Cernuda odia a Aznar
Neruda est¨¢ vivo, Faulkner est¨¢ vivo, Alberti est¨¢ vivo, Kafka est¨¢ vivo: eso es lo que que dice la publicidad de cada volumen que publica EL PA?S en su colecci¨®n de cl¨¢sicos del siglo XX. Los lectores sabemos que esa mentira es verdad, tan verdad como cuando decimos ayer nev¨®, la madera arde, mi nombre es Ana o Luis o Almudena. Los malos escritores se mueren como todo el mundo, los buenos s¨®lo se hacen invisibles, por mucho que existan murmuradores que afirman lo contrario, como dice en uno de sus poemas el premio Nobel antillano Derek Walcott: "Joyce ten¨ªa miedo del trueno, / pero los leones del zoo de Z¨²rich / rugieron durante su funeral. / ?Fue Z¨²rich o Trieste? / No importa. No son m¨¢s que leyendas, / como es una leyenda la muerte de Joyce / o el poderoso rumor de que Conrad / est¨¢ muerto y Victoria es una novela ir¨®nica". Tienen raz¨®n Walcott y los publicistas de EL PA?S: los buenos lectores son buenos desenterradores, son refinados monstruos del doctor Frankenstein que se hacen a s¨ª mismos de fragmentos de Lorca, de Virginia Wolf, Homero o Cervantes; son ventr¨ªlocuos al rev¨¦s por cuyas bocas se oyen las voces de Marguerite Duras, de Shakespeare, de Marcel Proust, G¨®ngora, John Steinbeck o Dante.
Hay maneras de morirse m¨¢s que nadie y otras maneras de no morirse del todo. Morirse m¨¢s que nadie es lo que quer¨ªa ese hombre holand¨¦s, enfermo de c¨¢ncer que, hace poco y bas¨¢ndose en un programa de televisi¨®n, hab¨ªa pactado con su mujer que antes de darle sepultura instalaran una c¨¢mara de v¨ªdeo en su ata¨²d para retransmitir la descomposici¨®n de su cad¨¢ver en directo, minuto a minuto y en tiempo real, a trav¨¦s de Internet. Morirse menos es lo que pretende una multimillonaria de 87 a?os llamada Ruth Lilly, poeta sin ¨¦xito a quien hace treinta a?os rechazaron sus escritos en la revista Poetry, consider¨¢ndolos indignos de figurar al lado de los de W. H. Auden, Ezra Pound, Dylan Thomas o los premios Nobel de literatura T. S. Eliot y Yeats, y que ahora acaba de donar cien millones de euros a esa publicaci¨®n legendaria para evitar que desaparezca. Qu¨¦ formas antag¨®nicas de ser recordados, una tan hermosa y otra tan siniestra.
A partir de hoy y hasta diciembre, el poeta Luis Cernuda resucitar¨¢ nueve veces en Madrid. Lo har¨¢ en p¨²blico, sobre las tablas del Teatro de la Abad¨ªa de Madrid y desde dentro de los actores Karra Elejalde y Jos¨¦ Luis G¨®mez. Cernuda, que ahora mismo tendr¨ªa cien a?os y dos meses -naci¨® en Sevilla el 21 de septiembre de 1902-, muri¨® hace un rato en su exilio de M¨¦xico, en la casa de sus colegas Concha M¨¦ndez y Emilio Prados, en noviembre de 1963. Qu¨¦ poco tiempo, pero cu¨¢ntas cosas han pasado desde entonces: Cernuda se fue de un pa¨ªs en guerra que empezaba a ser devorado por los asesinos y va a resucitar en un pa¨ªs en paz, democr¨¢tico, en el que su obra es conocida y respetada, donde las instituciones p¨²blicas le dedican homenajes y su poes¨ªa se ha convertido en una fuente de agua milagrosa donde beben los j¨®venes poetas. Cernuda, un republicano que defendi¨® la Rep¨²blica sin titubeos, huy¨® de aquel pa¨ªs que empezaba a ser la mazmorra de Franco y en el que hubiera sido perseguido por rojo y por homosexual para volver a vivir en una naci¨®n que no s¨®lo gobierna un heredero pol¨ªtico de un ministro del dictador, el oscuro Manuel Fraga, tanto tiempo en las filas de "aquellos que en la sombra suscitaron / la guerra, resguardados en la sombra" -como dice el propio Cernuda en su poema Eleg¨ªa espa?ola-, sino que, adem¨¢s, ese heredero llamado Aznar se declara devoto suyo, lo cita en sus intervenciones p¨²blicas, inaugura exposiciones dedicadas a ¨¦l...
A Aznar y a su Gobierno les ha costado Dios y ayuda condenar en el Parlamento, con muchas condiciones y a rega?adientes, el golpe militar de Franco, pero al presidente le gusta citar a Cernuda y a Alberti. Los pol¨ªticos del PP se niegan a quitar de las calles espa?olas las repulsivas estatuas del dictador y otros s¨ªmbolos fascistas, pero el presidente cita una y otra vez a Max Aub y a Manuel Aza?a. En fin, yo celebro que el presidente de la naci¨®n tenga tan buen gusto literario, pero yo que ¨¦l no iba al Teatro de la Abad¨ªa para ver Memoria de un olvido: no vaya a ser que alguien tan poco contemporizador como Cernuda se le quede mirando desde dentro de Jos¨¦ Luis G¨®mez y le grite: "?D¨¦jame en paz! ?No vuelvas a utilizarme! ?No tengo nada que ver contigo! ?Te odio!". Lo digo con todos los respetos, presidente. Es por su bien.
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