Un hombre para la guerra
En su brillante ep¨ªlogo, el historiador Simon Schama, am¨¦n de elogiar apasionadamente la biograf¨ªa escrita por Roy Jenkins, pone de manifiesto el paralelismo existente entre las personalidades del autor y de su biografiado, figuras at¨ªpicas en el panorama pol¨ªtico brit¨¢nico. Ambos vulneraron el opresivo c¨®digo del sistema, consistente en encauzar toda la carrera pol¨ªtica dentro de un solo partido. Winston Churchill (1874-1965) efectu¨® por dos veces el paso de uno a otro partido: en 1904, de los conservadores a los liberales, y en 1924, de regreso al hogar tory. Jenkins abandon¨® el laborismo para buscar una tercera v¨ªa que qued¨® r¨¢pidamente bloqueada. Conservador reformista fue Churchill, reformador respetuoso del orden Jenkins. Ambos sobre un fondo de liberalismo pol¨ªtico. S¨®lo que en el caso de Churchill, el estallido de la Segunda Guerra Mundial fue la trompeta de la resurrecci¨®n para una carrera pol¨ªtica pr¨¢cticamente acabada, mientras que Jenkins, hoy ya octogenario, ha podido recuperar el placer de la escritura, redactando dos monumentales biograf¨ªas de los dos pol¨ªticos ingleses que en la era contempor¨¢nea merecen su mayor estima: Gladstone (1997) y ahora Churchill. Es dif¨ªcil pensar que se trata de obras estrictamente individuales. Tal vez Jenkins, como el propio Churchill en su d¨ªa, haya contado para sustentar su relato con un equipo de documentalistas. Ello ser¨ªa indiferente dado el aliento personal que informa la reconstrucci¨®n por Jenkins de la doble dimensi¨®n, humana y pol¨ªtica, de su biografiado.
CHURCHILL
Ep¨ªlogo de Simon Schama Traducci¨®n de Carme Camps Pen¨ªnsula. Barcelona, 2002 1.134 p¨¢ginas. 29 euros
No estamos ante el libro definitivo del que habla la promoci¨®n editorial, teniendo en cuenta excelentes biograf¨ªas de estos ¨²ltimos tiempos, como la de Hitler por Ian Kershaw o la de Lenin por Justice, pero s¨ª ante un esclarecedor relato, muy bien escrito, que permite valorar la coherencia subyacente a los grandes zigzags que componen la vida pol¨ªtica del vencedor de la batalla de Inglaterra. Al margen de las extraordinarias lucidez y firmeza con que Churchill propugna y organiza la resistencia antinazi a partir de 1940, las grandes opciones asumidas por ¨¦l constituyen una sucesi¨®n de altibajos que m¨¢s de una vez est¨¢n a punto de arruinarle pol¨ªticamente.
En Churchill se alternan lo que
llamar¨ªamos una imaginaci¨®n compulsiva, que le lleva a empecinarse en la implementaci¨®n hasta el final de decisiones, en la cual, por infravaloraci¨®n del contexto, las mejores ideas acaban dando lugar a desastres (caso de la cat¨¢strofe de Gallipoli en 1915 que le cuesta pasar de lord del Almirantazgo a coronel en el frente franc¨¦s), y una capacidad excepcional de rectificaci¨®n cuando el conflicto ya ha estallado, siendo entonces imprescindible conjugar y establecer prioridades entre los factores en presencia.
Schama llama a Churchill "guerrero de las palabras", subrayando as¨ª con acierto el papel que desempe?a el verbo en su acci¨®n pol¨ªtica, pero posiblemente ser¨ªa antes que eso un hombre para la guerra, no s¨®lo por la importancia que adquiere en ¨¦l la dimensi¨®n militar, legado de sus campa?as de juventud -de Cuba y la India al Sud¨¢n y a la guerra de los b¨®ers-, sino porque es entonces cuando su capacidad para centrarse en el n¨²cleo del conflicto, dejando en la sombra aspectos secundarios e incluso posiciones propias anteriores, le permite actuar resueltamente en el sentido deseado. Es as¨ª como tras mostrar una m¨¢xima intransigencia e impulsar la lucha a fondo contra los patriotas irlandeses, acaba siendo el hombre clave de la resoluci¨®n del conflicto, al lado de Lloyd George y en relaci¨®n cordial con otro militar pol¨ªtico, su antagonista Michael Collins. Otras veces se vio obligado a reconducir una adhesi¨®n, como la manifestada a la causa sionista hasta los primeros atentados antibrit¨¢nicos. Por lo mismo, y a pesar de su oposici¨®n frontal al comunismo sovi¨¦tico desde un primer momento, crey¨® en la necesidad de una alianza duradera con Stalin: para oponerse a Hitler hubiera pactado con el mismo diablo en el infierno. De ah¨ª tambi¨¦n que en 1940 no compartiera las vacilaciones de otros dirigentes conservadores, proclives a aceptar un reparto de esferas de dominio con el dictador nazi, a quien se opuso con el rigor de un pol¨ªtico implacable y con el entusiasmo de un caballero rom¨¢ntico, en la l¨ªnea del regreso a Camelot que efectuaran las ¨¦lites inglesas en la era victoriana.
Jenkins nos proporciona una interpretaci¨®n de la trayectoria de Churchill, consistente en una sucesi¨®n de an¨¢lisis apoyados en datos de primera mano sobre cada momento significativo de la misma. El grandioso e irregular pol¨ªtico queda reflejado en las p¨¢ginas del libro, pero tambi¨¦n el hombre, capaz de expresar la euforia y de sumirse en la melancol¨ªa.
La inteligencia y la firmeza
EL AZAR es a veces burl¨®n. Coincidiendo en el tiempo con el apogeo de una pol¨ªtica internacional dominada por los planteamientos reduccionistas y maniqueos de George W. Bush, la abundante bibliograf¨ªa aparecida sobre Winston S. Churchill nos recuerda que la inteligencia es conciliable con la firmeza, y que por consiguiente debe tener un papel relevante en la historia. Las biograf¨ªas del estadista ingl¨¦s se suceden en un muy breve plazo de tiempo. Geoffrey Best vio publicado en 1901 su Churchill: A Study in Greatness (Hambledon Press, Londres), casi coincidiendo con el libro de Jenkins. En Espa?a tenemos las traducciones de Winston Churchill. Una biograf¨ªa, de Sebasti¨¢n Haffner, editada por Destino, y Churchill, de Fran?ois B¨¦darida, en Fondo de Cultura Econ¨®mica. La de Haffner, el autor de la magn¨ªfica Historia de un alem¨¢n, se remonta en su redacci¨®n original a 1967, y la de B¨¦darida, el recientemente desaparecido fundador del Instituto de Historia del Tiempo Presente en Par¨ªs, es de 1999, si bien ambas se han publicado entre nosotros en 2002.
Son dos libros muy valiosos. Sin la pretensi¨®n de reconstrucci¨®n total del libro de Jenkins, ofrecen sendos estudios con detenimiento de la persona y de su acci¨®n pol¨ªtica, permitiendo m¨¢s de una vez una precisi¨®n mayor en aspectos cualitativos. Con una excelente prosa, Haffner nos presenta a "un guerrero, que sab¨ªa comprender que para conducir bien una guerra hac¨ªa falta cierta dosis de pol¨ªtica" e insiste en los aspectos formativos de su psicolog¨ªa, en el marco de unos or¨ªgenes familiares de extrema dureza paterna y pertenencia a una clase privilegiada pero desde la ruina econ¨®mica. Por su parte, B¨¦darida apunta m¨¢s a un an¨¢lisis sistem¨¢tico de la actuaci¨®n pol¨ªtica de Churchill, que hace posible una comprensi¨®n acabada de los componentes que integraron en lo esencial sus periodos de gobierno y las iniciativas planteadas en los tiempos de crisis, en especial a lo largo del par¨¦ntesis de los a?os treinta. La referencia a la actitud sobre Espa?a, mucho m¨¢s precisa que en Jenkins, es un buen indicador de que estamos ante una excelente introducci¨®n al conocimiento y a la explicaci¨®n de una pol¨ªtica compleja y tantas veces contradictoria. Eso s¨ª, m¨¢s de una vez la traducci¨®n no acompa?a: convertir boche de 1921 en nazi supone una licencia excesiva; entre otras imprecisiones y un exceso de voluntad explicativa.
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