El dise?o del nuevo imperio
Iron¨ªas de la historia. Bin Laden quer¨ªa destruir Estados Unidos, o al menos levantar al mundo isl¨¢mico contra ¨¦l. Pero puede haber acelerado la conversi¨®n de la hiperpotencia en un imperio. Para George Friedman, del centro de an¨¢lisis Stratfor, con el intento de parar y combatir a Al Qaeda, Estados Unidos se ha visto obligado "a seguir el cl¨¢sico proceso imperial", s¨®lo que esta vez de alcance global ante una amenaza ubicua. Estar¨ªamos as¨ª asistiendo al surgimiento, en parte por dise?o, en parte sobrevenido, de un nuevo imperio global, basado en la absoluta superioridad militar de EE UU, uno de cuyos brazos de actuaci¨®n podr¨ªa ser la nueva OTAN transformada la semana pasada en la cumbre de Praga. Es un proceso de Empire State Building, no de Pax americana.
El despliegue militar y las bases, en parte herencia de la guerra fr¨ªa, tienen que ver con la lucha contra Al Qaeda, el control del petr¨®leo y la defensa de Israel
La 'doctrina Bush' hace especial hincapi¨¦ en la necesidad de alianzas, puesto que EE UU puede actuar s¨®lo militarmente, pero no pol¨ªticamente
El gasto militar de Bush supera los 350.000 millones de d¨®lares anuales; es un 40% del mundial y m¨¢s del doble del de los pa¨ªses europeos de la OTAN
Michael Ignatieff: "Est¨¢ emergiendo un nuevo orden internacional, pero se est¨¢ dise?ando para responder a los objetivos imperiales estadounidenses"
Seg¨²n el analista franc¨¦s Pierre Hassner, la prioridad de Clinton era "dom¨¦stica y global", y la del actual presidente Bush, "nacional e imperial". La de Clinton fue la ¨¦poca de la globalizaci¨®n. La de Bush es distinta. Walter Russell Mead, en su libro Special providence (Providencia especial), ve una constante interacci¨®n en la pol¨ªtica exterior de EE UU entre cuatro escuelas de pensamiento: la hamiltoniana (protecci¨®n del comercio), la jeffersoniana (mantenimiento del sistema democr¨¢tico), la jacksoniana (valores populistas y poder¨ªo militar) y la wilsoniana (predominio del principio moral). En la Administraci¨®n de Bush, el secretario de Estado, Powell, ser¨ªa el m¨¢s jeffersoniano, y el vicepresidente, Cheney, y el jefe del Pent¨¢gono, Rumsfeld, los jacksonianos.
No ser¨ªa un imperio cl¨¢sico. Ni siquiera imperio en un sentido territorial, pues no tendr¨ªa limes (aunque s¨ª una frontera nacional). Aunque, para Chalmers Johnson, autor de Blowback: the cost and consequences of American empire, el m¨¢s de un centenar de bases militares que ahora tiene Estados Unidos en el mundo entero cumplen el papel de las antiguas colonias en los imperios del XIX. En todo caso, como indica John Lewis Gaddis en Prospect, Estados Unidos est¨¢ sumido en una "gran estrategia de transformaci¨®n". Poco despu¨¦s de entrar en la Casa Blanca, Bush ya anunci¨® su intenci¨®n de dejar atr¨¢s la posguerra fr¨ªa. Ya, en su derredor, se agitaban los partidarios de la tesis imperial. No es seguro que prospere. Pero algunos est¨¢n intentando la g¨¦nesis de lo que ser¨ªa el primer imperio global, no s¨®lo militar (pese a ser el ¨²nico pa¨ªs capaz de proyectar fuerza en cualquier lugar del globo), pues tambi¨¦n impone sus protocolos en buen n¨²mero de sectores (como el inform¨¢tico).
La fuerza del imperio
Hassner se pregunta si EE UU va a ser "el imperio de la fuerza o la fuerza del imperio". Su gasto militar ha crecido con Bush y supera los 350.000 millones de d¨®lares anuales, un 40% del mundial y m¨¢s del doble que el de los pa¨ªses europeos de la OTAN, que no quieren competir, sino, si acaso, abrirse un margen de autonom¨ªa.
Estados Unidos pretende ser un imperio no sometido a la ley. La lista de los acuerdos internacionales en los que no ha entrado o de los que se ha retirado en los ¨²ltimos a?os se va alargando. No parece dispuesto a aceptar nada que pueda tocar su soberan¨ªa nacional. Como se?ala Michael Ignatieff, "est¨¢ emergiendo un nuevo orden internacional, pero se est¨¢ dise?ando para responder a los objetivos imperiales americanos".
El Imperio necesita dominar el espacio. Cabe recordar que el informe redactado por Rumsfeld cuando a¨²n estaba en el Senado al frente de la Comisi¨®n de Evaluaci¨®n de la Gesti¨®n y Organizaci¨®n de la Seguridad Nacional en el Espacio, reclamaba la necesidad de garantizar la superioridad absoluta de EE UU en ese ¨¢mbito. El control del espacio en los pr¨®ximos a?os es visto, as¨ª, como lo fue el del mar en los siglos XVIII y XIX, o el del aire en buena parte del XX, abiertos tambi¨¦n a una competencia comercial. El Informe Rumsfeld alertaba de que "EE UU a¨²n no ha tomado los pasos necesarios para desarrollar (...), mantener y asegurar su superioridad" en el espacio, cuando el mundo se ha vuelto mucho m¨¢s dependiente en los sat¨¦lites. Ha puesto trabas al desarrollo del sistema europeo de GPS, el Proyecto Galileo, competidor del de EE UU. Y esta Administraci¨®n ha dejado abierta la cuesti¨®n de si va a subir armas (l¨¢ser u otras) al espacio. La reorganizaci¨®n, en julio pasado, del Mando Espacial y del Estrat¨¦gico (nuclear) en uno ¨²nico, el Stratcom, es parte de este proceso. El programa de Defensa Nacional contra Misiles, tambi¨¦n.
Con su revisi¨®n de la postura nuclear, el Pent¨¢gono quiere disponer de la panoplia m¨¢s amplia posible de armas para defenderse lejos, ya sea en Afganist¨¢n, Irak o Somalia, utilizando, si lo considera necesario, el arma nuclear, aunque sea miniaturizada, una doctrina en la que le ha seguido el aliado brit¨¢nico. El manto doctrinal general es la Estrategia de Seguridad Nacional, conocida como la doctrina Bush, un documento publicado el pasado 17 de septiembre, complejo, pero que, junto con el deseo de promover la democracia y la libertad, recoge la idea de que la mejor defensa es un buen ataque: el ataque defensivo preventivo, particularmente contra amenazas terroristas o de uso de armas de destrucci¨®n masiva. Es algo por lo que Cheney y el n¨²mero dos del Pent¨¢gono, Paul Wolfowitz, desde otros cargos en la Administraci¨®n de Bush padre, intentaron impulsar en 1992, junto a una pol¨ªtica que asegurara la preeminencia global de EE UU e impidiera el surgimiento de ning¨²n Estado o alianza que pudiera rivalizar en poder¨ªo militar con este pa¨ªs. Esta vez han conseguido imponer sus tesis, aunque sea en contra de la legalidad internacional que EE UU impuls¨® desde 1945. Esta doctrina se basa en la hegemon¨ªa militar de EE UU, y en que otros, como los europeos, la acepten. Y la han aceptado en el Concepto Militar para la Defensa contra el Terrorismo, aprobado en Praga, que se iba a hacer p¨²blico, pero que finalmente no se difundi¨®.
La doctrina Bush hace especial hincapi¨¦ en la necesidad de alianzas para EE UU, que puede actuar militarmente, pero no pol¨ªticamente, solo. El que Bush haya aceptado pasar por el Consejo de Seguridad de la ONU para atacar Bagdad, y que en Praga haya buscado apoyos para una eventual acci¨®n contra Irak, es una prueba de ello. "Am¨¦rica se percata de que no puede prescindir del mundo", seg¨²n el soci¨®logo franc¨¦s Emmanuel Todd (Apr¨¨s l'Empire). El Imperio necesita a la ONU, aunque sea una ONU que se amolde al Imperio. Para Hassner, "el Imperio s¨®lo se puede consolidar si hay una dosis de multilaterialismo, lo que a su vez presupone, dentro de una inevitable hegemon¨ªa, una dosis de multipolaridad". El aislacionismo es cosa del pasado, pero el unilaterialismo est¨¢ muy presente en esta Administraci¨®n que alimenta tambi¨¦n el debate imperial. Y algunos, como William Kristol y Robert Kagan, temen que Bush haya ca¨ªdo en una "trampa" en la ONU respecto a Irak.
Sobre el terreno, EE UU va poniendo piezas. Europa ya no le importa, pues la ve segura. Pero le interesa que Europa le siga, aunque sea para, como lo expresa Kagan, que Washington haga la cocina y los europeos despu¨¦s limpien los platos. Con, o para, la guerra de Afganist¨¢n, Estados Unidos ha tomado posiciones en buena parte de Asia central, y ya desde 1991, en el Golfo. Cuenta con bases militares en el antiguo pa¨ªs de los talibanes, Kirguizist¨¢n, Uzbekist¨¢n, Tayikist¨¢n, y en lo que puede acabar siendo el eslab¨®n d¨¦bil de la cadena, Pakist¨¢n, adem¨¢s de una creciente presencia en ?frica (Yemen, Somalia, etc¨¦tera). Estados Unidos tiene bases militares, propias o de utilizaci¨®n conjunta, en una cuarentena de pa¨ªses del mundo, lo que facilita la rapidez en las intervenciones. Este despliegue, en parte herencia de la guerra fr¨ªa, tiene que ver con la lucha contra las redes de Al Qaeda, con el control del petr¨®leo y la defensa de Israel.
El momento m¨¢s definitorio para la tesis imperial llegar¨ªa si hay una guerra con Irak. Cheney, en expresi¨®n que ¨²ltimamente no ha repetido, alert¨® hace unos meses sobre la intenci¨®n de EE UU de "volver a dibujar el mapa de Oriente Pr¨®ximo". No es una novedad. En septiembre de 2000, en plena campa?a de las elecciones presidenciales, el New American Century, un think tank en el que colaboraron Kagan, Kristol y Wolfowitz, se?alaba, en un informe sobre la Reconstrucci¨®n de las defensas de Am¨¦rica, que "defender el per¨ªmetro de seguridad americano requerir¨¢ cambios en los despliegues y las instalaciones en el extranjero de EE UU". Y a?ad¨ªa: "Aunque el conflicto sin resolver de Irak aporta la justificaci¨®n inmediata, la necesidad de una sustancial presencia militar americana en el Golfo trasciende la cuesti¨®n del r¨¦gimen de Sadam". Eso es parte del dise?o imperial.
Debate abierto
La conversi¨®n de EE UU en Imperio es un debate abierto. En el campo imperial hay analistas interesantes, lo que no implica compartir sus ideas. Entre los intelectuales, que en su mayor parte publicaron sus principales ideas al respecto justo antes del 11-S, destaca, aunque no hable propiamente de imperio, Philip Bobbitt, autor de un libro de 923 p¨¢ginas, The shield of achilles: war, peace and the course of history, en el que ve el periodo de 1914 a 1990 como una larga guerra, que marc¨® ¨¦poca. Para Bobbitt, la globalizaci¨®n ha llevado a dejar atr¨¢s el Estado-naci¨®n para dar paso al "Estado-mercado", cuyo mejor ejemplo es EE UU, que tiene que estar dispuesto a intervenir militar y pol¨ªticamente para defender este orden. Robert Kagan en su ya famoso art¨ªculo, que est¨¢ ampliando a un libro sobre "la brecha del poder¨ªo" entre EE UU y Europa, considera que la fuerza de aqu¨¦lla hizo posible que los europeos creyeran que el poder militar ya no importaba. Mientras que para ese excelente periodista que es Robert Kaplan, el imperio es "la forma m¨¢s benigna de poder".
Hay visiones contrarias. Para Todd, m¨¢s que ante una hiperpotencia militar, estamos ante un "micromilitarismo teatral" que busca "demostrar la necesidad de EE UU en el mundo aplastando a adversarios insignificantes". Para Emmanuel Wallerstein, "la cuesti¨®n no es si la hegemon¨ªa de EE UU est¨¢ disipando, sino si va a saber realizar un aterrizaje suave en t¨¦rminos de p¨¦rdida de poder¨ªo".
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