M¨¦xico y Francia, Irak y ONU
En 1962, el presidente de Francia, Charles de Gaulle, lleg¨® a M¨¦xico y un grupo de amigos alquilamos un balc¨®n en el hotel Majestic para ver la llegada de 'le grand Charles' a un Z¨®calo lleno de un extremo al otro por una ciudadan¨ªa entusiasta. El presidente franc¨¦s, como era su costumbre, descendi¨® del coche descubierto (era la ¨¦poca anterior al magnicidio de Dallas) y se dio el lujo de darse lo que ¨¦l mismo llamaba 'un ba?o de multitudes'. Cuando al cabo habl¨® -en espa?ol- desde el balc¨®n del Palacio Nacional de M¨¦xico, no s¨®lo fue el primer mandatario extranjero al que se le concedi¨® ese honor. Represent¨®, adem¨¢s, la amistad profunda que une a Francia y M¨¦xico, exaltada cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, M¨¦xico fue el primer pa¨ªs del mundo en reconocer diplom¨¢ticamente al Gobierno de la Francia Libre golista.
Hab¨ªa algo m¨¢s. En plena guerra fr¨ªa, M¨¦xico y Francia representaban, nosotros en Latinoam¨¦rica, ellos en Europa, lo que hoy se llamar¨ªa (Giddens dixit) la tercera v¨ªa. La posici¨®n de apoyo condicionado a los EE UU y de cr¨ªtica razonada y constructiva a las acciones de Washington.
Manifiesto ahora mi alegr¨ªa de que esa profunda inteligencia -si no exactamente alianza- de las posiciones de M¨¦xico y Francia haya vuelto a manifestarse con motivo del debate en torno a Irak en el Consejo de Seguridad de la ONU. Cuentan, desde luego, las afinidades culturales -lenguas, referencias, formaci¨®n- de los cancilleres Jorge Casta?eda y Dominique de Villepin. Pero pesa a¨²n m¨¢s la oportunidad que el caso iraqu¨ª ha dado a la comunidad internacional de expresar diferencias, matizar actitudes y restaurar, si no el mundo bipolar de la guerra fr¨ªa, al menos un esquema de pluralidad frente a la hegemon¨ªa norteamericana.
Durante la guerra fr¨ªa era posible, con sutileza, marcar diferencias inclin¨¢ndose en grados diversos hacia Washington o hacia Mosc¨². La Habana se fue totalmente con la carta sovi¨¦tica. Egipto, con la norteamericana. M¨¦xico y Francia simplemente ejercieron su independencia de criterio. Ser¨ªan al cabo amigos leales, pero no siervos obsecuentes, de los Estados Unidos. Las presiones extremas del secretario de Estado Dean Rusk para alinear a M¨¦xico en la posici¨®n dura contra Cuba fueron h¨¢bilmente superadas por el canciller mexicano Manuel Tello (padre). Tambi¨¦n M¨¦xico ten¨ªa una opini¨®n p¨²blica vocal y un Congreso opositor a la intervenci¨®n en Cuba (el discurso alusivo del diputado Emilio S¨¢nchez Piedras). Sobre todo, aleg¨® Tello, M¨¦xico se apegaba al derecho internacional, compa?ero inseparable de la seguridad nacional.
Casi medio siglo m¨¢s tarde, el prolongado reino del PRI hab¨ªa terminado y junto con ¨¦l la guerra fr¨ªa y los peligros y oportunidades que el mundo bipolar le ofrec¨ªa a la diplomacia mexicana (apoyo a Arbenz y Allende, Acuerdo Franco-Mexicano sobre El Salvador, Contadora). El nuevo presidente Vicente Fox le dio prioridad absoluta, en materia de pol¨ªtica exterior, a la relaci¨®n con los EE UU y el nuevo presidente George Bush coincidi¨® plenamente con ¨¦l. El primer viaje de Bush al exterior fue al rancho de Fox y all¨ª el presidente norteamericano proclam¨® a M¨¦xico prioridad n¨²mero uno de la pol¨ªtica exterior de Washington.
El contenido de esa pol¨ªtica era triple. Trabajo migratorio. Combate al narcotr¨¢fico. Comercio. En los tres frentes, la diplomacia mexicana invirti¨® un enorme capital pol¨ªtico. La importancia de la agenda justificaba el esfuerzo y soportaba las cr¨ªticas.
El 11 de septiembre del 2001 lo cambi¨® todo. M¨¦xico no s¨®lo dej¨® de ser prioridad. Desapareci¨® del radar pol¨ªtico de la Casa Blanca. Ello no interrumpi¨® el inmenso flujo comercial bilateral, aunque lo aminor¨® por condiciones internas de las dos econom¨ªas. La ignominiosa certificaci¨®n anual en el combate antidrogas fue abandonada congresionalmente por el pa¨ªs consumidor que la usaba para castigar al pa¨ªs proveedor. Pero, gravemente, el acuerdo sobre migraci¨®n se desplom¨® y en cambio la seguridad fronteriza, el racismo, la xenofobia y secuelas tan infamantes como la cacer¨ªa de inmigrantes, su encarcelamiento y a veces hasta su muerte, lo sustituyeron.
M¨¦xico no cej¨® en la b¨²squeda de acuerdos que benefician a ambas partes: comercio, trabajo, combate al crimen. Tampoco escatim¨® nuestro pa¨ªs su apoyo a las medidas antiterroristas de una naci¨®n norteamericana profundamente herida por el ataque a su coraz¨®n metropolitano. Pero no fue M¨¦xico, no fue la comunidad internacional, quienes desplazaron la lucha contra el terror a la lucha contra un maniqueo, supuesto y variopinto 'eje del mal', como si Irak, Ir¨¢n y Corea del Norte fuesen equiparables.
Fueron los EE UU los que err¨®neamente dejaron de lado una prioridad que contaba con el apoyo universal -la lucha contra el terror- y se concentraron en el ataque contra un pa¨ªs gobernado (como muchos otros) por un d¨¦spota culpable de much¨ªsimos cr¨ªmenes pero condicionado por tres evidencias. La primera, que Sadam Husein es una criatura del Gobierno norteamericano para combatir a los ayatol¨¢s iran¨ªes, as¨ª como el talib¨¢n es un Frankenstein armado por Washington para combatir la presencia sovi¨¦tica en Afganist¨¢n. Teng¨¢moslo presente: los EE UU armaron hasta los dientes a sus actuales enemigos, Sadam y Osama.
La segunda, que no existe prueba alguna de una relaci¨®n entre el terrorismo de Bin Laden y la dictadura de Sadam. Y la tercera, que Sadam no ha cumplido resoluciones de la ONU validando la inspecci¨®n de sus arsenales de armas mort¨ªferas (como Israel tampoco ha cumplido las resoluciones del Consejo de Seguridad respecto a los territorios ocupados en Palestina).
Es esta ¨²ltima la situaci¨®n que ha llevado el caso Irak al Consejo de Seguridad de la ONU, gracias a la presi¨®n de la comunidad internacional para que los EE UU no act¨²en de manera unilateral y gracias, tambi¨¦n, a que los EE UU se ver¨ªan m¨¢s protegidos nacional e internacionalmente por el paraguas de la ONU que sin ¨¦l.
Washington buscaba, pues, una sola resoluci¨®n que amparase su ataque a Irak. Quiz¨¢ no esperaba, superpotencia que es, mociones de cautela, ¨¢nimos de serenidad y afirmaciones de derecho como los que han promovido, dentro del Consejo de Seguridad, Francia y M¨¦xico y, fuera de ¨¦l, la mayor¨ªa de Estados miembros de la ONU.
El argumento contra Sadam y sus armas es v¨¢lido. El s¨¢trapa de Bagdad no ha cumplido mandatos de la ONU respecto a la inspecci¨®n de armas. En buena l¨®gica, lo que procede es ordenarle que admita la inspecci¨®n internacional sin reservas. Lo que no procede es usar esta raz¨®n como pretexto para invadir militarmente a Irak, provocar el cambio de r¨¦gimen y a¨²n, como se ha dicho desde la Casa Blanca, asesinar al l¨ªder iraqu¨ª, todo ello con incalculables consecuencias para la seguridad mundial.
Diferenciar inspecci¨®n de invasi¨®n ha sido el nudo de la negociaci¨®n en el Consejo y la acci¨®n conjunta de los cancilleres Dominique de Villepin y Jorge Casta?eda y de los delegados Jean David Levy y Adolfo Aguilar Sinzer, apoyados por los presidentes Jacques Chirac y Vicente Fox, demuestra que si termin¨® la guerra fr¨ªa y su arreglo bipolar, a¨²n quedan espacios para construir un nuevo orden internacional que domine (como al le¨®n en su jaula) la hegemon¨ªa norteamericana. Quiz¨¢s a partir del caso Irak, entremos a una era internacional de resistencias jur¨ªdicas, imaginaci¨®n diplom¨¢tica y sistemas de alianzas que moderen, cerquen y acaso hasta convenzan al poder norteamericano que la arrogancia y la ignorancia pueden cegar, como la hubris en la tragedia antigua, al poderoso y conducirlo a precipicios imprevistos.
Tiempo habr¨¢, sin duda, de calcular y acaso de atestiguar los riesgos de una invasi¨®n norteamericana a Irak. Combates callejeros, acaso casa por casa (los iraqu¨ªes dejar¨¢n de odiar a Sadam s¨®lo para detestar a Bush). Alto n¨²mero de muertos civiles y militares. La imposibilidad (como en Afganist¨¢n) de inventar una democracia instant¨¢nea entre sunn¨ªes, shi¨ªes y kurdos. Confusi¨®n hist¨®rica entre el Jap¨®n vencido pero presidido por el monarca hereditario y un Irak librado a la guerra intestina sin autoridad reconocible. Los efectos de la guerra sobre y contra los reg¨ªmenes isl¨¢micos de Jordania, Egipto, Ir¨¢n, Arabia Saud¨ª y los emiratos del golfo P¨¦rsico. La impunidad del verdadero asiento de la organizaci¨®n terrorista Al Qaeda, que no es Irak, sino Pakist¨¢n. El recrudecimiento de la hostilidad entre Karachi y Delhi. El desequilibrio fatal de recursos energ¨¦ticos si los EE UU se apoderan del petr¨®leo iraqu¨ª (?raz¨®n profunda del conflicto?) reduciendo a Europa, Rusia y China a la petroclientela m¨¢s humillante. Exacerbaci¨®n del conflicto Palestina-Israel del cual, a la postre, depende la estabilidad del Oriente Medio e incendio seguro de la regi¨®n cuando el bombero Sim¨®n Peres es sustituido en la canciller¨ªa israel¨ª por el pir¨®mano Benjam¨ªn Nethanyahu (alias Bibi).
Escribo en momentos (lunes 4 de noviembre, d¨ªa de San Carlos) en que el Consejo de Seguridad a¨²n debate la resoluci¨®n ¨²nica (como quieren los EE UU) pero condicionada (como quieren Francia y M¨¦xico) a que se eval¨²en las capacidades militares reales de Irak, se abra un comp¨¢s de espera, se elimine el 'gatillo autom¨¢tico' deseado por Washington y se establezca un proceso en dos tiempos: primero, inspecci¨®n y s¨®lo despu¨¦s, determinaci¨®n.
Sin duda, empiezan a contar las manifestaciones multitudinarias (doscientas mil personas en Nueva York, cincuenta mil en San Francisco) contra la petroaventura de Bush, Cheney y compa?¨ªa. Acaso, como lo pronostic¨® hace pocos d¨ªas en Oviedo el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras, Arthur Miller, despu¨¦s de la elecci¨®n del 5 de noviembre el tema 'Irak' se desvanezca poco a poco hasta desaparecer del escenario pol¨ªtico norteamericano...
La postura digna y constructiva del Gobierno mexicano en este caso ha provocado, como tantas otras veces en el pasado, que se levante un coro de voces amenazantes contra nuestro pa¨ªs. The Wall Street Journal, naturalmente, encabeza el coro del castigo. Migraci¨®n, comercio, narcotr¨¢fico. Ahora M¨¦xico ya no ser¨¢ visto como socio, sino como enemigo. Somos otra vez, dice The New York Times, 'vecinos distantes'.
Pamplinas, como dec¨ªan nuestras abuelitas. Los EE UU pueden hacerle gestos a las corporaciones y a los inversionistas norteamericanos en M¨¦xico. Lo que no pueden es detener o disminuir siquiera una relaci¨®n que beneficia enormemente al sector privado norteamericano. No hay empresa norteamericana en M¨¦xico dispuesta a cortarse la nariz para insultar a la cara. ?De cu¨¢ndo ac¨¢ las fobias y caprichos de Washington han detenido los intereses de las finanzas y el empresario norteamericano en M¨¦xico, en China o en Arabia Saud¨ª? Y en cuanto al tr¨¢fico de drogas, la pelota est¨¢ en el lado norteamericano. Mientras haya millones de consumidores gringos y grandes intereses que los protejan, el veneno seguir¨¢ fluyendo, contra la ley de la gravedad, de sur a norte.
Vivimos un mundo nuevo. En vez de bipolaridad, 'unipolaridad'. Pero el t¨¦rmino mismo es un contrasentido. El globo necesita dos polos para girar con equilibrio. El contrapolo no es la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ahora, debe serlo la comunidad internacional entera. Con sus evidentes debilidades. Pero con sus posibles fuerzas.
M¨¦xico y Francia, actuando juntos, tienen una gran obra constructiva por delante. Por la raz¨®n. Por la diversificaci¨®n de relaciones pol¨ªticas y econ¨®micas. Y contra los mesianismos especulares en que el reflejo de una imagen ciega la visi¨®n de la otra.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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