Solana y su coleccionista
En principio, sorprende que una galer¨ªa privada pueda haber hecho semejante acopio de ¨®leos y dibujos de Jos¨¦ Guti¨¦rrez Solana (nacido en Madrid en 1886 y muerto en esta misma ciudad en 1945), cuya importancia ya hace tiempo lo convirti¨® en figura "museable", pero, adem¨¢s, sorprende asimismo esta convocatoria por usar la persona interpuesta de un coleccionista, la de Juan Valero, nacido en la localidad malague?a de Antequera en 1908 y muerto prematuramente en 1953, con tan s¨®lo 46 a?os.
Se trata, en todo caso, de dos sorpresas muy positivas, aunque la primera es relativa para el buen aficionado, porque sabe que la empresa de presentar una exposici¨®n de Solana de este porte est¨¢ hoy al alcance de precisamente la galer¨ªa madrile?a que lo ha hecho. En cuanto a la segunda, la de aprovechar la ocasi¨®n como homenaje al mejor coleccionista que tuvo Solana, es, como gesto, un acto inteligente y noble, pero, adem¨¢s, para quien conozca la urdimbre de la historia del arte espa?ol y, por tanto, la importancia cultural de la figura de Juan Valero, tambi¨¦n una ocasi¨®n muy bien aprovechada para evocar una ¨¦poca hist¨®rica.
JOS? GUTI?RREZ SOLANA (HOMENAJE A JUAN VALERO)
Galer¨ªa Leandro Navarro
Amor de Dios, 1. Madrid
Hasta el 10 de diciembre
Por lo dem¨¢s, no creo que
actualmente sea necesario explicar en Espa?a qui¨¦n fue Jos¨¦ Guti¨¦rrez Solana y su singular papel en el arte del XX en nuestro pa¨ªs, lo que no significa que el paso del tiempo no vaya acrecentando el valor de su figura y haciendo ver que ha de desbordar pronto el cauce de la gloria local. Pintor y escritor de extraordinaria personalidad, la fama de expresionista tremendo, de pura veta brava, ha oscurecido y banalizado demasiado la memoria y el papel art¨ªstico de Solana, que hoy, sin embargo, es mirado, tambi¨¦n fuera de nuestro pa¨ªs, con otros ojos m¨¢s profundos y de mayor ponderaci¨®n cr¨ªtica. En este sentido, aunque el propio artista cultivase una imagen desaforada y castiza, la realidad es que su pintura es parangonable al mejor realismo de la ¨¦poca europea de entreguerras, con la que Solana tuvo un serio contacto. Por todo ello, estamos en el mejor momento para revisar lo que parec¨ªa consabido de la ¨²nica manera posible: mirando directamente con atenci¨®n su obra.
Esto es precisamente lo que nos facilita la exposici¨®n que da pie al presente comentario, no s¨®lo porque el conjunto exhibido es, como ya se ha dicho, cuantioso, sino por su calidad e inter¨¦s. Hay en la muestra varios lienzos, sin duda, muy relevantes, como Disciplinantes (circa 1912), Procesi¨®n de noche (1931), Escenas de m¨¢scaras (1932) y Baile de m¨¢scaras (1938), pero, junto a ellos, un mont¨®n de obras sobre papel, pintura y dibujo, que, en su mayor¨ªa, posee una importancia muy destacada por muy diversos motivos, que aqu¨ª, por razones obvias, no nos es posible comentar. Baste, por tanto, llamar la atenci¨®n sobre esta convocatoria, que no puede pasar inadvertida para ning¨²n buen amante del arte, no digo ya de nuestro pa¨ªs, porque me parece evidente que Solana no cabe en una horma exclusivamente local.
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