Reflexiones de un viaje
do que "la ejecuci¨®n del ap¨®stata es una obligaci¨®n para el musulm¨¢n cuando el Estado no cumpla con este deber". Naguib Mahfuz, premio Nobel egipcio de literatura, escribi¨® en 1959 un texto que fue condenado por los fundamentalistas de Al-Azhar como contrario al islam. En 1994 sufri¨® un atentado integrista que a punto estuvo de costarle la vida.
Podr¨ªamos poner mil ejemplos m¨¢s, de pensadores musulmanes que quieren reformar la r¨ªgida interpretaci¨®n medieval del Cor¨¢n y que son condenados por los integristas. Cuando regres¨¦ a Espa?a me encontr¨¦ con las manifestaciones de estudiantes en Ir¨¢n protestando contra la pena de muerte impuesta al intelectual iran¨ª Hachem Aghajari, acusado de injuriar y blasfemar contra el profeta Mahoma. Entonces record¨¦ las conversaciones mantenidas durante mi viaje con un intelectual musulm¨¢n, moderado y reformista, que se sinceraba manifest¨¢ndome su temor de no poder permanecer en su pa¨ªs ante las crecientes acusaciones que comenzaba a recibir de alg¨²n ulema ultraconservador.
El ex ministro de Educaci¨®n tunecino Mohamed Charfi, en su importante libro Islam y libertad, publicado por Almed, nos dice: "En ning¨²n lugar el fanatismo religioso ha causado tantas v¨ªctimas estos ¨²ltimos a?os como en el mundo musulm¨¢n. Son razones espec¨ªficas las que deben explicar el auge del fanatismo isl¨¢mico. Con frecuencia se alegan factores econ¨®micos y sociales: la pobreza, el paro, la corrupci¨®n, etc. Sin embargo, el fundamentalismo existe incluso en los pa¨ªses del Golfo, donde los nacionales tienen un elevado nivel de vida... ?Por qu¨¦, en el mundo musulm¨¢n, estas reivindicaciones se funden en una reclamaci¨®n quim¨¦rica del retorno a un Estado isl¨¢mico, en el que todos los problemas ser¨ªan resueltos con la varita m¨¢gica de la aplicaci¨®n de la sharia? ?Es cultural, entonces, la respuesta?". "No hay raz¨®n alguna para que el islam no evolucione como lo han hecho el cristianismo o el juda¨ªsmo". Su prop¨®sito, seg¨²n sus propias palabras, es demostrar que el integrismo no es inevitable, ni ninguna fatalidad, ni siquiera una cuesti¨®n religiosa, sino m¨¢s bien un problema de cultura y educaci¨®n.
El intelectual marroqu¨ª Mohamed Habed Yabri realiza en su libro El legado filos¨®fico ¨¢rabe algunas interesantes reflexiones, criticando la corriente salafista que tiene como objeto volver a la grandeza pasada. "?C¨®mo recobrar la gloria de nuestra civilizaci¨®n?", se cuestionan. Y dan la m¨¢s f¨¢cil de las respuestas: "Pues volviendo a los principios iniciales". Nos dice Yabri: "... el reto de la civilizaci¨®n occidental constituye el motor principal que impele a la conciencia ¨¢rabe moderna a la afirmaci¨®n de su identidad. Como ocurre siempre en estos casos, la afirmaci¨®n de la identidad toma la forma de retirada a posiciones anteriores tras las cuales uno puede protegerse y defenderse".
Debemos colaborar lealmente con todas aquellas personas que desde la raz¨®n y la libertad quieren reformar la sociedad musulmana, guardando lo mucho que de bueno tiene, superando algunas de sus obsoletas normas y adaptando elementos de modernidad en sus principios. El mundo musulm¨¢n es una parte muy importante del planeta, que merece todo nuestro apoyo y respeto. Dentro de ¨¦l conviven delirantes integristas y muchas personas moderadas que, simplemente, quieren vivir en paz y tranquilidad. Combatamos a los primeros, reforcemos a los segundos.
Durante m¨¢s de quince d¨ªas he acompa?ado al erudito de Tombuct¨² Ismael Diadi¨¨, durante un viaje a trav¨¦s de la antigua ruta de las caravanas entre Mauritania y el norte de Mal¨ª, recorriendo el mismo camino que sus antepasados del siglo XV hicieran desde su destierro de Toledo. Visitamos algunas de las ciudades perdidas de las caravanas, como Walata; atravesamos ¨¢ridas extensiones de Sahel, y navegamos por el r¨ªo N¨ªger hasta llegar a la ciudad de Tombuct¨², que sigue envuelta en su halo m¨ªtico. A city in the middle of nowhere, rezan algunos de sus escasos reclamos publicitarios. Pero sobre todo convivimos con personas de esas latitudes, y hablamos con viejos e imames de las escasas ciudades que atravesamos. Disfrutamos de su hospitalidad, y sufrimos con algunos brotes de intransigencia que, desgraciadamente, tambi¨¦n percibimos.
Regreso a casa profundamente preocupado ante la evidente extensi¨®n del fundamentalismo isl¨¢mico. Cada d¨ªa se aprecian m¨¢s s¨ªmbolos externos de ese a?orado retorno a los fundamentos iniciales del islam. Algunas ocasiones fueron especialmente violentas para nosotros, como en el caso de una negociaci¨®n para conseguir un gu¨ªa que realizamos en uno de los escasos comercios de Addel Begrou, un m¨ªsero poblado fronterizo entre Mauritania y Mal¨ª. Nuestro interlocutor se apoyaba sobre un p¨®ster con la imagen de Bin Laden. No era nada agradable tener que negociar bajo la mirada del terrorista idolatrado por aquel comerciante. Otro momento embarazoso fue cuando visitamos la aldea de la familia de Ismael, perdida en una de las infinitas islas de las marismas del N¨ªger, Kirchamba, y me fue presentado un grupo de j¨®venes. Uno de ellos luc¨ªa orgulloso una camiseta con la efigie del terrorista saud¨ª, que tambi¨¦n observaba en grandes pegatinas colocadas sobre motocicletas y veh¨ªculos. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando en el mundo musulm¨¢n para que un declarado asesino pueda ser considerado un aut¨¦ntico h¨¦roe por los j¨®venes? ?Por qu¨¦ universitarias de cuarto o quinto de carrera deciden ponerse el pa?uelo cuando ni siquiera sus madres lo llevaban ya? Debemos intentar respondernos a esa pregunta, sin descalificaciones iniciales y sin desviarnos a la ya cl¨¢sica cuesti¨®n de: ?por qu¨¦ nos odian tanto? Las causas pueden ser m¨²ltiples, pero destacar¨ªa el extendido deseo de autoafirmaci¨®n cultural, y un cierto temor al qu¨¦ dir¨¢n, toda vez que los valores ultraconservadores se est¨¢n extendiendo con rapidez.
El deseo de retornar al islam inicial y considerar a Bin Laden como un valiente guerrero de Mahoma nace de un profundo sentimiento de orgullo herido, h¨¢bilmente utilizado por los predicadores integristas. La explicaci¨®n de que el fundamentalismo se extiende a causa de la miseria y falta de educaci¨®n no nos proporciona una suficiente respuesta, ya que la cuna de los fundamentalistas actuales, los pa¨ªses del Golfo, son riqu¨ªsimas monarqu¨ªas petrol¨ªferas. Por otra parte, el integrismo suele prosperar en los ambientes universitarios. No. El fundamentalismo nace de un sentimiento, de un deseo de recobrar grandezas pasadas, de una autoafirmaci¨®n cultural frente a lo que consideran un pensamiento occidental agresivo e imperialista, como muestra de rebeli¨®n contra lo que se consideran agresiones y humillaciones al mundo ¨¢rabe.
?Todo el mundo musulm¨¢n es integrista? Por supuesto que no. Muchos de ellos ni siquiera son religiosos, otros lo son en sus formas m¨¢s moderadas. Pero, desgraciadamente, los fan¨¢ticos van ganando influencia y poder, iniciando una sistem¨¢tica persecuci¨®n contra los moderados. Todav¨ªa existe para los integristas un Sat¨¢n m¨¢s odiado que Occidente. Son los propios musulmanes no islamistas, a los que persiguen y combaten. No olvidemos que la apostas¨ªa o la blasfemia son castigadas con la pena de muerte en la sharia. Sin embargo, esta ola de fundamentalismo social, religioso y pol¨ªtico que se extiende por los pa¨ªses musulmanes no debe hacernos olvidar que en su interior conviven, con crecientes dificultades, much¨ªsimos musulmanes moderados y reformistas que quisieran cambiar la realidad del mundo al que pertenecen.
No debemos despreciar el mundo musulm¨¢n en su conjunto. Ese desprecio generalista, tipo Oriana Fallaci o Berlusconi, genera m¨¢s rabia a¨²n en los pa¨ªses ¨¢rabes y abona el campo a los integristas, debilitando las posibilidades y predicamento de las fuerzas reformadoras. Nuestro enemigo nunca debe ser ni el islam ni los musulmanes. Nuestro enemigo debe ser el fanatismo all¨¢ donde se encuentre. Y debemos denunciarlo con todas nuestras fuerzas: los integristas son unos peligrosos fan¨¢ticos que traer¨¢n mucho dolor al mundo. Pero Occidente los est¨¢ combatiendo de la peor forma posible. Haci¨¦ndolos aparecer ante sus poblaciones como los defensores de su identidad cultural y social. Nuestra pol¨ªtica de desprecio general hacia lo musulm¨¢n, la masacre consentida de los palestinos, el dudosamente justificado ataque a Irak, generar¨¢n a¨²n m¨¢s rechazo a lo que significa Occidente en el mundo musulm¨¢n, que necesita imperiosamente modernizarse, otorg¨¢ndose a s¨ª mismo libertad y progreso. Pero esa evoluci¨®n, para ser posible, debe nacer desde su interior. No podremos impon¨¦rsela desde fuera, ya que generar¨ªa fort¨ªsimas reacciones internas. Debemos ayudar a los pa¨ªses democr¨¢ticos y moderados que, como Turqu¨ªa, Marruecos o T¨²nez, intentan avanzar hacia la democracia laica. Debemos combatir a las ideas integristas colaborando con los programas reformistas y moderados que conviven en su interior.
El pulso entre conservadores y reformadores es muy antiguo en el islam. Seg¨²n un famoso hadiz, Mahoma exhort¨® a los musulmanes a aferrarse a la tradici¨®n musulmana con estas palabras: "Guardaos de las novedades, pues toda novedad es una innovaci¨®n, y toda innovaci¨®n es un extrav¨ªo".
Un primer y serio aviso del fanatismo integrista fue la ejecuci¨®n de Mahmud Taha en Sud¨¢n. Taha, fundador del c¨ªrculo republicano de su pa¨ªs, irrit¨® profundamente a los integristas por pedir una nueva lectura del Cor¨¢n que permitiera reformar la sharia. Su lucha por ese islam m¨¢s liberal e igualitario le cost¨® una sentencia a muerte, junto a tres de sus seguidores acusados de apostas¨ªa. Sus disc¨ªpulos se retractaron de sus ideas y fueron inmediatamente liberados. Taha se mantuvo en sus convicciones y fue ahorcado el 18 de enero de 1985. El presidente sudan¨¦s recibi¨® felicitaciones p¨²blicas de reconocidos integristas.
Farag Fouda, un intelectual egipcio muy cr¨ªtico en sus libros contra la sharia y el integrismo, fue asesinado el 8 de junio de 1992. Destacados representantes de la gran universidad isl¨¢mica Al-Azhar, de El Cairo, defendieron al asesino argumentan
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