la ya mencionada Casa Tararena a quienes ni siquiera eran propietarios de la misma, dado que su pertenencia correspond¨ªa a los Padres Escolapios. E ignoramos como puede suceder una cosa as¨ª.
Todas estas intervenciones adem¨¢s, las cuales est¨¢ claro que no siempre han estado revestidas de la necesaria legalidad, tampoco se han llevado a cabo en ocasiones en la forma correcta.
Las vejaciones e incluso las posibles agresiones a las personas, residentes o no en La Punta, se suceden paralelamente al derribo de casas, barracas y alquer¨ªas, con una colaboraci¨®n policial creemos que desmesurada. Basta recordar en otra intervenci¨®n de Iberdrola, la cual por lo visto tiene bula para hacer lo que le d¨¦ la gana, la aportaci¨®n de nada menos que cinco dotaciones del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa por parte de la por aquel entonces delegada de Gobierno, Carmen M¨¢s, para a las ocho y cuarto de la ma?ana echar abajo la puerta de una vivienda en donde dorm¨ªa tranquilamente una familia, y destrozar a continuaci¨®n un hibern¨¢culo de caracter¨ªsticas singulares con cosecha incluida.
Y tampoco la forma en que se produjo el desalojo de Tararena se puede calificar precisamente de mod¨¦lica, cuando a las personas que pernoctaban ni siquiera se les permiti¨® recoger sus pertenencias.
Ahora los vecinos resistentes y reacios por tanto a vender sus tierras o que se las expropie la Administraci¨®n, ven como sus esperanzas se diluyen d¨ªa a d¨ªa, mientras su ya dudosa fe en una tard¨ªa justicia se debilita.
All¨ª mismo, en La Punta, tienen un buen ejemplo, el de Mercavalencia, en donde el Tribunal Supremo termin¨® d¨¢ndoles la raz¨®n a los afectados por las expropiaciones, pero cuando la recuperaci¨®n de sus tierras era ya irreversible.
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