Confusi¨®n
Donde peor se vive es en Andaluc¨ªa, creen la mayor¨ªa de los espa?oles encuestados por el CIS (23 de 100), y lo mismo cree una mayor¨ªa de andaluces (22 de 100), seg¨²n ha recogido hace un par de meses el Estudio 2.455 del estatal Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas, aunque la verdadera mayor¨ªa es la que dice no saber y razonablemente no contesta (29 de 100). Pr¨®ximo a esta mayor¨ªa debo de estar yo, que s¨®lo he vivido en Andaluc¨ªa oriental y en alg¨²n punto del extranjero, y s¨®lo tengo ideas difusas de c¨®mo viven en Logro?o, de donde era mi abuelo materno, o en Lugo, vislumbres adquiridos en visitas r¨¢pidas, tur¨ªstico-laborales, por decirlo as¨ª.
Los encuestadores se basan en el deseo que todos tenemos de hablar de nosotros mismos. Los que han hablado de s¨ª mismos para el CIS consideran que los principales problemas de Espa?a en 2002 son el paro, el terrorismo y la inseguridad. ?No parece que volvemos a 1980? Es como si hubi¨¦ramos ca¨ªdo en un mundo inm¨®vil: otra vez el paro, el terrorismo, la inseguridad ciudadana. Uno corre por un callej¨®n y nunca se mueve del mismo sitio, y otra vez estamos viviendo lo que ya vivimos otra vez (un laberinto que s¨®lo es un c¨ªrculo). Entonces abro un libro de febrero de 1998 y, en la p¨¢gina 14 leo que, seg¨²n una encuesta reciente del CIS (ser¨ªa de 1997: igual que hoy), en Andaluc¨ªa se vive peor que en ning¨²n otro sitio de Espa?a.
Se trata de un libro oportuno, El espa?ol hablado en Andaluc¨ªa, de Antonio Narbona, Rafael Cano y Ram¨®n Morillo, fil¨®logos que subrayan una curiosidad: la idea fija de que aqu¨ª vivimos peor es compatible con el estereotipo de los andaluces como seres graciosos y felices, la alegr¨ªa de Espa?a. ?Hasta nuestra forma de hablar es simp¨¢tica! (Todav¨ªa la otra noche una famos¨ªsima presentadora de televisi¨®n comentaba en un concurso no menos famoso la mucha gracia que le hac¨ªa el acento de una concursante, andaluza). Pero recuerdo ahora mismo una estad¨ªstica (otra rama del ¨¢rbol de las encuestas) que descubr¨ªa Andaluc¨ªa como el pa¨ªs de las depresiones: aqu¨ª muchos andan deprimidos. No debe resultar f¨¢cil ser el m¨¢s gracioso, con s¨®lo pronunciar dos frases, viviendo peor que ninguno. Un esfuerzo as¨ª destroza a cualquiera.
Las autoridades de la radiotelevisi¨®n oficial lanzar¨¢n para animarnos una campa?a publicitario-ling¨¹¨ªstica: "Habla andaluz siempre". El objetivo es alimentar la autoestima de los andaluces y el orgullo de lo propio. Parece que nos produce complejo de inferioridad, verg¨¹enza, nuestra manera de hablar feliz. Pero yo veo en esto una confusi¨®n. No creo que hablar andaluz disminuya la autoestima y el orgullo. Conozco a muchos andaluces que, orgullosos de su acento, se precian de su modo de hablar. Lo que da?a la estima que nos tenemos a nosotros mismos es vivir mal, la inseguridad cultural y ec¨®nomica. No nos acomplejan nuestras palabras, sino las palabras que nos faltan. As¨ª como hay distintas maneras de hablar espa?ol en Andaluc¨ªa (no hay una ¨²nica manera de hablar andaluz), hay tambi¨¦n distintos modos de vivir. Lo que te roba la autoestima es vivir de modo poco estimable. No es una cuesti¨®n ling¨¹¨ªstica, es un problema de calidad de vida.
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