Alc¨¤sser, diez a?os despu¨¦s
Ya han pasado diez a?os y en Alc¨¤sser todo el mundo se pregunta c¨®mo pudo pasar lo que pas¨®. El crimen fue inexplicable, el intenso sufrimiento que caus¨® sobre las v¨ªctimas, sus familiares y los vecinos de la poblaci¨®n fue inmenso. Un dolor inolvidable que marc¨® el estado de ¨¢nimo colectivo, pero sobre todo provoc¨® una profunda herida en los padres de las tres ni?as, una herida que llev¨® a la tumba a dos de los seis progenitores y a un duelo constante el resto. El sentimiento de injusticia se acrecent¨®, todav¨ªa m¨¢s si cabe, porque el protagonista principal del crimen qued¨® sin castigo. Volvi¨® a aparecer cuando se habl¨® de la concesi¨®n de permisos penitenciarios a Ricart. La manipulaci¨®n del dolor de la que hicieron gala algunos programas de televisi¨®n, la entrada en el espect¨¢culo circense de algunos buitres de profesi¨®n y la p¨¦rdida irreemplazable de sus seres queridos fueron la causa de m¨¢s dolor y sufrimiento. Y todav¨ªa ahora nos preguntamos c¨®mo pudo ocurrir todo. Un hecho que debemos aceptar en la sociedad es que la violencia existe en ella, que criminales siempre ha habido y habr¨¢ y que como un c¨¢ncer social tendremos que aprender a vivir con el dolor que causan sus actos, la mayor¨ªa de las veces hechos y pensados para da?ar.
Pero otra consideraci¨®n merece el rumbo que tomaros los acontecimientos informativos, sobre todo el espect¨¢culo bufonesco ofrecido por algunos programas de televisi¨®n. Resulta chocante la discreci¨®n que los medios de comunicaci¨®n ingleses han tenido en el reciente crimen de las dos ni?as de Soham, ning¨²n medio de comunicaci¨®n audiovisual pudo entrar en la poblaci¨®n durante los funerales, los ingleses nos llevan ventaja en el tratamiento informativo de estos casos tan luctuosos. Sin embargo, ?por qu¨¦ en Alc¨¤sser tomaron esta direcci¨®n tan espectacular y da?ina? Desde luego alguien con ambiciones inici¨® y estimul¨® al principio esta linea de informaci¨®n, alguien dise?¨® la estrategia que vendi¨® el dolor, la compasi¨®n y la pena. Alguien atrajo la atenci¨®n de los oportunistas. Alguien encendi¨® la mecha que prendi¨® sobre una personalidad con necesidades psicol¨®gicas. Se pretend¨ªa que no se olvidase el tema, pero todo ello contribuy¨® a que los padres acrecentasen su dolor. Ofrecer todo lujo de detalles, vomitar los pormenor del terror, hacerles participar en debates p¨²blicos, les introdujo en un proceso de victimizaci¨®n que no les permiti¨® cerrar la herida y se hurg¨® si cabe m¨¢s en su sufrimiento.
Pero me pregunto si habr¨¢ servido para que esos medios de comunicaci¨®n audiovisual, que con tan poca fortuna y profesionalidad entraron a saco diciendo que ellos informaban, habr¨¢n reflexionado y aprendido la lecci¨®n. Siempre que me pidieron opini¨®n les habl¨¦ de los efectos negativos que ten¨ªa entrevistar a las v¨ªctimas, del impacto psicol¨®gico que supon¨ªa hablar de detalles del sufrimiento de las ni?as, de c¨®mo se estaban provocando la segunda herida. Supongo que unos habr¨¢n reflexionado y otros no, los que no volver¨¢n a buscar en el dolor de las v¨ªctimas mejorar su cuota de pantalla y alvidar¨¢n la ¨¦tica y la moral para otras ocasiones. Espero que alg¨²n d¨ªa no tengan que ser ellos las v¨ªctimas de una desgracia.
Jos¨¦ Gil Mart¨ªnez es psic¨®logo municipal de Alc¨¤sser y profesor asociado de la Facultad de Psicolog¨ªa.
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