P.S.P.V.
Medio jard¨ªn de las hesp¨¦rides, medio erial, el c¨¦lebre solar situado al norte del colegio de San Jos¨¦ de los Jesuitas en Valencia, ha provocado uno de los esc¨¢ndalos m¨¢s continuados en la Comunidad Valenciana durante 15 a?os. Finalmente, han fallado los tribunales a favor de que se construya un hotel o lo que convenga, donde anta?o jugaban al f¨²tbol o al escondite los colegiales. Hace unos d¨ªas en estas mismas p¨¢ginas, Ricard P¨¦rez Casado public¨® un art¨ªculo titulado A. M. D. G., que no es otra cosa que el lema jesu¨ªtico que se corresponde con la m¨¢xima latina Ad maiorem dei Gloria.
En este lamentable asunto del solar del Paseo Pechina ni Dios ni los jesuitas tienen nada que ver. M¨¢s bien fueron los hombres y las trifulcas entre facciones de un mismo partido pol¨ªtico, sazonados con los intereses oscuros de los que pretenden, como ha ocurrido siempre, lucrarse con los jirones de los dem¨¢s sin miramiento alguno.
Hay un aspecto doloroso de este asunto, al margen de las injusticias que acompa?aron a los acontecimientos. Un alcalde de una ciudad honorable no ha de dimitir por un solar, como reconoce Ricard en su escrito, ni puede ser vituperado del modo que se hizo con P¨¦rez Casado. Mucho menos cuando el agravio proviene, de forma incomprensible, desde las filas de su partido. Es cierto, y as¨ª lo reconoce el ex alcalde de Valencia, que detr¨¢s, por encima y por debajo del altercado urban¨ªstico estaban las rencillas barriobajeras entre los mandamases del PSPV, por aquel entonces con poder omn¨ªmodo y en todas las esferas.
Por otro lado, exist¨ªa y todav¨ªa hoy permanece ese sentimiento de postergaci¨®n, que algunos pretenden figurada, pero que sigue siendo real, por el que la ciudad de Valencia y en consecuencia la Comunidad Valenciana, queda siempre en segunda fila con respecto al aprovechamiento de sus oportunidades, frente a la avidez desmedida de quienes acaban siendo sus competidores y los beneficiarios de su depredaci¨®n, fundamentalmente Madrid y Barcelona con sus cartas magnas metropolitanas, y otras zonas que ejercen mejor sus reivindicaciones o gozan de m¨¢s apetitosos escenarios pol¨ªticos.
Por esta misma raz¨®n dimiti¨® otro alcalde de Valencia, Tom¨¢s Trenor Azc¨¢rraga, marqu¨¦s del Turia, y el director del peri¨®dico Las Provincias, Mart¨ª Dom¨ªnguez Barber¨¢, a ra¨ªz de la tr¨¢gica riada que aneg¨® Valencia en octubre de 1957. No fue casual, sin duda, que la ¨²nica autoridad presente en el sepelio en Algemes¨ª de Mart¨ª Dom¨ªnguez fuera Ricard P¨¦rez Casado en agosto de 1984.
Se podr¨ªa escribir una monograf¨ªa sobre las dimisiones m¨¢s sonadas en tierras valencianas, incluida las del obispo Rafael Sanus. La tendencia cainista entre los valencianos conduce a luchas tribales entre bander¨ªas e incluso entre familias pol¨ªticas. No hay peor cu?a que la de la misma madera y por eso P¨¦rez Casado en su art¨ªculo, con elegancia ha querido derivar la atenci¨®n hacia las siglas jesu¨ªticas -A.M.D.G.- cuando ten¨ªa en su mente no lo que es o debi¨® ser el partido pol¨ªtico en el que milita, sino el c¨²mulo de miserias y veleidades en que degener¨®, en otra ¨¦poca, a manos de significados s¨¢trapas y sobre todo, para que los valencianos tengamos muy claro lo que, mande quien mande, nunca nos debe volver a ocurrir.
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