Camus y el terrorismo en Argelia
La pregunta que ya entonces planteaba era saber si la c¨¦lebre expresi¨®n de Hegel seg¨²n la cual 'la violencia engendra la historia' no es a menudo la coartada del deshonor y la fuente de una desgracia a?adida para todos aquellos que comparten la condici¨®n humana.
'Cuando el oprimido empu?a las armas en nombre de la justicia, da un paso en la tierra de la injusticia'.
Pertinente, oportuna y estimulante: as¨ª es realmente la idea de redescubrir la actualidad de Camus y de subrayarla. Actualidad que se dispara con la publicaci¨®n simult¨¢nea de tres libros sobre los que quisi¨¦ramos que uno de ellos no perjudicase a los otros dos por lo imbricados que est¨¢n y lo complementarios que son los temas abordados. El ¨²ltimo volumen de los Cahiers Albert Camus contiene todos los editoriales y art¨ªculos escritos para Combat desde 1944 hasta 1947. Una edici¨®n felizmente realizada por Jacqueline L¨¦vi-Valensi, tambi¨¦n autora del prefacio. Se trata de la presidenta de la Sociedad de Estudios Camusianos, que, por otro lado, ha tenido el m¨¦rito de reunir varios textos de Camus dedicados al terrorismo. Al releerlos, uno se pregunta c¨®mo nadie hab¨ªa pensado antes en ello. Por ¨²ltimo, creo que es a Catherine Camus, molesta con raz¨®n por los estereotipos en relaci¨®n al supuesto 'silencio' de su padre sobre Argelia, a quien hay que agradecer que se vuelvan a publicar en la colecci¨®n Folio las Chroniques alg¨¦riennes, escritas entre 1939 y 1958 y que ya formaban el tomo III de Actuelles.
El escritor se plante¨® si la idea de que 'la violencia engendra la historia' no es la coartada del deshonor y la fuente de la desgracia a?adida para los que comparten la condici¨®n humana
En estos tres libros se habla de la Resistencia y de la revoluci¨®n, de Argelia y de la violencia, del honor y la rebeli¨®n. En definitiva, el tema dominante es el Mal
Camus pensaba en las matanzas contra los civiles, sobre las que no ces¨® de afirmar que ensuciaban y alienaban todas las causas. Tras esta denuncia de la violencia contra los inocentes lanz¨® su 'Llamamiento a una tregua civil en Argelia'
Deseaba la tregua para negociar una paz que no pod¨ªa ser la del Frente de Liberaci¨®n Nacional. De todos modos, no hab¨ªa derecho a entregar Argelia al capricho de un partido ¨²nico
Camus: 'Debemos condenar con igual fuerza el terrorismo aplicado por el FLN tanto contra los civiles franceses como, e incluso en una proporci¨®n mayor, contra los ¨¢rabes'
En estos tres libros se habla de la Resistencia y de la revoluci¨®n, de Argelia y de la violencia, del honor y de la rebeli¨®n. En definitiva, el tema dominante es el Mal. Y la pregunta, planteada por primera vez bajo este ¨¢ngulo no religioso, es saber si la c¨¦lebre expresi¨®n de Hegel, repetida por todos los ide¨®logos e id¨®latras del Estado, seg¨²n la cual 'la violencia engendra la historia', no es a menudo la coartada del deshonor y la fuente de una desgracia a?adida para todos aquellos que comparten la condici¨®n humana. Es a esta pregunta a la que responde, en Camus, el miembro de la Resistencia franc¨¦s, el periodista pied-noir y el escritor mediterr¨¢neo.
Los editoriales de Camus para Combat, el de la gran ¨¦poca, es decir, durante la clandestinidad y tras la Liberaci¨®n, provocan la nostalgia de las sociedades en las que no reinaban ni el escarnio, ni la denigraci¨®n, ni el diletantismo de los nihilistas, ni la comodidad intelectual de los resignados. Una tensi¨®n ¨¦pica los sostiene. Un estremecimiento pascaliano de un lirismo tenebroso conduce al lector m¨¢s all¨¢ de los atolladeros de lo tr¨¢gico. ?Qu¨¦ tensi¨®n! Durante varias semanas, Camus, enfermo, se vio obligado a dejar el peri¨®dico. Fran?ois Mauriac ten¨ªa la costumbre de polemizar con su joven colega. Escribi¨®: 'A decir verdad, desde que Albert Camus no est¨¢ aqu¨ª, los admiradores de Combat, entre los cuales tengo el honor de figurar, viven del perfume de un jarr¨®n desde luego no roto, pero en sus tres cuartas partes vac¨ªo'. Esto subraya la connivencia cristiana y justiciera del gran novelista cat¨®lico con el agn¨®stico que afirmaba que se pod¨ªa ser cristiano sin Dios.
Encontramos en esta recopilaci¨®n a los cl¨¢sicos, es decir, los c¨¦lebres art¨ªculos en los que Camus, el ¨²nico de toda la prensa, se negaba a alegrarse por el bombardeo at¨®mico de Hiroshima; la protesta, siempre solidaria, en medio de las fiestas de la Liberaci¨®n, contra las matanzas de argelinos tras las manifestaciones en la regi¨®n de Constantina; el elogio de un reglamento para la prensa que prohibiese a los mercaderes envilecer 'la profesi¨®n m¨¢s hermosa del mundo' (el periodismo); por ¨²ltimo, la f¨®rmula envenenada cuando Claudel, en diciembre de 1944, public¨® un poema en el que Francia ped¨ªa a De Gaulle que la mirase a los ojos y le llamaba: 'Usted mi general, que es mi hijo', y el general respond¨ªa: '?C¨¢llate, mujer!'. A lo que Camus replic¨®: 'Sentimos por las grandes obras del se?or Claudel la admiraci¨®n que merece. Tenemos por el general De Gaulle el respeto que se le debe. Pero es evidente que este poema ridiculiza tanto al uno como al otro, y es una pena. (...) Uno puede realizar con ¨¦xito una imagen de la Biblia y fracasar con una de Epinal'. Pero tambi¨¦n es en Combat donde publica la importante serie de art¨ªculos titulada Ni v¨ªctimas ni verdugos, que traduce su primera hostilidad teorizada contra el bolchevismo.
El ¨²ltimo art¨ªculo publicado en los Cahiers Albert Camus enlaza con el que re¨²ne los textos sobre Argelia. Se trata nada m¨¢s y nada menos que de una carta firmada por Albert Camus y Ren¨¦ Char sobre la condena a muerte por el tribunal militar de Argel de dos soldados argelinos por desertar y pasarse al enemigo, nueve a?os antes, en el momento de la debacle de 1940. 'Les pedimos que tengan a bien comparar esta implacable sentencia (teniendo en cuenta el clima de 1940) con la que recay¨® con mucha moderaci¨®n sobre los generales acusados de haber ofrecido sus servicios al enemigo, siendo prisioneros del ej¨¦rcito alem¨¢n'. Sobre todo porque los argelinos de aquella ¨¦poca no eran ciudadanos franceses.
A decir verdad, hay que recordarlo y repetirlo, Camus fue uno de los primeros y tal vez el ¨²nico, junto con el historiador Charles-Andr¨¦ Julien, en decirlo todo sobre Argelia desde 1935. Se citan siempre sus grandes reportajes sobre la miseria en Kabilia, primera y ¨²nica china en el zapato de la prensa francesa de Argelia, y, en efecto, estos art¨ªculos infunden respeto. Pero hay que releer las frases premonitorias, inspiradas y cargadas de gratitud del joven Camus cuando acogi¨® las primeras declaraciones ciudadanas y francesas del futuro presidente argelino Ferhat Abbas, cuyas reivindicaciones, por aquel entonces muy moderadas, siempre apoy¨®. Camus, que hasta entonces s¨®lo se interes¨® por los nacionalistas argelinos hasta el punto de reprochar a sus amigos comunistas su distanciamiento respecto a los independentistas de Messali Hadj, vio de pronto en Ferhat Abbas al hombre que, milagrosamente, pod¨ªa borrar el pecado de la colonizaci¨®n gracias a una revoluci¨®n igualitaria con la colaboraci¨®n de Francia. Negar la ciudadan¨ªa francesa a los colonizados que quer¨ªan solicitarla era, evidentemente, 'un crimen'. Esto no se le escap¨® a Camus, que enfureci¨®. Lo volvi¨® a denunciar justo despu¨¦s de la Liberaci¨®n.
En realidad, Camus no dej¨® de temer que la conjunci¨®n de miseria y represi¨®n condujese al pueblo argelino al resentimiento, a la rebeli¨®n y al levantamiento. En ese momento, dec¨ªa, nadie podr¨¢ controlar nada. 'Para una naci¨®n como Francia, existe una forma suprema de renuncia que es la injusticia. En Argelia, esta renuncia precedi¨® a la revuelta ¨¢rabe y explica el nacimiento de ¨¦sta, aunque no justifique sus excesos'. Pero conclu¨ªa: 'Desde el 20 de agosto, ya no quedan inocentes en Argelia, salvo aquellos, vengan de donde vengan, que mueren. Aparte de ellos, s¨®lo hay unas culpabilidades cuya diferencia es que una es muy antigua y la otra muy reciente. (...) Cuando el oprimido empu?a las armas en nombre de la justicia, da un paso en la tierra de la injusticia'.
Tregua civil
Camus pensaba en las matanzas contra los civiles, sobre las que no ces¨® de afirmar que ensuciaban y alienaban todas las causas. Fue tras esta denuncia profunda, solemne y pat¨¦tica de la violencia contra los inocentes, cuando Camus lanz¨® su Llamamiento a una tregua civil en Argelia. En la redacci¨®n de L'Express, donde compart¨ªa despacho conmigo los d¨ªas en que ven¨ªa a escribir su editorial, se alarmaba ante m¨ª por la 'cobertura' medi¨¢tica, unas veces indiferente y otras partidista, sobre los actos de violencia. A decir verdad, su reflexi¨®n pol¨ªtica se aliment¨® cada vez m¨¢s de la protesta contra la violencia. Camus deseaba una tregua para negociar una paz que no pod¨ªa ser la del Frente de Liberaci¨®n Nacional (FLN), la cual, como dec¨ªa ¨¦l, corr¨ªa el riesgo de ser la del islam. De todos modos, no hab¨ªa derecho a entregar Argelia al capricho de un partido ¨²nico.
Un gran debate sigue teniendo lugar hoy sobre lo que se ha dado en llamar el 'silencio' de Camus a partir de ese momento. Pero Camus se manifest¨®, es cierto, bajo otras muchas formas, y la obra publicada por Catherine Camus as¨ª lo demuestra. Pero la palabra 'silencio' no es una invenci¨®n de sus enemigos. Esto es lo que Camus escrib¨ªa el 28 de mayo de 1956 en una carta en la que reclamaba la libertad de su amigo Jean de Maisonseul: 'Hasta ahora me he impuesto el silencio sobre la cuesti¨®n argelina para no a?adir m¨¢s a la desgracia francesa y porque, finalmente, no aprobaba nada de lo que se dec¨ªa tanto desde la derecha como desde la izquierda'. Fue en 1958 cuando Camus escribi¨® su profesi¨®n de fe m¨¢s importante, de la que pueden extraerse las frases siguientes: 'Todav¨ªa no ha existido jam¨¢s una naci¨®n argelina. Los jud¨ªos, los turcos, los griegos, los italianos y los bereberes tendr¨ªan el mismo derecho a reclamar la direcci¨®n de esta naci¨®n virtual. Los ¨¢rabes no forman por s¨ª solos toda Argelia. (...) Los ¨¢rabes pueden al menos reclamar su pertenencia, no a una naci¨®n, sino a una especie de imperio musulm¨¢n espiritual o temporal. Espiritualmente, este imperio existe, su cimiento y su doctrina es el islam, pero existe tambi¨¦n un imperio cristiano, al menos igual de importante, que no se debe incluir como tal en la historia temporal'.
Reparaci¨®n francesa
Camus propuso declarar que la era del colonialismo se hab¨ªa terminado y que Francia, reconociendo sus errores pasados y presentes, estaba dispuesta a repararlos. Pero como una injusticia no puede reparar otra, exigi¨® que Francia se negase a capitular ante la violencia y a favorecer el sue?o de lo que llamaba 'el imperio ¨¢rabe'. Finalmente se vio llevado a preconizar una soluci¨®n federal desarrollada por un profesor de Derecho, Marc Lauriol, y que desembocar¨ªa, seg¨²n este ¨²ltimo, en una Commonwealth francesa.
Por muy deseosos que estemos de que se haga justicia a Camus -y se puede adivinar que ¨¦se es mi caso-, por muy empe?ados que estemos en recordar nuestra deuda hacia un hombre que pr¨¢cticamente lo previ¨® todo, por muy atentos, en definitiva, que nos obliguemos a estar ante las significaciones del ¨¦xodo de los j¨®venes argelinos que hoy escogen la Rep¨²blica francesa para ser m¨¢s fieles a sus or¨ªgenes, s¨®lo podemos constatar la irrealidad de las posiciones pol¨ªticas de Camus. En el momento en que propon¨ªa el federalismo, las cartas, por desgracia, ya estaban echadas. T¨²nez y Marruecos eran independientes. La emancipaci¨®n de los pueblos colonizados fue oficiada durante la solemne Conferencia de Bandung (Indonesia). El nacionalismo ¨¢rabe ten¨ªa todos los rostros de la liberaci¨®n, y su impulso descolonizador se llev¨® consigo en un soplo ejemplar, de Vietnam a Cuba, a todos los pueblos privados de dignidad. En estas condiciones, se ve mal -personalmente, no lo veo- c¨®mo se podr¨ªa escapar a la soluci¨®n, sin duda hist¨®ricamente injusta y moralmente ambigua, de conceder la independencia para ¨²nico beneficio de un FLN sacralizado. La idea de aislar a Argelia en el interior del mundo ¨¢rabe para construir en ella una especie de L¨ªbano resiste mal un an¨¢lisis serio. Fue Raymond Aron quien tuvo raz¨®n contra Camus al recomendar con bastante frialdad que se preparase sin m¨¢s dilaci¨®n el regreso a Francia de los franceses de Argelia.
'Am¨¦ con pasi¨®n', escribi¨® Camus, 'esta tierra en la que nac¨ª, de ella saqu¨¦ todo lo que soy, y nunca me he separado, en mi amistad, de ninguno de los hombres que en ella viven, sean de la raza que sean. Aunque haya conocido y compartido las miserias que en ella abundan, para m¨ª ha seguido siendo la tierra de la felicidad, de la energ¨ªa y de la creaci¨®n, y no puedo resignarme a verla convertirse por mucho tiempo en la tierra de la desgracia y del odio'.
'El terrorismo tal y como se practica en Argelia ha influido en gran medida en mi inquietud. Cuando el destino de los hombres y de las mujeres de tu propia sangre se ve inmerso, directamente o no, en estos art¨ªculos que se escriben tan f¨¢cilmente en la comodidad del despacho (...), no dejo de temer, a la luz de los extensos errores franceses, ofrecer una coartada, sin riesgo alguno para mi persona, al loco criminal que lanzar¨¢ su bomba sobre una multitud inocente entre la que se encuentran los m¨ªos'. Camus declaraba m¨¢s adelante que nunca ser¨¢ de la raza de aquellos que piensan que el hermano debe morir antes que los pr¨ªncipes. As¨ª pues, ?la madre antes que la justicia? En realidad, Camus se preguntaba sencillamente qu¨¦ justicia puede ser aquella que pone a su madre en peligro y que exige que no se preocupe por ella.
Sobre la tortura, a?ad¨ªa: 'Las represalias contra las poblaciones civiles y la pr¨¢ctica de torturas son unos cr¨ªmenes ante los que todos debemos mostrarnos solidarios. Que estos hechos hayan podido producirse entre nosotros es una humillaci¨®n a la que en adelante habr¨¢ que hacer frente. Mientras tanto, debemos al menos rechazar toda justificaci¨®n, aunque fuese por su eficacia, de estos m¨¦todos. En efecto, desde el momento en que, incluso de forma indirecta, se justifican, ya no hay reglas ni valores, todas las causas valen, y la guerra sin objetivo ni ley consagra el triunfo del nihilismo. (...)'.
'Pero, para ser ¨²tiles tanto como equitativos, debemos condenar con igual fuerza y sin precauciones ling¨¹¨ªsticas el terrorismo aplicado por el FLN tanto contra los civiles franceses como, e incluso en una proporci¨®n mayor, contra los civiles ¨¢rabes. Este terrorismo es un crimen que no se puede disculpar ni permitir que se desarrolle. Ning¨²n movimiento revolucionario lo ha admitido jam¨¢s bajo la forma en que se practica, y los terroristas rusos de 1905, por ejemplo, hubiesen muerto (y dieron pruebas de ello) antes que rebajarse a eso. Despu¨¦s de todo, Gandhi ha demostrado que se pod¨ªa luchar por el pueblo y vencer sin dejar ni un solo d¨ªa de ser digno. Sea cual sea la causa que se defiende, siempre quedar¨¢ deshonrada por la masacre ciega de una multitud inocente en la que el asesino sabe con antelaci¨®n que alcanzar¨¢ a la mujer y al ni?o'.
Se puede decir al mismo tiempo que toda la moral de Camus est¨¢ contenida en esta actitud, definida con m¨¢s exactitud en otro pasaje: 'Cuando la violencia responde a la violencia en un delirio que se exaspera y vuelve imposible el simple lenguaje razonado, el papel de los intelectuales no puede ser, como se lee a diario, disculpar desde la lejan¨ªa una de las violencias y condenar la otra, lo que tiene el doble efecto de indignar hasta la furia al violento condenado y alentar una mayor violencia en el violento declarado inocente'. Uno no puede leer estas l¨ªneas sin pensar en la segunda guerra de Argelia, ya que los hermanos enemigos se destrozan entre s¨ª en una intimidad atroz y una ceguera indistinta. La Argelia de estos ¨²ltimos a?os transmite un sentimiento irreprimible de maldici¨®n. Pero obligados, en la actualidad, a ser los notarios de las abominaciones y los cronistas del horror entre las filas de los israel¨ªes y de los palestinos, es cierto que las palabras de Camus se nos imponen como una luz a la vez implacable y solar.
Quedan las tesis generales sobre el terror y sus agentes ejecutores. Que el fin nunca justifica los medios, que la violencia contra la injusticia debe imponerse l¨ªmites a s¨ª misma, que el mal termina siempre por engendrar m¨¢s mal y que a menudo hay que situarse en un bando contra el otro, todo esto puede muy bien inspirar directamente los mismos comportamientos tanto ayer como hoy. Pero algo ha cambiado desde la ¨¦poca en que escrib¨ªa Camus, y parece que haya escapado a las sabias miradas de dos juristas encargados de comentar estas reflexiones sobre el terrorismo. Lo que ha cambiado es que se mata cada vez m¨¢s directamente y cada vez menos por poderes. Lo que ha cambiado es el precio de la vida, no para los gobernantes, claro est¨¢, sino para las masas. El miedo a la muerte, la pesadilla ante la idea de que uno mismo sea herido o pierda a un ser querido, el gusto por la felicidad y por la vida, han desertado del bando de los kamikazes que organizan los atentados suicidas y se transforman en bombas humanas. Se puede decir lo mismo de algunos de sus enemigos desde que hemos visto al asesino de Hebr¨®n y al asesino de Rabin integrar su propia muerte en el acto, y hemos comprendido muy bien que los inspiradores de un integrismo jud¨ªo prefieren a menudo la sangre de las reconquistas a la paz del reparto y de los compromisos. Camus lo hab¨ªa previsto todo salvo la fascinaci¨®n de los criminales por el suicidio en el nombre de Dios.
?tica de la violencia
Sin embargo, pese a la verdadera regresi¨®n sufrida en la ¨¦tica de la violencia, pese al hecho de que ya no nos sorprenda leer, en nuestro diario de la ma?ana, la narraci¨®n de degollaciones de ni?os, despanzurramientos de mujeres embarazadas o decapitaciones de ancianos con un hacha, algo esencial permanece en la obsesi¨®n camusiana sobre los l¨ªmites absolutos que debe conocer el uso de la violencia. El mejor ejemplo nos lo ofrecen las dos guerras de Argelia. Desde noviembre de 1954 hasta julio de 1962, las atrocidades contra los civiles, fuesen franceses o no, musulmanes o no, no dejaron de responder a la tortura, a las redadas, a los desplazamientos de poblaci¨®n y a los bombardeos de la represi¨®n francesa. Los compa?eros de viaje de los insurrectos del FLN cre¨ªan poder afirmar entonces dos cosas. La primera consist¨ªa en subestimar de forma sistem¨¢tica la dimensi¨®n isl¨¢mica de la lucha de los argelinos. La segunda, en justificar lo que denominaban 'los bombardeos del pobre', a saber, el terrorismo indiscriminado. Ambas afirmaciones han demostrado ser falsas. No insistir¨¦ aqu¨ª en la primera, que se refiere al islam, aunque este error de apreciaci¨®n se vea tr¨¢gicamente confirmado por los acontecimientos m¨¢s recientes. La filosof¨ªa tercermundista, que consiste en uniformizar todas las revueltas explic¨¢ndolas por la relaci¨®n del oprimido con el opresor, por muy justificada que sea en muchos aspectos, est¨¢ lejos de dar cuenta de la emergencia de los renacimientos religiosos. (...)
? Le Nouvelle Observateur.
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