Ciencia-ficci¨®n realista
Como sorpresa, he aqu¨ª una de cuerpo entero y de las m¨¢s importantes, no dir¨¦ ya de la temporada que est¨¢ agonizando al cansino comp¨¢s de la simple cronolog¨ªa, en estos mortecinos tiempos en los que ni siquiera las sacudidas terroristas habituales en nuestro nuevo siglo consiguen ya conmovernos, sino de bastantes m¨¢s de las que podemos acordarnos si miramos hacia atr¨¢s, costumbre que ya se nos ha perdido casi del todo, y peor por ello para todos nosotros, con perd¨®n, ya que la vida est¨¢ en el origen (Quignard). Pues este novel¨®n de 700 p¨¢ginas -nada menos- es una especie de testamento que nos ha entregado p¨®stumo Jes¨²s L¨®pez Pacheco (Madrid, 1930-Canad¨¢, 1997), figura ya legendaria del realismo social espa?ol de los a?os cincuenta, exiliado desde 1968, maldito y censurado desde entonces, pero que menude¨® los viajes entre nosotros a partir de la desaparici¨®n del r¨¦gimen anterior. Bien es verdad que el descr¨¦dito de aquel realismo le alcanz¨® de lleno coincidiendo con su brutal exilio, desde el que protest¨® con humor tesonero contra aquella injusta etiqueta de 'generaci¨®n de la berza', con la que se intent¨® hundirles, infructuosamente a la postre, en una serie de escritos que apenas circularon entre nosotros en su momento. Aunque la sorpresa que nos depara este novel¨®n no es tanto la de su aparici¨®n, sino la de su apuesta est¨¦tica, pues constituye una especie de uni¨®n de dos g¨¦neros en apariencia contradictorios -el realismo y la ciencia-ficci¨®n (o fantas¨ªa cient¨ªfica)- en un berenjenal est¨¦tico del que sin embargo no ha salido tan mal parado como se podr¨ªa suponer. Pues es una especie de maquinaria apocal¨ªptica, de artefacto literario de la mejor ley o de una especie de bomba que yo pienso de espoleta retardada aunque algunos puedan pensar que con la p¨®lvora mojada, ya veremos lo que el dios del mercado dictamina al final sobre esta novela estallada, explotada o m¨¢s bien 'implosionada', deliberada y voluntariamente fragmentaria.
EL HOM?VIL
Jes¨²s L¨®pez Pacheco Debate. Madrid, 2002 700 p¨¢ginas. 26,90 euros
De hecho, este novel¨®n -en todos los sentidos, insisto- lleva dos o tres subt¨ªtulos a la vez tan ingenuos como esclarecedores: se trata de una 'desorbitaci¨®n' (o puesta fuera de ¨®rbita de la novela, la escritura y su autor -y del mundo, claro est¨¢-), de un 'libro de maquiner¨ªas' (frente a los antiguos 'de caballer¨ªas'), de una 'polinovela multinacional' y adem¨¢s bastante bombardeada, pues se trata de la parodia de un Apocalipsis escrito en clave de anticipaci¨®n, que a lo que m¨¢s me recuerda -y creo decir algo en su favor- es a aquella parodia del clasicismo barroco que fue a principios de los setenta la c¨¦lebre y casi clandestina Escuela de Mandarines, de Miguel Espinosa. Si la obra del murciano miraba hacia atr¨¢s -al franquismo, a trav¨¦s de los griegos- estaba tambi¨¦n mucho mejor escrita, mientras que la del madrile?o exiliado mira hacia delante, quiz¨¢ m¨¢s torpemente, pero ampliando su visi¨®n al mundo occidental desarrollado, para decretar tambi¨¦n su condenaci¨®n total lo que tampoco est¨¢ tan mal y que se rasque quien proteste.
Pues si vamos rastreando las
huellas de este 'hom¨®vil' (por exacto que sea, no me gusta este neologismo que describe la uni¨®n del hombre y el autom¨®vil), en la carrera de su autor nos encontraremos con la verdadera sorpresa de que se trata de la obra de casi una vida entera, hasta anterior quiz¨¢ a su propio exilio. Hasta entonces, Jes¨²s L¨®pez Pacheco, de formaci¨®n universitaria y burguesa, se hab¨ªa distinguido sobre todo por su lirismo po¨¦tico, Dejad crecer este silencio (1953), acc¨¦sit del Premio Adonais; Maniqu¨ª (1954), Premio S¨¦samo de Cuentos, y por su realismo socialista en Central el¨¦ctrica (1959), finalista del Nadal, que recordaba La turbina, de C¨¦sar Arconada, en la preguerra o El cemento, del sovi¨¦tico Gladkov, ra¨ªces perfectamente representativas y hasta mod¨¦licas del g¨¦nero. Militante entonces del Partido Comunista espa?ol, nuestro escritor -que viv¨ªa de traducciones del franc¨¦s (Perec), del ruso (Evtuchenko) y el italiano (Flaiano, Eco)- conoci¨® c¨¢rceles y censuras, public¨® m¨¢s versos fuera, Pongo la mano sobre Espa?a, Delitos contra la esperanza, y una antolog¨ªa dentro, Canciones del amor prohibido, hasta que cansado de censuras y persecuciones se exili¨® en Canad¨¢ donde su obra cambi¨® de registro, se hizo m¨¢s ir¨®nica y par¨®dica, sobre todo sat¨ªrica, y finalmente bastante pol¨¦mica frente a las evoluciones que su propio pa¨ªs iba conociendo, como lo mostr¨® en su novela La hoja de parra (M¨¦xico, 1973), y en las antolog¨ªas de relatos La lucha por la respiraci¨®n (1980) y La lucha contra el murci¨¦lago (1990), donde ya aparecen tres fragmentos de El hom¨®vil, uno de ellos, Carmen la radiactiva, fechado por vez primera en 1963, e inspirado por el incidente de Palomares (la ca¨ªda de dos bombas at¨®micas, que no explotaron, en la costa murciana, lo que dio lugar a un divertido ba?o conjunto de Fraga y el embajador yanqui en aquellas playas).
La bibliograf¨ªa po¨¦tica de L¨®-
pez Pacheco se ampli¨® tambi¨¦n en los ¨²ltimos a?os -Asilo po¨¦tico (1990), Ec¨®logas y urbanas (1996), la reedici¨®n de Mi coraz¨®n se llama Cudillero (1986)-, pero el escritor dej¨® in¨¦dita al final esta compleja novela final, que quiz¨¢ estaba ya terminada cuando le -y nos- sorprendi¨® la noticia de su repentina muerte en 1997, sin haber podido regresar del todo, de un exilio que si le permiti¨® vivir y trabajar fecundamente, no le permiti¨®, como quer¨ªa, regresar del todo a su pa¨ªs, que fue quien decret¨® su verdadera expulsi¨®n total, no se olvide. Y para terminar esta noticia -que no cr¨ªtica- dir¨¦ que no estoy seguro de que El hom¨®vil sea una verdadera novela propiamente dicha, aunque quiz¨¢ por ello es un libro mucho m¨¢s interesante que si lo hubiera sido. Es a la vez una pesadilla descuartizada, un artefacto, un artilugio, un ensayo, un apocalipsis (un Beato de Li¨¦bana de nuestro tiempo), un panfleto, una colecci¨®n de cuentos, un mecanismo, donde el argumento se va haciendo y deshaciendo ante nuestros ojos, con lo que da igual que est¨¦ o no terminado, pues al final su objetivo -la puesta en solfa de la sociedad contempor¨¢nea- est¨¢ conseguido por su mera existencia, y si no, da igual, pues aqu¨ª est¨¢ rodando como un aerolito, cont¨¢ndonos sus graves acusaciones, sus parodias y sus disparates que dejan de serlo en cuanto empiezan a dar vueltas sobre s¨ª mismos. Para empezar, la novela de un escritor que la escribe a medias con un ordenador que se lo tragar¨¢ (a ¨¦l y a la novela), tarda en empezar m¨¢s de un centenar de p¨¢ginas donde se describen el o los escenarios con una prolijidad impasible, se cuentan despu¨¦s cuentos 'a la americana', cr¨ªmenes, carreras de coches violentamente sexuales, investigaciones m¨¢s o menos inveros¨ªmiles, se encadenan historias nuevas y viejas con explosiones sexuales, reflexiones pol¨ªticas, guerras interplanetarias o no, conspiraciones con o sin sentido, f¨¢bulas mitol¨®gicas, lecciones de est¨¦tica, de literatura y metaliteratura, de historia m¨¢s o menos universal, guerras de las galaxias, los narradores se multiplican por dos o por tres (como Cervantes con Cide Hamete Benengeli), mientras las diversas partes de ese relato imposible se trufan de notas, advertencias y citas verdaderas o falsas, a pie de p¨¢gina o al margen o dispuestas en columnas intermedias (ya lo hizo P¨¦rez de Ayala, al contar el fluir de las vidas de Tigre Juan y Herminia) y ya no s¨¦ qu¨¦ m¨¢s decir, salvo que se trata de una hipernovela experimental que roza a la vez lo genial y lo cutre, lo divino y la basura. Hay que dejarse llevar, para m¨ª se ha tratado de una experiencia dif¨ªcilmente olvidable, que me lleva a reflexionar sobre los caminos que conducen a la muerte, que son los que forman parte siempre de eso que llamamos por un momento (el nuestro) la vida, no se olvide.
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