Un brindis por la naturaleza humana
La historia del pensamiento est¨¢ llena de elucubraciones alucinadas que, lejos de iluminar y aclarar nuestra autoconciencia, m¨¢s bien han contribuido a enturbiarla y distorsionarla. Entre los fantasmas que ha producido el delirio de la raz¨®n destaca por su extravagancia y recurrencia la idea filos¨®fica de la ausencia de una naturaleza humana. Todas las otras especies tendr¨ªan una naturaleza (un genoma, un acervo g¨¦nico), pero los seres humanos ser¨ªan la excepci¨®n. La tesis de que los humanos constituyen la ¨²nica especie animal carente de naturaleza definida, pues son pura plasticidad, aparece ya claramente expresada en el humanista Pico della Mirandola. Desde Pico hasta los conductistas y existencialistas, pasando por los idealistas y marxistas, muchos han pensado que la especie humana carece de naturaleza, que somos pura libertad e indeterminaci¨®n y que venimos al mundo como una hoja en blanco (tamquam tabula rasa).
En realidad, cada una de nuestras c¨¦lulas contiene la definici¨®n de nuestra naturaleza inscrita en los cromosomas de su n¨²cleo. Nosotros somos rep¨²blicas de c¨¦lulas, a su vez originadas en remotos conflictos y alianzas de bacterias. Somos una de las yemas terminales del frondoso ¨¢rbol de la vida. El genoma de cada especie define sus capacidades espec¨ªficas: las ara?as pueden tejer; las abejas, producir miel; nosotros podemos hablar. El cocodrilo no aprende a hablar, aunque vaya a una escuela de pago, pues su naturaleza no se lo permite, sus genes no lo han preparado para ello. La naturaleza humana no es una entelequia metaf¨ªsica. La naturaleza humana es el genoma humano, id¨¦ntico en todos nosotros en un porcentaje del 999 por mil. El uno por mil de diferencia gen¨¦tica nos distingue a unos de otros, hace que seamos hombres o mujeres, calvos o peludos, listos o tontos, que cantemos como Pl¨¢cido Domingo o como yo.
Pico della Mirandola esta
ba convencido de la superioridad del hombre sobre las dem¨¢s criaturas. Por eso Dios escogi¨® al hombre como obra de naturaleza indefinida, y una vez lo hubo colocado en el centro del mundo, le habl¨® as¨ª: 'No te he dado, oh Ad¨¢n, ning¨²n lugar determinado, ni una presentaci¨®n propia ni ninguna prerrogativa exclusiva tuya; sino que aquel lugar, aquella presentaci¨®n, aquellas prerrogativas que t¨² desees, las obtendr¨¢s y conservar¨¢s seg¨²n tus deseos ... La naturaleza limitada de los dem¨¢s est¨¢ contenida en las leyes escritas por m¨ª. Pero t¨² determinar¨¢s tu propia naturaleza sin ninguna barrera, seg¨²n tu arbitrio, y al parecer de tu arbitrio la entrego. ...No te he hecho celeste ni terreno, mortal ni inmortal, para que por ti mismo, como libre y soberano art¨ªfice, te formes y te esculpas en la forma que hayas escogido'.
En el siglo XVIII, Helv¨¦tius y Condillac cre¨ªan que todos los seres humanos nacemos con exactamente las mismas capacidades, tendencias, talentos e inteligencia, y que las diferencias ambientales y educacionales bastan para explicar las diferencias observables. Marx pensaba que la naturaleza humana es simplemente el resultado de las relaciones de producci¨®n, de tal modo que, alterando las relaciones de producci¨®n, podr¨ªamos transformar la naturaleza humana misma. De ah¨ª el mito del 'hombre nuevo'. Seg¨²n Sartre, en los hombres la existencia como libertad precede a la esencia como naturaleza: los seres humanos son libres de elegir su propia naturaleza.
John Watson, el fundador del conductismo, pretend¨ªa ser capaz de convertir a cualquier ni?o, a trav¨¦s de una educaci¨®n adecuada, en cualquier tipo de ser humano o de profesional, con independencia de su idiosincrasia gen¨¦tica. Hoy sabemos que eso es imposible. Gran parte de la psicolog¨ªa conductista se basaba en el supuesto inveros¨ªmil de que venimos al mundo como una hoja en blanco, e ignoraba que nuestras reacciones dependen de nuestro cerebro, que a su vez depende de nuestro genoma. El avance imparable en la exploraci¨®n del genoma humano hace insostenible cualquier negaci¨®n de nuestra naturaleza. Chomsky ya hab¨ªa mostrado la incapacidad del conductismo para dar cuenta del desarrollo del lenguaje infantil. Pinker acaba de extender el razonamiento chomskyano a todas nuestras capacidades en su nuevo libro, The Blank Slate (la t¨¢bula rasa), un ataque devastador contra 'la negaci¨®n moderna de la naturaleza humana'. Dejando de lado asuntos de detalle, es obvio que Pinker tiene raz¨®n. Esto hay que celebrarlo. Brindo por la naturaleza humana, que nos hace ser lo que somos; en fin, brindo por todos nosotros.
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