La edad de la raz¨®n
En 1989, con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, se estableci¨®, seg¨²n algunos historiadores, el final del siglo XX. Un siglo incre¨ªblemente corto, que hab¨ªa comenzado con la Primera Guerra Mundial en el a?o 14. Diez a?os m¨¢s tarde, el 11 de septiembre de 2001 ha sido considerado como el aut¨¦ntico inicio del siglo XXI. Las dos ideolog¨ªas que se enfrentaron en el muro de Berl¨ªn, el capitalismo y el comunismo, ten¨ªan en com¨²n una confianza imbatible en la raz¨®n como la mejor cualidad del ser humano; y, adem¨¢s, ostentaban la clar¨ªsima convicci¨®n de que la humanidad la emplear¨ªa como soluci¨®n a sus problemas. Las ra¨ªces de esta creencia no resultan muy claras: pueden deberse al materialismo hist¨®rico de Marx, o a las teor¨ªas de Hegel, y desde luego, son herederas directas de la ¨¦poca ilustrada, la edad de la raz¨®n, que enfatizaba la importancia del racionalismo y la argumentaci¨®n. Tampoco podemos olvidar la influencia de las teor¨ªas de la evoluci¨®n darwiniana.
Nuestra creencia de que es posible comprender completamente nuestra sociedad, y tambi¨¦n los cambios que en ella se producen, no ha variado con los a?os, y esa creencia da de comer a un gran n¨²mero de comentaristas, periodistas y, por supuesto, pol¨ªticos. Sin embargo, queda por probar si ha existido alguna vez, en alguna ¨¦poca, una persona capaz de comprender su propia sociedad. La psiquiatr¨ªa lo ha intentado estableciendo diagn¨®sticos, Los novelistas intentan comprender mediante los s¨ªmbolos y las representaciones. Una vez que el ser humano comienza a interesarse por lo que le rodea, el proceso es imparable; necesita saber m¨¢s. Cuando un escritor se centra de manera obsesiva en los derechos humanos y en el destino de los pueblos, no se debe, por lo general, a que sea especialmente altruista, sino a que una vez que se posee informaci¨®n sobre los distintos casos resulta muy dif¨ªcil mirar hacia otro lado.
Sin embargo, aunque la idea de que los problemas pueden ser solucionados a trav¨¦s del di¨¢logo y la raz¨®n perdura, esa creencia suele acompa?arse de una acotaci¨®n muy arriesgada; que un sistema pol¨ªtico o religioso o econ¨®mico determinado puede acabar con todo conflicto, empleando la misma f¨®rmula y el mismo proceso racional. No existe nada m¨¢s peligroso que esto. Vivimos en un momento de liberalizaci¨®n de mercados, en que las diferencias sociales entre clases econ¨®micas se hacen cada vez m¨¢s patentes, que est¨¢ terminando con la clase media, el aut¨¦ntico colch¨®n de una sociedad capitalista, y a¨²n existen movimientos que opinan que el capitalismo debe acabar con la pobreza en el mundo. El presidente de los Estados Unidos, por ejemplo, es de esa opini¨®n. Sin embargo, con esa pol¨ªtica no se acaba con la pobreza; ¨²nicamente se elimina, en ocasiones de las maneras m¨¢s cruentas, a los pobres.
La respuesta de Marx y Engels cuando fueron preguntados, tanto en debates p¨²blicos como por escrito, sobre una ¨¦tica que acompa?ara la sociedad comunista o socialista, fue que la ¨¦tica formaba parte de la superestructura, y que el nuevo sistema crear¨ªa la suya, propia y nueva. El concepto de abuso nunca fue abordado o discutido. ?Qu¨¦ hacer con quien se resiste, con la parte de la comunidad que de pronto se convierte, debido a razones intelectuales, en un enemigo? Esta duda, que ha aflorado en todos los conflictos a lo largo de la historia, casi nunca ha sido un problema para las personas con fuertes convicciones religiosas o pol¨ªticas. La respuesta es siempre obvia: eliminarlos o convertirlos.
?Qu¨¦ ocurre cuando se intenta combatir con herramientas racionales, o desde una sociedad profundamente capitalista una idea nacida en pleno romanticismo, y desarrollada durante la ¨¦poca de los totalitarismos nacionalistas, con el trasfondo de las grandes dictaduras alemanas e italianas? En el Pa¨ªs Vasco se ha experimentado durante d¨¦cadas: el terrorismo basado en convicciones pol¨ªtica y con una conciencia clara de v¨ªctima frente al gran Estado. Y nuevamente se recurre a una t¨¦cnica antigua para terminar con el conflicto: la ilegalizaci¨®n. Su efectividad, por mucho que la cuestione el PNV, ser¨¢ inmediata. Queda por saber si ¨²nicamente quedaba esa soluci¨®n, si se han aferrado a estructuras fosilizadas, si en este siglo estrenado con el golpe del terrorismo internacional no cab¨ªan otras salidas.
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