CPV
La justicia siempre fue representada como una mujer con los ojos tapados. Todos hemos visto en lugares p¨²blicos y centros oficiales esas fornidas se?oras de piedra con un pa?uelo bajo la frente y sosteniendo una balanza bien equilibrada. Es la forma de simbolizar que los jueces han de aplicar las leyes con equidad absoluta y sin mirar a los que juzgan. Cada vez que veo una de esas estatuas me pregunto si en ocasiones no deber¨ªan levantar un poco el pa?uelo y echar un vistazo. La ley a priori debe ser igual para todos, pero no todos son realmente iguales ante la ley.
Soy de los que piensa que existen b¨¢sicamente dos tipos de delincuentes: los que delinquen arrastrados por las circunstancias y la gentuza que no tiene coraz¨®n. Al d¨ªa de hoy esos tipos de CPV que han dejado en la estacada a 1.200 familias los sit¨²o en el segundo grupo. Me estremece pensar qu¨¦ clase de personas es capaz de dar correa a tanta gente sabiendo que s¨®lo dispon¨ªan de terreno para 50 cochinos pisos. Hay que ser realmente cruel para burlarse vilmente de unas personas que depositaron en ellos sus esperanzas, sus ilusiones y los ahorros de su vida. Podr¨ªa entender el que, obcecados por la ambici¨®n, actuaran de forma temeraria o irresponsable, pero pegar semejante palo a la gente sabiendo el tremendo esfuerzo que han tenido que hacer para reunir el dinero es sencillamente infame.
No s¨¦ si la ley en estos casos contempla esa frialdad maligna como agravante contra los implicados, si no es as¨ª la justicia ser¨¢ incompleta. Hace unos d¨ªas coincid¨ª en un estudio de radio con un grupo de afectados por este presunto fraude. Los mir¨¦ uno a uno detenidamente intentando imaginar su sentimiento de impotencia y desesperaci¨®n. All¨ª abundaban las ojeras cosechadas por el pertinaz insomnio y las caras p¨¢lidas mayoritariamente cruzadas por una mueca de tristeza. Entre ellos hablaban de llevar su reclamaci¨®n a todos los frentes posibles y especialmente a los medios de comunicaci¨®n. Unos a otros se animaban disparatando a veces sobre sus posibilidades de ocupar las p¨¢ginas de los diarios y los espacios de denuncia en radio y televisi¨®n. En mi prospecci¨®n fui m¨¢s all¨¢ tratando de imaginar que pas¨® por todas aquellas cabezas para caer en tan burda trampa. Qu¨¦ af¨¢n desaforado de conseguir una casa pudo nublar el m¨¢s elemental sentido de la prudencia confiando dineros esforzadamente logrados sin m¨¢s garant¨ªa que una oficina y un cartel. Qu¨¦ seguridad pudieron inspirarles esos tipos que no les presentaban m¨¢s aval que unos folletos de colorines y unos bonitos planos. Lo que dice el alcalde Manzano, de que ¨¦ste es un problema entre particulares, es cierto solamente a medias.
No hay duda de que legalmente la Administraci¨®n nada tiene que ver con la cuesti¨®n, pero desde luego s¨ª tiene obligaci¨®n de prevenir a los ciudadanos, especialmente a los m¨¢s ingenuos, de los canallas. Recuerdo hace a?o y medio el malestar que produjeron en el propio Ayuntamiento de Madrid las manifestaciones del concejal de Vivienda Sigfrido Herr¨¢ez advirtiendo a la gente de los riesgos que corr¨ªa entregando su dinero a las promotoras de los nuevos barrios sin las m¨ªnimas garant¨ªas. En las m¨¢s altas instancias municipales le acusaron entonces de provocar un alarmismo excesivo entre los compradores.
Los sucesos de ahora han demostrado hasta qu¨¦ punto acert¨® alertando a la ciudadan¨ªa y c¨®mo, en el peor de los casos, Herr¨¢ez habr¨ªa pecado por defecto nunca por exceso. El Gobierno regional por su parte intent¨® hincarle el diente a CPV hace un par de a?os. Lo hizo la Direcci¨®n General de Consumo a instancias de un exiguo grupo de afectados que detectaron fallos tan brutales como que la empresa carec¨ªa de autorizaci¨®n para construir las viviendas que promocionaba. No hubo, sin embargo, forma de sancionarla, el Juzgado 34 orden¨® la suspensi¨®n de ese procedimiento administrativo a favor del judicial. Lo m¨¢s curioso es que esta ¨²ltima investigaci¨®n fue provisionalmente archivada hasta hace unos d¨ªas porque, con la ley en la mano, el juez no hall¨® entonces indicios de delito. En resumidas cuentas, el sistema legal no protege al incauto de los especuladores sin escr¨²pulos. La inocencia es letal en esta selva de ladrillos y as¨ª ser¨¢ mientras el sistema favorezca a los listos y la justicia siga estando ciega.
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