Males de mujer
Durante los primeros d¨ªas de noviembre tuvo lugar en San Sebasti¨¢n un congreso nacional de las asociaciones que luchan contra la anorexia y la bulimia, al que acudieron personalidades destacadas del mundo de la psiquiatr¨ªa, la psicolog¨ªa, especialistas en el ¨¢rea, pol¨ªticos y autoridades sanitarias. Es decir, al menos acudieron los de los tres primeros campos, porque el hecho de que se celebrara en un fin de semana propicio a las vacaciones espant¨® a parte de los responsables; no resulta de extra?ar. La sensibilidad social a estas enfermedades, pese a lo que se cree generalmente, es tan escasa, que ni siquiera los medios de comunicaci¨®n se hicieron eco del congreso.
Las razones por las que un trastorno como la bulimia o la anorexia no gozan en estos momentos de medios suficientes para la informaci¨®n y la prevenci¨®n son dif¨ªciles de creer, pero muy sencillas de constatar; pasar¨ªa por modificar las im¨¢genes de mujer que proyectan los medios de comunicaci¨®n, la publicidad, por variar el concepto de lo femenino y por plantearse, nuevamente, el concepto de igualdad entre g¨¦neros. La insatisfacci¨®n genera consumo, y las mujeres, consumidoras o encargadas de la compra de la mayor parte de los bienes relacionados con la alimentaci¨®n, la cosm¨¦tica, el hogar, el aspecto f¨ªsico, son las destinatarias de esa publicidad. Al hombre se le destinan los productos que otorgan prestigio o un desembolso importante. Ya que se intenta presentar al hombre que compra esos bienes como poderoso y atractivo, la imagen que de ellos se presenta nunca es rid¨ªcula o denigratoria.
En el caso de la mujer se barajan unas circunstancias distintas: la mujer est¨¢ acostumbrada a recibir consejo y a que le digan c¨®mo debe comportarse (c¨®mo ser mejor madre, mejor cocinera, mejor limpiadora, mejor amante), su tolerancia hist¨®rica ante ser considerada mala, sucia, incompetente o promiscua es tristemente mayor, y para colmo, nos encontramos en un momento hist¨®rico en que los logros feministas de los ochenta han retrocedido de tal modo que el ¨²nico hueco medi¨¢tico que encuentra la mujer pasa por el uso de su cuerpo como objeto sexual. No hace falta sino echar un vistazo a la televisi¨®n en la franja horaria de tres a nueve de la tarde y de diez a una de la noche para constatar que no existe hueco para las palabras pronunciadas por mujeres, sino tan s¨®lo a su imagen.
Los trastornos de la alimentaci¨®n poseen, seg¨²n los expertos m¨¢s acreditados, componentes hereditarios (las personas con tendencia depresiva tienden hacia la bulimia, las de tendencias neur¨®ticas hacia la anorexia), educacionales (el perfeccionismo y la importancia del aspecto f¨ªsico facilitan el camino) y nutricionales (no hay bulimia ni anorexia sin una dieta inici¨¢tica). Esos aspectos son privados, y dependen en gran medida de las circunstancias personales, pero existen otros aspectos sociales que potencian y refuerzan esos comportamientos: las im¨¢genes excesivamente delgadas, el culto a la juventud, la exageraci¨®n de la belleza, la normalizaci¨®n de la cirug¨ªa est¨¦tica, la sexualizaci¨®n del cuerpo y las burlas que despierta la gordura. A todo ello se debe a?adir la inexistencia de modelos morales coherentes y maduros en los que las ni?as y las j¨®venes puedan mirarse y con las que puedan identificarse.
Ni la publicidad ni los medios ni la sociedad se encuentran muy dispuestas a modificar estos par¨¢metros, y las mujeres enfermas, en especial si padecen una enfermedad mental, contin¨²an siendo ignoradas y discriminadas. Las mujeres son un colectivo pac¨ªfico, responsable, con poca conflictividad social y f¨¢cilmente desautorizadas. Sus causas no otorgan ni prestigio ni votos. Mujeres son la mayor parte de las enfermas de bulimia y anorexia, mujeres (sus madres) las que procuran encontrar soluciones a su dolor. No reciben atenci¨®n, salvo que sea sensacionalista, ni fondos ni soluciones. Al menos, que encuentren estas palabras de apoyo y de defensa.
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