La bella y la bestia
En cualquier caso, los concursos de Mister Universo son igualmente ejercicios rid¨ªculos de exhibicionismo, y a¨²n no he o¨ªdo de ning¨²n disturbio producido a causa de la exposici¨®n de esos grotescos m¨²sculos abdominales y la flexi¨®n de b¨ªceps inveros¨ªmiles. Los concursantes de Mister Universo llevan calzones escas¨ªsimos con bultos reconocibles, s¨®lo ligeramente menos expl¨ªcitos que las entrepiernas ajustad¨ªsimas de los bailarines.
Desde el momento en que supe de la oposici¨®n sectaria a que la versi¨®n femenina de Mister Universo se celebrase en Nigeria, se convirti¨® en algo m¨¢s que un concurso de belleza y asumi¨® serias dimensiones sociopol¨ªticas. Cuando mis viajes me llevaron a alg¨²n lugar donde se amenazaba con un boicot, como Sur¨¢frica, Italia y Estados Unidos, hice un hueco en mi agenda deliberadamente para argumentar en contra de tal boicot. ?Jam¨¢s una frivolidad hab¨ªa adquirido tanta profundidad en el car¨¢cter pluralista que es la esencia misma de la naci¨®n nigeriana!
La destrucci¨®n de la propiedad y las matanzas de seres humanos siempre son acontecimientos traum¨¢ticos en una comunidad, que producen tristeza y furia, pero los organizadores del concurso de belleza, as¨ª como las participantes, deben comprender que est¨¢n totalmente libres de culpa. Los culpables son las turbas intolerantes, los manipuladores de las hordas fan¨¢ticas de d¨¦biles mentales pero a la vez asesinos.
La naci¨®n llorar¨¢ a los muertos y prestar¨¢ ayuda a los mutilados y a quienes han perdido a sus seres queridos, pero esa misma naci¨®n debe comprender que acabar¨¢ en el cementerio de las naciones si no es capaz de respetar y defender los principios de pluralidad, elecci¨®n y tolerancia. El fen¨®meno de la intolerancia est¨¢ devorando a un mundo que s¨®lo puede sobrevivir en la coexistencia pac¨ªfica. Los acomodaticios se baten en retirada en demasiados frentes, sin entender que cada espacio de coexistencia abandonado es inmediatamente ocupado por el programa agresivo de los fan¨¢ticos. Avanzan una y otra vez para exigir y arrebatar m¨¢s concesiones, m¨¢s exigencias sobre la forma de vida de los dem¨¢s. La mente del fan¨¢tico es un insaciable agujero negro, que engulle todo lo que hace la vida luminosa y soportable.
Con el fin de impedir que el concurso de belleza Miss Mundo tuviera lugar en suelo nigeriano, los fundamentalistas organizaron una violenta campa?a para impedirlo. No bast¨® con que los organizadores aceptaran desplazar la fecha de la elecci¨®n final por respeto al Ramad¨¢n, la estaci¨®n musulmana de ayuno, de purificaci¨®n y -por si acaso se olvidara- de paz. No bast¨® con que, de acuerdo con una concesi¨®n m¨¢s, se tomara la absurda decisi¨®n de que las competidoras no aparecieran en traje de ba?o en la final. Adem¨¢s, el jefe de Estado, el presidente Olusegun Obasanjo, hab¨ªa acordado previamente recibir a las concursantes en una visita de cortes¨ªa, pero dio marcha atr¨¢s por deferencia a las sensibilidades musulmanas. Todo ello no hizo sino estimular el apetito de la bestia de la intolerancia, para quien un desprestigio superficial s¨®lo puede ser aplacado con un sacrificio de vidas.
El peri¨®dico que supuestamente cometi¨® la ofensa, ThisDay, public¨® excusas empalagosas y se retract¨® del art¨ªculo que provoc¨® la ofensa. Esa disculpa fue sentenciosamente aceptada por los l¨ªderes musulmanes y el Consejo Isl¨¢mico Supremo, poniendo ¨¦nfasis en que el peri¨®dico en cuesti¨®n mostr¨® contrici¨®n y remordimiento.
Sin embargo, ninguna frase de la declaraci¨®n de los l¨ªderes musulmanes consider¨® necesario expresar remordimiento por la p¨¦rdida de vidas inocentes ni administr¨® una severa reprimenda a las hordas fan¨¢ticas que arrasaron las calles de Kaduna, quemando y matando.
El patr¨®n se ha hecho tediosamente familiar: ante un desaire o falta de respeto imaginados, incluso ante la ausencia de un r¨¢pido consentimiento del Gobierno a demandas irrazonables que transgreden los derechos c¨ªvicos de otros, ?la respuesta es la violencia desatada sobre una poblaci¨®n desprevenida!
No expresar¨¦ por ahora ning¨²n comentario sobre lo apropiado de la disculpa de This Day, el peri¨®dico acusado, ya que mi intenci¨®n no es avivar el rescoldo del caos, cuyo estallido parece ahora haber sido temporalmente sofocado. Tarde o temprano, la cuesti¨®n de la libertad de expresi¨®n debe abordarse en sociedades como la m¨ªa, y tambi¨¦n la respuesta que puede permitirse cuando se sostiene que tales libertades han herido las sensibilidades de otros. Una sociedad que tolera el asesinato de inocentes, o la incitaci¨®n al asesinato, como la interpretaci¨®n de una debida y leg¨ªtima respuesta, es una sociedad que se est¨¢ descomponiendo sin ning¨²n remedio.
Por ahora, dejemos claro esto: la supuesta ofensa del peri¨®dico que se limit¨® a registrar el comentario hecho por un ciudadano fue s¨®lo una excusa. Cualquier cosa, cualquiera o ninguna, habr¨ªa servido como detonante de unos disturbios predecibles. Si no hubiera aparecido convenientemente una "declaraci¨®n ofensiva", los alborotadores la habr¨ªan inventado o se habr¨ªan lanzado a las calles sin ninguna. Las mentes con las que tenemos que lidiar se sienten obligadas a probar, una y otra vez, que no se detendr¨¢n ante nada para imponer su concepto de la conducta humana apropiada a su sociedad m¨¢s cercana e incluso al mundo.
Los par¨¢metros de "la ofensa" est¨¢n ahora totalmente indefinidos y su posibilidad de expansi¨®n se ha hecho infinita. A la vez que niegan a otros el derecho a la libertad de expresi¨®n, ejercen el suyo en forma sangrienta. Las calles de la antigua ciudad de Kaduna est¨¢n inundadas de sangre a causa de un grupo de asesinos fan¨¢ticos que se niegan a aceptar el derecho de otros a glorificar el cuerpo humano.
Quiz¨¢ en este punto es necesario que repita mis opiniones sobre los concursos de belleza en general. Siempre los he considerado una frivolidad que no hace nada por reafirmar la condici¨®n de la mujer. Sin embargo, en esta edici¨®n de 2002, ha sido crucial su ubicaci¨®n en una naci¨®n cuya coexistencia secular, mayoritariamente pac¨ªfica, ha sido hecha a?icos de forma repetida en los ¨²ltimos a?os. Nigeria, por si alguien lo ha olvidado, es esa naci¨®n de m¨¢s de 30 Estados en la que un animal pol¨ªtico calculador repentinamente desenvain¨® la espada del fundamentalismo religioso, simplemente para obtener ganancias pol¨ªticas, estableciendo un peligroso ejemplo que ha sido seguido por otros ocho Estados.
El gobernador de ese Estado, Zamfara, declar¨® su intenci¨®n de gobernarlo estrictamente de acuerdo con los principios de la shar¨ªa, la ley isl¨¢mica. Esto, como afirm¨¦ repetidamente, fue un acto de secesi¨®n; y las diversas manifestaciones violentas de las que hemos sido testigos desde entonces, surgidas de esa declaraci¨®n, han seguido un plan pol¨ªtico secesionista que intenta disfrazarse con ropajes religiosos. Poco despu¨¦s se comenz¨® a amputar las manos de los ladrones, desafiando las disposiciones del C¨®digo Penal de la naci¨®n, que recalqu¨¦moslo efectivamente, concede legitimidad a las leyes de la shar¨ªa, pero fija l¨ªmites muy claros para su aplicaci¨®n dentro de la Administraci¨®n de Justicia.
Sin embargo, la medida punitiva m¨¢s notoria de los Estados que aplican la shar¨ªa, ha sido la condena a muerte de dos mujeres por supuesto adulterio. La primera fue absuelta en el proceso de una apelaci¨®n, mientras que la segunda, Safiyat, permanece bajo la amenaza de ese asesinato judicial de sadismo extremo: ser enterrada hasta el cuello y apedreada hasta la muerte. Eso no suceder¨¢, sin embargo.
No, la condena no se llevar¨¢ a efecto. El Gobierno nigeriano as¨ª lo ha asegurado al mundo, y los Estados de la shar¨ªa lo entienden. Matar a Safiyat significa traspasar la l¨ªnea que no admite vuelta atr¨¢s y, por diversas razones, ninguno de los Estados secesionistas est¨¢ dispuesto a ir tan lejos. Por lo tanto, lo que estamos contemplando son simplemente incursiones sanguinarias en la cohesi¨®n de la naci¨®n nigeriana, actos de desaf¨ªo que pretenden advertir al Gobierno de que los Estados rebeldes est¨¢n decididos a afirmar un grado de autonom¨ªa del que el resto de los Estados miembros no disfruta y que no necesita ser compatible con las disposiciones de la Constituci¨®n que define a Nigeria. Cuando un Estado act¨²a fuera de una Constituci¨®n, se ha escindido en la pr¨¢ctica de la entidad que es gobernada por esa Constituci¨®n.
S¨ª, un concurso de belleza es un lujo trivial, y algunos pueden alegar que incluso menoscaba la condici¨®n de la mujer. Sin embargo, si he de elegir entre la cara barbuda de fantoche talib¨¢n de cualquier gobernador defensor de la shar¨ªa, profiriendo imprecaciones en la televisi¨®n contra el concurso de belleza y la visi¨®n de las esbeltas aspirantes a la feminidad desfilando, sin ninguna duda opto por esta ¨²ltima. Desgraciadamente, nuestro mundo est¨¢ infestado de gente para quien la visi¨®n de miembros gr¨¢ciles s¨®lo evoca sue?os de amputaci¨®n. Un rostro encantador les hace fantasear, incluso salivar ante la masa informe que quedar¨¢ al final de alg¨²n ritual de lapidaci¨®n de la Edad de Piedra.
En cualquier caso, los concursos de Mister Universo son igualmente ejercicios rid¨ªculos de exhibicionismo, y a¨²n no he o¨ªdo de ning¨²n disturbio producido a causa de la exposici¨®n de esos grotescos m¨²sculos abdominales y la flexi¨®n de b¨ªceps inveros¨ªmiles. Los concursantes de Mister Universo llevan calzones escas¨ªsimos con bultos reconocibles, s¨®lo ligeramente menos expl¨ªcitos que las entrepiernas ajustad¨ªsimas de los bailarines.
Desde el momento en que supe de la oposici¨®n sectaria a que la versi¨®n femenina de Mister Universo se celebrase en Nigeria, se convirti¨® en algo m¨¢s que un concurso de belleza y asumi¨® serias dimensiones sociopol¨ªticas. Cuando mis viajes me llevaron a alg¨²n lugar donde se amenazaba con un boicot, como Sur¨¢frica, Italia y Estados Unidos, hice un hueco en mi agenda deliberadamente para argumentar en contra de tal boicot. ?Jam¨¢s una frivolidad hab¨ªa adquirido tanta profundidad en el car¨¢cter pluralista que es la esencia misma de la naci¨®n nigeriana!
La destrucci¨®n de la propiedad y las matanzas de seres humanos siempre son acontecimientos traum¨¢ticos en una comunidad, que producen tristeza y furia, pero los organizadores del concurso de belleza, as¨ª como las participantes, deben comprender que est¨¢n totalmente libres de culpa. Los culpables son las turbas intolerantes, los manipuladores de las hordas fan¨¢ticas de d¨¦biles mentales pero a la vez asesinos.
La naci¨®n llorar¨¢ a los muertos y prestar¨¢ ayuda a los mutilados y a quienes han perdido a sus seres queridos, pero esa misma naci¨®n debe comprender que acabar¨¢ en el cementerio de las naciones si no es capaz de respetar y defender los principios de pluralidad, elecci¨®n y tolerancia. El fen¨®meno de la intolerancia est¨¢ devorando a un mundo que s¨®lo puede sobrevivir en la coexistencia pac¨ªfica. Los acomodaticios se baten en retirada en demasiados frentes, sin entender que cada espacio de coexistencia abandonado es inmediatamente ocupado por el programa agresivo de los fan¨¢ticos. Avanzan una y otra vez para exigir y arrebatar m¨¢s concesiones, m¨¢s exigencias sobre la forma de vida de los dem¨¢s. La mente del fan¨¢tico es un insaciable agujero negro, que engulle todo lo que hace la vida luminosa y soportable.
Con el fin de impedir que el concurso de belleza Miss Mundo tuviera lugar en suelo nigeriano, los fundamentalistas organizaron una violenta campa?a para impedirlo. No bast¨® con que los organizadores aceptaran desplazar la fecha de la elecci¨®n final por respeto al Ramad¨¢n, la estaci¨®n musulmana de ayuno, de purificaci¨®n y -por si acaso se olvidara- de paz. No bast¨® con que, de acuerdo con una concesi¨®n m¨¢s, se tomara la absurda decisi¨®n de que las competidoras no aparecieran en traje de ba?o en la final. Adem¨¢s, el jefe de Estado, el presidente Olusegun Obasanjo, hab¨ªa acordado previamente recibir a las concursantes en una visita de cortes¨ªa, pero dio marcha atr¨¢s por deferencia a las sensibilidades musulmanas. Todo ello no hizo sino estimular el apetito de la bestia de la intolerancia, para quien un desprestigio superficial s¨®lo puede ser aplacado con un sacrificio de vidas.
El peri¨®dico que supuestamente cometi¨® la ofensa, ThisDay, public¨® excusas empalagosas y se retract¨® del art¨ªculo que provoc¨® la ofensa. Esa disculpa fue sentenciosamente aceptada por los l¨ªderes musulmanes y el Consejo Isl¨¢mico Supremo, poniendo ¨¦nfasis en que el peri¨®dico en cuesti¨®n mostr¨® contrici¨®n y remordimiento.
Sin embargo, ninguna frase de la declaraci¨®n de los l¨ªderes musulmanes consider¨® necesario expresar remordimiento por la p¨¦rdida de vidas inocentes ni administr¨® una severa reprimenda a las hordas fan¨¢ticas que arrasaron las calles de Kaduna, quemando y matando.
El patr¨®n se ha hecho tediosamente familiar: ante un desaire o falta de respeto imaginados, incluso ante la ausencia de un r¨¢pido consentimiento del Gobierno a demandas irrazonables que transgreden los derechos c¨ªvicos de otros, ?la respuesta es la violencia desatada sobre una poblaci¨®n desprevenida!
No expresar¨¦ por ahora ning¨²n comentario sobre lo apropiado de la disculpa de This Day, el peri¨®dico acusado, ya que mi intenci¨®n no es avivar el rescoldo del caos, cuyo estallido parece ahora haber sido temporalmente sofocado. Tarde o temprano, la cuesti¨®n de la libertad de expresi¨®n debe abordarse en sociedades como la m¨ªa, y tambi¨¦n la respuesta que puede permitirse cuando se sostiene que tales libertades han herido las sensibilidades de otros. Una sociedad que tolera el asesinato de inocentes, o la incitaci¨®n al asesinato, como la interpretaci¨®n de una debida y leg¨ªtima respuesta, es una sociedad que se est¨¢ descomponiendo sin ning¨²n remedio.
Por ahora, dejemos claro esto: la supuesta ofensa del peri¨®dico que se limit¨® a registrar el comentario hecho por un ciudadano fue s¨®lo una excusa. Cualquier cosa, cualquiera o ninguna, habr¨ªa servido como detonante de unos disturbios predecibles. Si no hubiera aparecido convenientemente una "declaraci¨®n ofensiva", los alborotadores la habr¨ªan inventado o se habr¨ªan lanzado a las calles sin ninguna. Las mentes con las que tenemos que lidiar se sienten obligadas a probar, una y otra vez, que no se detendr¨¢n ante nada para imponer su concepto de la conducta humana apropiada a su sociedad m¨¢s cercana e incluso al mundo.
Los par¨¢metros de "la ofensa" est¨¢n ahora totalmente indefinidos y su posibilidad de expansi¨®n se ha hecho infinita. A la vez que niegan a otros el derecho a la libertad de expresi¨®n, ejercen el suyo en forma sangrienta. Las calles de la antigua ciudad de Kaduna est¨¢n inundadas de sangre a causa de un grupo de asesinos fan¨¢ticos que se niegan a aceptar el derecho de otros a glorificar el cuerpo humano.
Quiz¨¢ en este punto es necesario que repita mis opiniones sobre los concursos de belleza en general. Siempre los he considerado una frivolidad que no hace nada por reafirmar la condici¨®n de la mujer. Sin embargo, en esta edici¨®n de 2002, ha sido crucial su ubicaci¨®n en una naci¨®n cuya coexistencia secular, mayoritariamente pac¨ªfica, ha sido hecha a?icos de forma repetida en los ¨²ltimos a?os. Nigeria, por si alguien lo ha olvidado, es esa naci¨®n de m¨¢s de 30 Estados en la que un animal pol¨ªtico calculador repentinamente desenvain¨® la espada del fundamentalismo religioso, simplemente para obtener ganancias pol¨ªticas, estableciendo un peligroso ejemplo que ha sido seguido por otros ocho Estados.
El gobernador de ese Estado, Zamfara, declar¨® su intenci¨®n de gobernarlo estrictamente de acuerdo con los principios de la shar¨ªa, la ley isl¨¢mica. Esto, como afirm¨¦ repetidamente, fue un acto de secesi¨®n; y las diversas manifestaciones violentas de las que hemos sido testigos desde entonces, surgidas de esa declaraci¨®n, han seguido un plan pol¨ªtico secesionista que intenta disfrazarse con ropajes religiosos. Poco despu¨¦s se comenz¨® a amputar las manos de los ladrones, desafiando las disposiciones del C¨®digo Penal de la naci¨®n, que recalqu¨¦moslo efectivamente, concede legitimidad a las leyes de la shar¨ªa, pero fija l¨ªmites muy claros para su aplicaci¨®n dentro de la Administraci¨®n de Justicia.
Sin embargo, la medida punitiva m¨¢s notoria de los Estados que aplican la shar¨ªa, ha sido la condena a muerte de dos mujeres por supuesto adulterio. La primera fue absuelta en el proceso de una apelaci¨®n, mientras que la segunda, Safiyat, permanece bajo la amenaza de ese asesinato judicial de sadismo extremo: ser enterrada hasta el cuello y apedreada hasta la muerte. Eso no suceder¨¢, sin embargo.
No, la condena no se llevar¨¢ a efecto. El Gobierno nigeriano as¨ª lo ha asegurado al mundo, y los Estados de la shar¨ªa lo entienden. Matar a Safiyat significa traspasar la l¨ªnea que no admite vuelta atr¨¢s y, por diversas razones, ninguno de los Estados secesionistas est¨¢ dispuesto a ir tan lejos. Por lo tanto, lo que estamos contemplando son simplemente incursiones sanguinarias en la cohesi¨®n de la naci¨®n nigeriana, actos de desaf¨ªo que pretenden advertir al Gobierno de que los Estados rebeldes est¨¢n decididos a afirmar un grado de autonom¨ªa del que el resto de los Estados miembros no disfruta y que no necesita ser compatible con las disposiciones de la Constituci¨®n que define a Nigeria. Cuando un Estado act¨²a fuera de una Constituci¨®n, se ha escindido en la pr¨¢ctica de la entidad que es gobernada por esa Constituci¨®n.
S¨ª, un concurso de belleza es un lujo trivial, y algunos pueden alegar que incluso menoscaba la condici¨®n de la mujer. Sin embargo, si he de elegir entre la cara barbuda de fantoche talib¨¢n de cualquier gobernador defensor de la shar¨ªa, profiriendo imprecaciones en la televisi¨®n contra el concurso de belleza y la visi¨®n de las esbeltas aspirantes a la feminidad desfilando, sin ninguna duda opto por esta ¨²ltima. Desgraciadamente, nuestro mundo est¨¢ infestado de gente para quien la visi¨®n de miembros gr¨¢ciles s¨®lo evoca sue?os de amputaci¨®n. Un rostro encantador les hace fantasear, incluso salivar ante la masa informe que quedar¨¢ al final de alg¨²n ritual de lapidaci¨®n de la Edad de Piedra.
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