La belleza de lo inestable

Con el habitual intercambio de comentarios acerca del aspecto y la salud del ¨ªdolo, su fiel grey volvi¨® a reunirse para disfrutar, una vez m¨¢s y de cerca, la singular belleza de lo inestable. Porque con Antonio siempre parece necesario preguntarse por c¨®mo tendr¨¢ la noche. De momento, un rato antes de comenzar, tres canciones se hab¨ªan borrado como por arte de magia de la lista del repertorio, de modo que ya no cuadraban las cuentas con el n¨²mero de cortes del disco que ven¨ªa a presentar, B¨¢sico, que contiene varios de sus ¨¦xitos y dos canciones nuevas. Pero Antonio, como los grandes toreros, fue de menos a m¨¢s y, en cuanto prendieron los aplausos, su figura cer¨²lea adquiri¨® el tono de resplandor del mito.

Antonio comenz¨® con poquita voz e interpretando Atr¨¢s. La gente respondi¨® con cari?o y comenz¨® a crecerse y a coger confianza, con el apoyo de una excelente banda de acompa?amiento. Lo que tu y yo sabemos y El sitio de mi recreo precedieron a la aparici¨®n de una de las sorpresas de la noche: la aparici¨®n del tr¨ªo Ketama para interpretar junto a Antonio Se dejaba llevar. Despu¨¦s seguir¨ªan su camino ?lvaro Urquijo, de Los Secretos, para tocar Desordenada habitaci¨®n, y el joven cantautor Tontxu, quien cant¨® con Antonio Seda y hierro. El tramo de la despedida del concierto incluy¨®, ya con el solista con la fibra m¨¢s robusta, verdaderas piezas de arte sonoro como Elixir de juventud, Chica de ayer, Una d¨¦cima de segundo y Lucha de gigantes, con la que Antonio Vega tuvo que salir a conceder un tercer bis, porque, si no, la gente no se iba a casa.