La piel del secreto
Durante su larga vida, Balthasar Klossowski de Rola (Par¨ªs, 1908-Rissini¨¨re, 2001) fue un hombre recogido y creyente que se negaba a explicar lo que su pintura pod¨ªa contar mejor. Nunca respondi¨® a quienes, en la b¨²squeda que de por s¨ª son sus cuadros, confundieron v¨¦rtigo con erotismo. Al fin y al cabo, Balthus era un tipo de "rigor aristocr¨¢tico" ("valor para tirar adelante y aceptar cierta pobreza por no ceder a ninguna traici¨®n, ni incumplir nunca los compromisos"). S¨®lo al final de sus a?os, cuando la vista no le alcanzaba para dibujar, decidi¨® dictar estas memorias que son m¨¢s un ¨²ltimo aliento que un testamento. El propio editor apunta que "fueron murmuradas en un suspiro" y tal vez por ello este libro traduce mejor la voluntad del pintor que las etapas de la vida del hombre.
BALTHUS MEMORIAS
Edici¨®n de Alain Vircondelet Traducci¨®n de Juan Vivanco Lumen. Barcelona, 2002 252 p¨¢ginas. 20,89 euros
Balthus, que fue educado
en la fe cat¨®lica para recibir la herencia de unos familiares que nunca llegar¨ªa a cobrar, empezaba sus cuadros rezando y los terminaba pensando. Para el ferviente cat¨®lico que fue, la pintura era "su modo de acceder al misterio de Dios". Un cuadro era una oraci¨®n, una inmortalidad capturada y pintar no era representar, sino "penetrar en el fondo del secreto". Tanto en su casona de Rossini¨¨re como en cualquiera de las residencias que tuvo -incluida la Villa M¨¦dicis de Roma, de la que fue director-, Balthus vivi¨® descre¨ªdo y al margen de las corrientes de su tiempo. Ni ¨¦l mismo sab¨ªa muchas veces ad¨®nde ir¨ªa su pincel. Tal vez por eso, aunque por estas memorias se asomen tanto su relaci¨®n con sus tres mujeres-modelo como su di¨¢logo con otros -pocos- artistas como Giacometti o Picasso, todo lo que no es pintura se lee desdibujado. As¨ª, de personajes como Fellini, su hermano Pierre Klossowski o Andr¨¦ Malraux aparecen las formas pero no los fondos. No aprendemos nada de su relaci¨®n, salvo el hecho de que se conocieran. Con todo, y m¨¢s all¨¢ de su idea religiosa de la pintura (tal vez heredada de Rilke, el compa?ero de su madre), otra cosa queda clara: su rechazo por el arte moderno, que da la espalda a la naturaleza, busca logros r¨¢pidos y rinde culto a la personalidad. Para Balthus, la verdadera modernidad consist¨ªa en volver a inventar el pasado, y el pintor "no es m¨¢s que una mano que debe olvidarse de s¨ª misma y tratar de expresar el mundo". Ese rechazo por el paso del tiempo le lleva a asegurar que la Revoluci¨®n Francesa no supuso progreso sino "el advenimiento del reino execrable del dinero y de la burgues¨ªa con sus valores mezquinos".
El arte fue para Balthus el tiempo vencido, y estar en el mundo, arriesgarse a no llegar nunca a desvelar sus misterios. Estas memorias recogen las reflexiones de un gran pintor al final de sus d¨ªas, cuando ya hab¨ªa aprendido a elegir. Tal vez por eso, el libro aclara las intenciones y prioridades del artista, pero se queda en la piel del secreto y no consigue rozar el misterio fascinante de su pintura.
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