Listo y tramposo
Es Roger Avary sacerdote con aspiraciones a pont¨ªfice en la tienda y la trastienda del llamado cine de culto, un cine casi siempre ajeno a lo que les pasa o les deja de pasar a los hombres no fingidos, y que obedece a c¨®digos de lenguaje que buscan destinatarios devotos, parroquiales, que en vez de por signos se mueven por gui?os.
Es Las reglas del juego el m¨¢s concienzudo trabajo de este aficionado a profeta, y hay en ¨¦l (desde su t¨ªtulo, que malsuena a Renoir) busca de resonancias de cine adulto, que luego se avienen mal con las simplificaciones a que conduce su idea, o su indagaci¨®n, de esas reglas del juego. Porque es la falta de reglas en su propio juego lo que define a este tramposo filme, que obedece a un juego amorfo y, aunque cargado hasta los topes de busca de originalidades, es finalmente rutinario. Porque hay en ¨¦l una falsa convocatoria a violadores de reglas que no son tales, pues no hay reglas que violar en un relato sin definici¨®n formal, listo pero impreciso y embarullado.
LAS REGLAS DEL JUEGO
Direcci¨®n y gui¨®n: Roger Avary. Int¨¦rpretes: James Van Der Beek, Ian Shomerhalder, Shannyn Sossomon, Jessica Biel, Kip Perdue, Faye Dunaway, Thomas Ian Nicholas, Kate Bosworth. G¨¦nero: drama. Estados Unidos, 2002. Duraci¨®n: 110 m.
Hay astucia, manifestaci¨®n menor de la inteligencia, en esta pretenciosa pel¨ªcula, que quiere ser pesimista pero su pegada no llega a esas alturas de la nobleza esc¨¦ptica que requiere el verdadero pesimismo y no pasa de un peque?o viaje en negruras pijas y de sal¨®n. Entramos con embudo en un ¨¢mbito escolar donde se mueven sexos, violencias, drogas, descerebramientos, suicidios y una gama de escatolog¨ªas que se cruzan con el ajetreo (sin acci¨®n) de gente completamente torcida y retorcida no porque lo sea su alma, que no la tienen, sino por decisi¨®n privada del guionista.
Y -entre canciones ajenas de una banda sonora parasitaria- jugamos a una inacabable monograf¨ªa de polvos, medios polvos, suicidios, medios suicidios, masturbaciones, borracheras, r¨¦plicas, tics soeces (hay una agobiante descarga de centenares de 'que te follen') y chutes de droga, un rid¨ªculo gazpacho adobado con elevadoras gotas de Nietzsche. Y jugamos sin regla alguna a rebobinajes y adelantamientos del ajetreo (sin acci¨®n); a intromisiones de la subjetividad en la secuencia objetiva; a escenas de choque con efectistas giros c¨ªnicos rebuscadamente crueles, como la deliciosa violaci¨®n por detr¨¢s, con v¨®mito incluido, a una chica dormida; o la mamada al profesor; o el cobro de su pasta por las malas del camello, cuya estrategia de puesta en imagen roba Avary literalmente a su primo Tarantino; y un chaparr¨®n de amaneramientos que quieren y no logran ser ni sombras de formas de verdadero cine negro, duro, pesimista.
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