El complejo universo y la genialidad de Einstein brillan otra vez en Nueva York
El Museo de Ciencias Naturales exhibe numerosos documentos, recuerdos y manuscritos
'No tengo talentos especiales, pero s¨ª soy profundamente curioso'. A Albert Einstein (1879-1955) quiz¨¢ le hubiera sorprendido el despliegue con el que a partir de hoy el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York ilustra y explica la vida y obra del cient¨ªfico m¨¢s genial del siglo XX. Einstein no s¨®lo encontr¨® la ecuaci¨®n matem¨¢tica m¨¢s conocida del mundo -E=mc2-, aunque escape a los profanos, su legado es mucho m¨¢s amplio. La muestra no elude ninguno de los aspectos m¨¢s discutidos de la vida del homenajeado.
En abril de 1921, un periodista de The New York Times, desbordado por la cantidad de datos con la que le abrumaba el cient¨ªfico, pregunt¨® a la se?ora Einstein: '?Usted entiende algo de la teor¨ªa de la relatividad?'. 'No', le contest¨®. 'Ha tratado de explic¨¢rmela muchas veces pero no creo que sea esencial para mi felicidad'.
Con todo lo complicada y ¨¢rida que podr¨ªa resultar una exposici¨®n sobre astrof¨ªsica, el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York se lanza desde ma?ana a la aventura de contar la vida de Einstein y explicar sus teor¨ªas, en colaboraci¨®n con la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n y el Skirball Center de Los ?ngeles. Recuerdos de infancia, documentos originales y montajes did¨¢cticos ayudan a entender la compleja personalidad del genio y el alcance de sus descubrimientos.
Tambi¨¦n esclarece algunos t¨®picos persistentes y no teme abordar aspectos delicados: Einstein no era un alumno mediocre pero no le gustaba la disciplina de sus profesores; no particip¨® en el Proyecto Manhattan que fabric¨® la bomba de Hiroshima, los estadounidenses lo consideraban como un riesgo para su seguridad nacional; no gan¨® el Nobel en 1921 por la teor¨ªa de la relatividad, demasiada controvertida para la ¨¦poca, sino por sus estudios sobre el efecto fotoel¨¦ctrico; acumul¨®, a sabiendas de su segunda mujer y prima, Elsa Loewenthal, numerosas aventuras extramatrimoniales; al final de sus d¨ªas se sumi¨® en un creciente aislamiento, tanto de la comunidad cient¨ªfica como de su familia, hasta su muerte en Princeton, el 18 de abril de 1955, a los 76 a?os.
Un a?o de hallazgos
En 1905, a la edad de 26 a?os, mientras trabajaba en la oficina de patentes en Berna (Suiza), Einstein desarroll¨® teor¨ªas que revolucionar¨ªan el mundo de la ciencia: formul¨® predicciones importantes sobre el movimiento aleatorio de las part¨ªculas dentro de un fluido, intuiciones que luego fueron confirmadas en experimentos posteriores; en su art¨ªculo sobre el efecto fotoel¨¦ctrico, anticip¨® un teor¨ªa revolucionaria sobre la naturaleza de la luz; y por supuesto revolucion¨® la visi¨®n mec¨¢nica del mundo propugnada por Newton al relacionar, en la famosa ecuaci¨®n, la energ¨ªa, la masa y la velocidad de la luz. Fue el llamado Annus mirabilis. La fama le lleg¨® en 1919 cuando logr¨® predecir la inclinaci¨®n de la luz de las estrellas al aproximarse al Sol, lo que pudo comprobar una expedici¨®n en ?frica del astr¨®nomo brit¨¢nico Arthur Eddington durante un eclipse solar. El descubrimiento dio pie a posibilidades ilimitadas. 'La diferencia entre pasado, presente y futuro es s¨®lo una ilusi¨®n persistente', afirm¨® Einstein. Una pared cubierta de relojes trata de acercar la idea al visitante profano y algo perdido. El texto de la exposici¨®n hace lo posible por ser did¨¢ctico: 'Cuanto m¨¢s r¨¢pido uno se desplaza, m¨¢s despacio pasa el tiempo: cinco a?os en un nave espacial que viaje al 99% de la velocidad de la luz (300 kil¨®metros por segundo) corresponden a 36 a?os en la tierra. Si la nave volviera, sus tripulantes habr¨ªan viajado 31 a?os en el futuro pero s¨®lo habr¨ªan envejecido cinco. Dicho de otro modo, si Einstein hubiera realizado este viaje al nacer en 1879 tendr¨ªa ahora 17 a?os'. Las otras consecuencias fueron mucho m¨¢s mort¨ªferas. En una carta dirigida al presidente Franklyn Delano Roosevelt, fechada el 2 de agosto de 1939, Einstein, preocupado por los descubrimientos cient¨ªficos de los nazis, aconseja al mandatario estadounidense 'acelerar los experimentos con energ¨ªa at¨®mica'. Poco despu¨¦s, el 19 de octubre, Roosevelt confirma que 'investigar¨¢' los experimentos sobre el uranio, lo que dar¨ªa pie al Proyecto Manhattan a partir de diciembre de 1941. Einstein repiti¨® a lo largo de su vida que ¨¦ste hab¨ªa sido uno de sus peores errores. El 25 de marzo de 1945 volv¨ªa a dirigirse al presidente para pedirle que no bombardeara Jap¨®n. Se piensa que esta carta nunca lleg¨® a ser le¨ªda. Roosevelt muri¨® el 12 de abril y en agosto las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki desaparec¨ªan del mapa. Einstein ten¨ªa relaciones complicadas con la fama. En una ocasi¨®n, un periodista le pregunt¨® por su pelo. 'Es s¨®lo pereza', contest¨® el cient¨ªfico. Siempre mostr¨® un absoluto desprecio por las apariencias y las formas. En la foto del 1 de octubre de 1940 en Trenton (Nueva Jersey), cuando consigui¨® la ciudadan¨ªa estadounidense, Einstein no tiene calcetines. 'En el pasado nunca se me hubiera podido ocurrir que el mundo fuera a observar cada uno de mis movimientos. De saberlo me hubiera encerrado m¨¢s en mi coraza', coment¨® en una ocasi¨®n.
F¨ªsica y mujeres
'A Einstein le gustaban tanto las mujeres como la f¨ªsica', asegura uno de los paneles de la exposici¨®n que incluye los papeles originales del divorcio de su primera mujer y compa?era de universidad Mileva Maric, algunas de sus cartas ('Querida gatita, acabo de leer un estupendo art¨ªculo de Lenard sobre los rayos ultravioletas') y correspondencia con sus numerosas amantes, como Betty Newman, la sobrina de un amigo con la que mantuvo una larga relaci¨®n. Pero Einstein era un hombre solitario. 'Soy un viajante solitario y nunca he pertenecido a mi pa¨ªs, ni a mi casa, a mis amigos o incluso a mi familia m¨¢s inmediata. Nunca he perdido el sentido de la distancia ni la necesidad de la soledad, sentimientos que han aumentado con los a?os'.
El pacifista perseguido
Einstein dedic¨® la mayor parte de su vida a apuntalar sus geniales intuiciones de 1905. Se convirti¨® tambi¨¦n en un enardecido activista pol¨ªtico, un pacifista convencido. Por ello fue perseguido por los tribunales de la era McCarthy e investigado por el FBI, que acumul¨® 1.500 documentos sobre el cient¨ªfico. La investigaci¨®n, que dur¨® hasta su muerte, incluy¨® a su secretaria, Helen Dukas, que viv¨ªa con ¨¦l, su hijastra y su hermana, en Princeton. Los agentes no ten¨ªan reparos en hurgar en la basura e intervenir los tel¨¦fonos, pese a no tener autorizaci¨®n oficial.
Originario de una familia jud¨ªa asimilada, no era un ferviente practicante ni cre¨ªa en Dios. Prefer¨ªa considerarse como un 'no creyente profundamente religioso'. Pero s¨ª cre¨ªa en Israel y abog¨® por la causa sionista, aunque hasta 1947 se hab¨ªa mostrado m¨¢s partidario de un estado com¨²n entre ¨¢rabes y jud¨ªos. En noviembre de 1952, el embajador israel¨ª en EE UU, Abba Eban, le ofreci¨® la presidencia de Israel al morir Chaim Weizman, pero Einstein, amablemente, la rechaz¨®. A su muerte dej¨® todo su legado a la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n.
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