C¨®mo me hice ap¨®stata
Como no echan nada bueno por la tele, me pongo a escribirle una carta al obispo de Barcelona para que la Iglesia cat¨®lica deje de considerarme de los suyos. Es decir: quiero apostatar. Semanas m¨¢s tarde un mensajero me trae su respuesta. En ella leo: "Ser¨ªa prudente dialogar sobre las cuestiones que usted plantea. Por eso, si lo desea, puede ponerse en contacto con el reverendo se?or Jaume Riera para llevar a cabo el di¨¢logo". Pido hora y voy. El cura que me recibe -de unos 70 a?os- me pregunta amablemente por qu¨¦ quiero apostatar.
"Ahora levantaremos una acta", me explica despu¨¦s de escuchar mis razones, "pero usted ha dicho algo en lo que no estoy de acuerdo. Ha dicho: 'por la raz¨®n por la que todos quieren apostatar, supongo'. Y a m¨ª me parece que, por la manera que usted tiene de expresarse, m¨¢s que apostatar lo que usted quiere es darse de baja de la Iglesia. No quiere ser considerada dentro de la Iglesia. ?Lo ve? Lo ponemos siempre as¨ª: 'Despu¨¦s de una larga conversaci¨®n hemos llegado a la conclusi¨®n de que, de momento, deja constancia en la partida de bautismo de su baja como miembro de la Iglesia'. Esto es lo que le interesa a usted".
La autora consigue dejar constancia en la partida de bautismo de su baja dentro de la Iglesia
Cuando le pregunto por qu¨¦ no me interesa apostatar me dice que "apostatar es de otra ¨ªndole" y que tendr¨ªa que hacerme un examen de catecismo. Apostatar, me explica, es negar los dogmas de la fe y yo, en su opini¨®n, no los niego. "S¨ª, s¨ª que los niego", replico. "?Los hemos repasado? ?Qu¨¦ estudios tiene usted?". Le digo que ninguno, pero que espero que eso no tenga que ver. "Oh, claro que tiene que ver... Depende de las lecturas que uno tiene en la vida. ?Usted es soltera, casada, viuda o qu¨¦?". Tambi¨¦n me pregunta si tengo hijos y si soy feliz. Le contesto que soy feliz. "Ah, porque todos tenemos dificultades en la vida, ?no? Pueden ser econ¨®micas, laborales... La felicidad es compleja y usted, por temperamento, me parece optimista. Lo que pasa es que ve la realidad de las cosas. Todos la vemos. Pero yo... Ahora veo la realidad de todo este papeleo que tengo encima de la mesa. ?Y c¨®mo lo ir¨¦ resolviendo?, me pregunto. Pues, poco a poco, siendo optimista. Lo que creo es que hoy (ahora se asustar¨¢) no deber¨ªamos escribir nada. Lo que me corresponde como cura es tener un di¨¢logo con las personas... Yo dejar¨ªa constancia de sus datos y, luego, m¨¢s adelante, ya veremos...". Cuando le replico que preferir¨ªa dejarlo resuelto hoy me pregunta por qu¨¦ tanta prisa. "Pues porque no tengo fe y para no tener que volver", le digo. "?Tanto le cuesta volver a venir? Y ?qu¨¦ fe no tiene usted? ?Cree en Dios?". Le digo que no. "?Cree en la Sant¨ªsima Trinidad?". Vuelvo a negar. Seguramente para evitar que niegue una tercera vez teclea en la m¨¢quina de escribir, en silencio. Al cabo de un rato me cuenta que ten¨ªa que tomar el tren, pero que no lo ha hecho porque se hab¨ªa citado conmigo. "Pero usted no es atea", exclama por sorpresa. "Entonces, ?qu¨¦ soy?", le pregunto. "Hombre, ?agn¨®stica! Un t¨¦rmino medio... Creo que usted hace un juicio demasiado severo de s¨ª misma. Demasiado negativo. Usted, tal como se expresa... A cualquier religi¨®n le debe ver muchos aspectos positivos. Coja el islam". Le digo que no, que al islam tambi¨¦n le veo aspectos negativos, sobre todo con las mujeres. "S¨ª, el islam no se lo puedo aconsejar", murmura, "pero, por ejemplo, la Iglesia cat¨®lica, la parte social... La Iglesia hace mucho... Esos m¨¦dicos cat¨®licos que est¨¢n en Uganda o en el Camer¨²n, que podr¨ªan ganarse la vida tremendamente bien y en cambio est¨¢n all¨ª. Yo mismo, tengo c¨¢ncer de piel de haber estado en las misiones". Como no pesta?eo, sigue tecleando: "...y manifiesta que se declara sin fe".
Una vez me ha le¨ªdo lo que ha escrito le pregunto por qu¨¦ no pone que soy ap¨®stata. "Uy", exclama, "nunca ponemos la palabra apostatar. Pondr¨¦ lo que diga el c¨®digo". Al ver que insisto, coge un libro, a punto de perder la paciencia. "Apostas¨ªa, pues vamos a buscarlo, p¨¢gina 751: 'Es el rechazo total de la fe cristiana'. ?Eso no es lo que usted siente!". "S¨ª, es exactamente eso". Vuelve a teclear, resignado: "...y declara su rechazo total a la fe cristiana". Carraspeo: "?Y no pondr¨¢ lo de apostatar?". Niega con la cabeza: "No. Se pone siempre el contenido. Y yo veo que, por la formaci¨®n que usted tiene, le hago un gran favor. Si quisiese sacarme el trabajo de encima escribir¨ªa 'despu¨¦s de un di¨¢logo, se mantiene firme en sus creencias', ?y ya habr¨ªamos acabado! Pero creo que usted quiere ser demasiado radical. La cuesti¨®n es m¨¢s trascendental". Y a?ade: "?Usted tiene m¨¢s fe de la que cree! ?Usted es mejor persona de lo que cree!". Cuando objeto que no tiene nada que ver, protesta: "?C¨®mo que no? ?Claro que tiene que ver!". Luego suspira y escribe: "Empar Moliner manifiesta que, sin fe, reh¨²ye la fe cat¨®lica y quiere dejar constancia en su partida de bautismo de su apostas¨ªa'. ?Lo ve? Hemos hecho lo que usted quer¨ªa. Yo no me meto con su conciencia... No le digo lo que es bueno o malo. Ahora le enviar¨¢n una carta...".
Un tiempo despu¨¦s la recibo. En ella pone: "En relaci¨®n con su declaraci¨®n de rechazo a la fe cat¨®lica, le manifestamos que ya se ha efectuado la anotaci¨®n en su partida de bautismo". M¨¢s satisfecha, cojo el mando a distancia y pongo la tele, a ver qu¨¦ echan hoy.
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