Dignidad salarial

La incontinencia que se gasta Alejandro Font de Mora, portavoz del PP en las Cortes Valencianas, a cuenta del Plan Hidrol¨®gico Nacional (PHN) contrasta con la mudez repentina que le ha sobrevenido tras el desacuerdo con el PSPV en lo tocante al estatuto de los ex presidentes de la Generalitat. Estos cambios de car¨¢cter no deber¨ªan sorprender a nadie porque, como gusta de recordar Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, una cosa es predicar y otra dar trigo. Y el PHN se presta m¨¢s que ninguna otra cosa a la pirotecnica verbal, pues de nada hablamos porque nada existe -sabido es que lo que no est¨¢ en los presupuestos no es de este mundo-, mientras que la dignidad de los ex presidentes se tasa y se mide en las cuentas oficiales de la Generalitat porque as¨ª lo acordaron quienes pudieron en su momento.

Lo malo -o lo bueno, seg¨²n se mire- de reducir la dignidad a una mera cuesti¨®n materialista es que al personal se le ven las verg¨¹enzas con mucha facilidad. En tiempos de Eduardo Zaplana se sospechaba que su egocentrismo le hac¨ªa confundir la dignidad institucional con la suya personal, pero tuvo que llegar Jos¨¦ Luis Olivas a la presidencia del Consell para que la sospecha se convirtiera en certeza y constatar de paso, junta regional del PP y Ana Botella, mediante, cu¨¢l es el concepto de la dignidad que tienen los populares. El presidente de la Generalitat fue ninguneado por sus compa?eros y por la se?ora de Aznar sin que nadie -ni siquiera el candidato Francisco Camps, convicto de ser del Valencia CF, pero s¨®lo confeso de valencianismo pol¨ªtico-, moviera un m¨²sculo para arropar a quien representa a todos los valencianos. Aunque para ser justos, tampoco es que Jos¨¦ Luis Olivas pusiera mucho de su parte para defender la dignidad del cargo que ostenta, especialmente cuando ejerci¨® de chevalier servant de la esposa del presidente del Gobierno. Mucho menos empe?o, desde luego, del que puso en reclamar hasta la saciedad que se le reconociera lo obvio: su condici¨®n de Molt Honorable President de la Generalitat.

Pero Olivas no cay¨® en la cuenta de que con su aparente exhibici¨®n de fuerza revelaba su debilidad. La peor de las situaciones para encarar una negociaci¨®n sobre el estatuto de los ex presidentes en que su figura ten¨ªa un mal encaje. Tanto que su partido tuvo que romper un mal acuerdo con los socialistas para realizar un peor apa?o. Si el estatuto de los ex presidentes hubiera contemplado cuestiones tan sensatas como la disponibilidad de coche y ch¨®fer oficial para acudir a los actos institucionales, asistente y seguridad de forma vitalicia, m¨¢s una compensaci¨®n por pertenecer al Consell Jur¨ªdic Consultiu (CJC) durante un periodo que fuera la mitad del tiempo del que ejercieron como presidentes, la pol¨¦mica habr¨ªa sido est¨¦ril y de escasa entidad. Pero al cambiar el acuerdo inicial, que ya de por si resultaba excesivo, para que Olivas pudiera pertenecer tambi¨¦n al CJC por un plazo de dos a?os con su correspondiente percepci¨®n econ¨®mica, la dignidad institucional qued¨® en un segundo plano ante la salarial.