Llega la inspecci¨®n
Una avanzadilla encabezada por Hans Blix est¨¢ en Bagdad instalando el cuartel general de los expertos de la ONU y delimitando con el r¨¦gimen iraqu¨ª las reglas del juego contenidas en la resoluci¨®n 1.441 sobre desarme. Los 200 inspectores que deben pronunciarse sobre los arsenales iraqu¨ªes, muchos de ellos sin experiencia previa en el pa¨ªs, tendr¨¢n por delante una tarea formidable, que requiere un apoyo sin fisuras del Consejo de Seguridad. Cabe preguntarse si conseguir¨¢n lo que sus antecesores no lograron en siete a?os, pero cuentan con serias ventajas: un mandato mucho m¨¢s firme, medios t¨¦cnicos nuevos y poderes incontestables, que les permitir¨¢n ejercer su funci¨®n en cualquier lugar y momento. El hecho de que la guerra o la paz puedan depender de su dictamen les confiere una responsabilidad dif¨ªcil de exagerar.
La resoluci¨®n de la ONU asume que Sadam Husein tiene armas de destrucci¨®n masiva, pese a sus ment¨ªs solemnes y reiterados. El meollo de la nueva misi¨®n de los expertos no es tanto indagar detectivescamente acerca de d¨®nde puedan encontrarse los arsenales qu¨ªmicos o bacteriol¨®gicos que el espionaje occidental da por incontestables -tarea que, a la luz de experiencias pasadas, podr¨ªa llevar a?os-, cuanto dar al dictador iraqu¨ª una oportunidad final para acatar ¨®rdenes anteriores. En este sentido, la fecha del 8 de diciembre resulta decisiva, como tope impuesto por el Consejo de Seguridad para que Bagdad declare el inventario total de sus armas prohibidas y las tecnolog¨ªas que pueden conducir a ellas. Washington considerar¨¢ como casus belli cualquier "omisi¨®n" o "mentira".
Para los m¨¢s esc¨¦pticos, el trabajo de los inspectores s¨®lo demorar¨¢ la decisi¨®n de embestir de la Casa Blanca. Los hechos contradicen tanta linealidad. Hace un par de meses Bush ten¨ªa claro que atacar¨ªa Badgad al margen de la ONU, llevado por sus consejeros m¨¢s ultramontanos, como el vicepresidente Cheney o el ministro de Defensa, Rumsfeld, los mismos que hoy niegan competencia y car¨¢cter suficiente al sueco Blix. El trabajo paciente y en¨¦rgico del secretario de Estado, Powell, ha conseguido que EE UU buscase la anuencia previa de la ONU y hasta hacer mella en el presidente con la idea de que un Sadam sin armamento caer¨¢ por su propio peso y har¨¢ innecesario el cambio de r¨¦gimen por las armas. Se trata, sin embargo, de una fase con fecha de caducidad. El acreditado instinto de supervivencia de Sadam deber¨ªa hacerle saber que su ¨²nica posibilidad estriba en cooperar.
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