Izquierdas y derechas latinoamericanas
En pol¨ªtica nada hay m¨¢s peligroso que los simplismos. Pero todos los d¨ªas los sufrimos y por eso mismo hay quienes interpretaron el triunfo de Uribe en Colombia como una simple victoria de la derecha, y ahora el de Lula da Silva en Brasil, como un clamoroso desv¨ªo hacia la izquierda.
Los temas son m¨¢s complejos. Empezando por Colombia, advirtamos que Uribe defendi¨® una l¨ªnea firme en la lucha contra la guerrilla, pero no por ello representa un derechismo reaccionario o algo as¨ª. Por el contrario, es un hombre formado en el hist¨®rico Partido Liberal, ha sido un gobernante sensible a la tem¨¢tica social y en los primeros meses de gobierno ha mostrado ya la capacidad para administrar su voluntad de afirmaci¨®n del Estado con ponderaci¨®n y equilibrio.
Del mismo modo, no identifiquemos a S¨¢nchez de Lozada en Bolivia con una simple derecha neoliberal, cuando siendo -como ha sido siempre- un liberal econ¨®mico cl¨¢sico, sus a?os de ministro y de presidente lo han definido como un hombre de gran cultura, s¨®lida formaci¨®n de gobierno y por lo mismo hecho a los matices de la vida pol¨ªtica.
M¨¢s complejo es lo de Ecuador, y all¨ª con lo que nos encontramos es con un debilitamiento de los partidos, peligroso como siempre, y un auge populista, que proyecta a un militar y a un empresario para la segunda vuelta, dejando en el camino a las figuras de mayor tradici¨®n, como el ex presidente Rodrigo Borja. ?Qu¨¦ surgir¨¢ de estos candidatos? No est¨¢ muy definido. Lo ¨²nico claro hoy es que sus actitudes son rupturistas de la tradici¨®n partidista y que sus definiciones de principio permanecen a¨²n confusas.
Cruzando de acera, nos encontramos con Lula en Brasil. Primero eligi¨® un vicepresidente liberal, multimillonario, due?o de una enorme empresa y vinculado a las iglesias evangelistas. Luego apoy¨® al presidente Cardoso en su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. M¨¢s tarde sostuvo la hist¨®rica continuidad de Brasil y reconoci¨® logros hasta del Gobierno militar, por su consolidaci¨®n de la burgues¨ªa industrial brasile?a, que a su vez habilit¨® la formaci¨®n de un sindicalismo tambi¨¦n nacional, del que es hijo el PT. Finalmente, y esto fue fundamental, logr¨® el apoyo de las figuras m¨¢s emblem¨¢ticas de la derecha y el centro pol¨ªtico, los ex presidentes Sarney e Itamar Franco y el viejo caudillo bahiano Antonio Carlos Magalhaes, quien ha sobrevivido a todos los avatares de la azarosa vida pol¨ªtica brasile?a en los ¨²ltimos cuarenta a?os. Tanto es un triunfo personal de Lula y no del PT que ¨¦ste no gana ninguna gobernaci¨®n importante, perdiendo incluso la que ten¨ªa, R¨ªo Grande del Sur, que era su gran base de operaciones hasta el presente.
Lula ha caminado hacia el centro, pero sobre todo se ha alejado claramente de los radicalismos de otrora, tendiendo puentes hacia sectores que hace muy poco tiempo hubiera sido impensable que le apoyaran.
De todo esto resulta que no envuelve a la Am¨¦rica Latina ninguna ola ideol¨®gica hacia un lado o hacia el otro. De lo que s¨ª adolece es de una situaci¨®n econ¨®mica recesiva, con crisis en algunas ¨¢reas como la del R¨ªo de la Plata, una fatiga de los ajustes macroecon¨®micos y un debilitamiento de los partidos pol¨ªticos que se ha hecho explosiva en pa¨ªses como Venezuela o Argentina. Para enfrentar este cuadro tan dif¨ªcil es que reaparece el viejo dilema: democracia responsable o populismo demag¨®gico. Y ¨¦stos s¨ª que son dos campos bien distintos.
La democracia responsable puede ser de tono socialdem¨®crata con Lago en Chile o Fernando Henrique Cardoso en Brasil, como puede ser de entonaci¨®n m¨¢s liberal con Uribe en Colombia o S¨¢nchez de Lozada en Bolivia, pero no deja de ser un cap¨ªtulo de lo que alguien ha llamado la "rep¨²blica de centro". Aqu¨ª juega la mayor inclinaci¨®n de unos hacia la libertad y el orden, frente a otros m¨¢s preocupados de los indicadores sociales, pero todos actuando dentro de par¨¢metros generales en que nadie discute la necesidad del equilibrio macroecon¨®mico, las ventajas de una econom¨ªa relativamente abierta y el imperativo de un Estado en constante reforma.
El debate entonces no es izquierda o derecha, entendidas como t¨¦rminos europeos. Es el enfrentamiento de aquella visi¨®n responsable del Estado con el populismo, ese eterno fantasma latinoamericano que reaparece en cuanto algunos nubarrones pueblan el horizonte. Por esencia demag¨®gico, apela al aplauso popular en nombre de causas leg¨ªtimas, pero cuyo sustento y viabilidad no se examinan. Todo transita a golpes de voluntad, a invocaciones a la sensibilidad, incluso a "efectos especiales" que los modernos multimedios proveen para construir im¨¢genes de figuras televisivas. As¨ª fue que nacieron las hiperinflaciones y as¨ª fue que se incubaron enfrentamientos como el que divide en dos mitades pasionales a Venezuela. A veces se comenz¨® por regalar prebendas a los sindicatos y a veces por cacerolear para "que se vayan todos"... As¨ª emergieron de la nada los Fujimori o los Collor de Melo. El resultado siempre fue, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, la inestabilidad econ¨®mica y pol¨ªtica.
La preocupaci¨®n, entonces, no debiera estar en quienes representan partidos, con opciones matizadas hacia derecha o izquierda, sino -a la inversa- en aquellos que no se representan m¨¢s que a s¨ª mismos aunque invocan a las masas desde la televisi¨®n y les prometen Gobiernos fuertes y m¨¢gicos, con tierra a disposici¨®n para los campesinos y empleo sin restricciones para los urbanos. Luego de la ola democratizadora de los ochenta y el reformismo econ¨®mico de los noventa han vuelto tiempos dif¨ªciles. La esperanza es que haya lugar para la raz¨®n y estos vientos no se transformen en tempestades.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti fue presidente de Uruguay.
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