Pero, ?a qui¨¦n le interesa Espronceda?
Hace algunos siglos un se?or escrib¨ªa un soneto y si bien no pod¨ªa estar seguro de que con eso se le abrir¨ªan puertas, exist¨ªa la probabilidad. En el mejor de los casos, no pasar¨ªa de ser criado distinguido de la realeza o de la aristocracia, pero menos daba una piedra. La ciencia, en cambio, se abr¨ªa camino en soledad; y en cuanto a la tecnolog¨ªa, era cosa de artesanos, y no necesit¨® apenas de la ciencia hasta el siglo XIX; antes al contrario. A Miguel de Unamuno le fastidi¨® mucho el hecho de que la sociedad desplazara a la gente de letras. Un poeta frente a un ingeniero: no hab¨ªa color. Pero cada uno a su modo, no pocos literatos sintieron el ultraje. Entre otras actitudes, de ah¨ª surgi¨® la cr¨ªtica a la 'barbarie del especialismo', resumida por Ortega en La rebeli¨®n de las masas. Claro que existe otra barbarie muy extendida, la de quien no es especialista en nada. Cuando el 'manitas' de la cultura tiene un t¨ªtulo universitario, hay que emprender prudentemente la fuga.
El estudio de las Humanidades est¨¢ perdiendo terreno a toda prisa y eso levanta una tormenta de lamentos. El pasado a?o, en Catalu?a Filolog¨ªa Hisp¨¢nica perdi¨® el 19% de los alumnos, Geograf¨ªa el 26%, Historia el 28%, Derecho el 19%. Es cierto que influye adversamente el factor demogr¨¢fico, pero contando con ¨¦l, Telecomunicaciones e Inform¨¢tica subieron alrededor del 20% cada una, y un 45% Relaciones P¨²blicas. No tengo a mano datos para el resto del Estado, pero no ser¨¢n muy distintos. El rector de la Universitat de Girona, Josep M. Nadal dijo: 'Si nos quedamos sin alumnos de Humanidades el pensamiento desaparece, un pa¨ªs deja de serlo. Es grav¨ªsimo, es un asunto para el Parlament'. Ah¨ª tenemos a la escritora Doris Lessing lament¨¢ndose en Oviedo de que en muchos pa¨ªses no sean materia de estudio escolar ni la religi¨®n ni la Biblia. Para colmo, el lat¨ªn y el griego son estudios en v¨ªas de extinci¨®n. Sin estas lenguas, sin Biblia y con mucha especializaci¨®n t¨¦cnica o cient¨ªfica, ad¨®nde ir¨¢ el mundo a parar. Yo no s¨¦ que traducir la Guerra de las Galias y la An¨¢basis -malamente y con la ayuda del diccionario en el examen- haya mejorado las facultades intelectuales y morales de nadie. M¨¢s bien lo contrario, estos conocimientos excitan la 'avidez intelectual' del empoll¨®n, que tantos estragos caus¨® entre los cargos p¨²blicos del franquismo. Ser¨¢ que el resentimiento no me permite una opini¨®n m¨¢s piadosa, o me nubla la objetividad.
En mi juventud, y con las excepciones de rigor, estudiaba letras quien no pod¨ªa con las ciencias. En f¨ªsica o en matem¨¢ticas usted entiende o no entiende, tiene la soluci¨®n a un problema o no la tiene. Apenas si caben t¨¦rminos medios, no vale el cuento. En literatura preguntan una cosa y casi siempre ha lugar para meter rollo y salirse por la tangente. Ah¨ª est¨¢ la madre del cordero. El estudio de las humanidades es, con mucha diferencia, m¨¢s dif¨ªcil que el de las ciencias. En realidad, es tan dif¨ªcil que no hay m¨¢s remedio que echar mano a la conversi¨®n de estos estudios en un gigantesco montaje. Si un licenciado en f¨ªsica puede explicarnos las innovaciones introducidas por Gay-Lussac, un licenciado en literatura tendr¨ªa que ser capaz de escribir la cr¨ªtica de una novela o de un libro de poemas de reciente aparici¨®n. Los cr¨ªticos literarios se contar¨ªan por docenas de miles en este pa¨ªs. No hay tantos y entre los que hay, muchos de ellos no han estudiado literatura en la universidad; y quienes lo hicieron no aprendieron a escribir en las aulas. A decir verdad, ?cu¨¢ntos catedr¨¢ticos hay capaces de hacer un buen an¨¢lisis estil¨ªstico de un p¨¢rrafo? En la ciencia no hay lugar para la banalizaci¨®n, pero tampoco hay que ser un genio para comprender la ley de la gravedad. En cambio, explique usted el romanticismo con cierta enjundia y los estudiantes le devolver¨¢n t¨®picos y usted acabar¨¢ aprob¨¢ndolos o hay que cerrar la carrera. No hablo de casos extremos, como el de un estudiante graduado que tuve en Buffalo. Habi¨¦ndole hecho una pregunta sobre San Juan de la Cruz, me contest¨®: 'No escribo nada sobre San Juan porque ¨¦l era maric¨®n y yo soy muy macho'. Si no recuerdo mal, mis esfuerzos por echarle de la universidad fructificaron, pero no me fue tan f¨¢cil conseguir la complicidad de otros colegas que ten¨ªan entre sus estudiantes al sujeto de marras.
Ni muere el pensamiento ni muere un pa¨ªs a causa de la disminuci¨®n del estudio de las Humanidades. Esto no es propugnar su abolici¨®n a rajatabla, sino m¨¢s bien tener en cuenta que las artes y las letras se 'llevan dentro' y que la importancia del substrato universitario es relativa. Como materias de estudio, son m¨¢s influyentes en la secundaria, que es la edad de 'la comez¨®n'; si bien los tiempos que corren no son precisamente estimulantes para las pulsiones m¨¢s delicadas. En cuanto a la Universidad deber¨ªa tal vez plantearse un proceso de readaptaci¨®n. Seg¨²n el citado rector Nadal, las Humanidades decaen por 'la falta de salidas profesionales, (por) el atractivo de las carreras t¨¦cnicas y la promoci¨®n que se ha hecho de ¨¦stas...'. Pero, ?acaso podr¨ªa ser de otra manera? A los ya mayores y aferrados a una cultura con continuidad de siglos nos cuesta aceptar que estamos al principio de una nueva era, la de Internet y los trasplantes y los vuelos espaciales y la inteligencia artificial... Acoger todo eso con entusiasmo es puro papanatismo, cuando no est¨²pido autoenga?o. Rechazarlo es, preponderantemente, vejez, senectud mental. No tiene nada de imprevisible un tiempo en que no s¨®lo Espronceda (a quien ya hace tiempo que no lee nadie) sino San Juan, Ausi¨¤s y S¨®focles hayan dejado de interesar.
Mientras tanto, las Humanidades ser¨ªan preservadas, en cierta medida, en el seno de las Ciencias. La f¨ªsica tiene mucho que ver con la filosof¨ªa, las ciencias naturales con Arist¨®teles, la anatom¨ªa con la pintura, la 'sociedad psicol¨®gica' de Freud surge de la influencia de la novela realista, etc. Una explicaci¨®n unitaria del mundo todav¨ªa tiene demanda y todav¨ªa es imposible sin la historia y la geograf¨ªa, sin las letras, las artes y las ciencias. Y no es absurdo que dentro de uno o dos siglos, cuando f¨ªsicos y bi¨®logos quieran situar al hombre en el mundo, a¨²n tengan que recurrir a Proust y a Joyce. A la luz del d¨ªa o clandestinamente, qui¨¦n sabe.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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