Ricos, pero honrados
La historia y la geograf¨ªa han hecho de Espa?a un pa¨ªs puente, entre Europa y Am¨¦rica del Sur, entre Europa y ?frica. Es tambi¨¦n, ahora, un pa¨ªs que vive una doble condici¨®n vinculada a su r¨¢pida transformaci¨®n en las ¨²ltimas d¨¦cadas: conserva en buena parte los modos de una sociabilidad intensa, de una vida de relaci¨®n que se manifiesta con fuerza en los espacios p¨²blicos, y se encuentra, al mismo tiempo, entre los estados m¨¢s ricos del mundo, con notables capacidades econ¨®micas y tecnol¨®gicas.
Esta situaci¨®n dual podr¨ªa permitir una s¨ªntesis que no parece f¨¢cil que se d¨¦ en demasiados pa¨ªses. En efecto, unos cuantos destacan en lo econ¨®mico y en lo tecnol¨®gico, pero no se caracterizan por sus dotes de solidaridad, ni interna ni externa, mientras que la gran mayor¨ªa bastante tienen con pagar las deudas que los primeros no perdonan. La s¨ªntesis entre riqueza suficiente y solidaridad necesaria se presenta como uno de los pocos modelos esperanzadores de futuro. Una l¨ªnea de desarrollo cultural, econ¨®mico y medioambiental basada en poner el desarrollo al servicio de la redistribuci¨®n de la riqueza, teniendo en cuenta la fragilidad de los sistemas naturales, la precariedad de los pa¨ªses m¨¢s d¨¦biles y las necesidades de las generaciones futuras. Una manera de entender el mundo que permita sumar la cooperaci¨®n y el desarrollo econ¨®mico, la solidaridad y el avance tecnol¨®gico.
Pero si en Espa?a existe esa posibilidad de s¨ªntesis, no es dificil constatar s¨ªntomas de una evoluci¨®n negativa. El pa¨ªs, y sobre todo sus gobernantes, parece satisfecho en su condici¨®n de nuevo rico. Su riqueza es efectivamente nueva y, aunque sea desigual y precaria, no deja de ser riqueza si se la compara con un mundo en el que miles de millones de personas no tienen acceso al agua potable, ni a una vivienda ni digna ni indigna, ni a la sanidad m¨¢s elemental. En sus rasgos de nuevo rico, el pa¨ªs tiene capas extensas de pobreza y una riqueza de hipotecados, pero con coche, segunda residencia, peque?os ahorros y viajes tur¨ªsticos a los ex¨®ticos pa¨ªses de los pobres.
Es cierto, por otra parte, que se dan aqu¨ª ¨ªndices elevados de compromiso de la juventud con organizaciones no gubernamentales, con la solidaridad y la cooperaci¨®n. En esa coincidencia de s¨ªntomas de signo contrario es donde aparecen dudas sobre el camino que se recorrer¨¢ en el futuro, y en ese terreno indeciso algunos temas resultan clave. El antimilitarismo es uno de ellos, pero parece ya una cuesti¨®n perdida. Un pa¨ªs puente entre tantas cosas ten¨ªa la gran oportunidad de desmilitarizarse, de convertirse en modelo alternativo, dedicando los inmensos recursos de lo militar a la justicia social interior y a la cooperaci¨®n internacional. En el futuro, otras dos cuestiones ser¨¢n decisivas: una tiene que ver con la pobreza de dentro y otra con la pobreza de fuera.
Por lo que hace a los pobres de dentro, que no son pocos, la asunci¨®n de un modelo distinto requiere la implantaci¨®n, cuanto antes mejor, de la renta b¨¢sica, ese derecho de ciudadan¨ªa que supone que cada miembro de la sociedad reciba una cantidad mensual por el mero hecho de formar parte de ella. Lo defiende sin cansancio Daniel Ravent¨®s, cabeza visible de la asociaci¨®n espa?ola Red Renta B¨¢sica, que sigue ideas nacidas en el siglo XVIII y reformuladas hace 20 a?os por el catedr¨¢tico de Lovaina Philippe van Parijs. Nada impide que se aplique en Espa?a esa renta para todos, que podr¨ªa alcanzar unos 330 euros al mes, y algunos se han empezado a dar cuenta de ello al ver que tambi¨¦n defend¨ªa la propuesta una entidad tan s¨®lida como la Fundaci¨®n Bofill.
La ¨²nica duda que surge respecto de la renta b¨¢sica es la sospecha de que quede reducida a satisfacer los niveles m¨ªnimos de subsistencia en los pa¨ªses ricos. ?Que ocurrir¨¢ con los pa¨ªses pobres? El promedio de renta de Marruecos, que con un PIB s¨®lo unas 12 veces menor que el espa?ol no es de los pa¨ªses m¨¢s desfavorecidos del planeta, es de unos 30 euros mensuales por persona. As¨ª que, para los marroqu¨ªes, la renta b¨¢sica que se podr¨ªa aplicar en Espa?a ser¨ªa 10 veces superior a su renta media real. En este contexto, adoptar una postura decidida respecto de los pobres de fuera debe ser la segunda prueba de futuro para el camino que tomar¨¢ nuestro pa¨ªs.
Hay una cuesti¨®n central: la postura ante la inmigraci¨®n. Espa?a era hasta hace bien poco un pa¨ªs de emigrantes y es ahora un destino de emigraci¨®n. ?Hacia d¨®nde evolucionar¨¢ la actitud de la poblaci¨®n espa?ola respecto de la inmigraci¨®n? Leemos que la preocupaci¨®n por este tema es la que ocupa el tercer lugar en las encuestas, tras el terrorismo y el desempleo. Pero no quita el sue?o la suerte de los emigrantes, que es lo m¨¢s digno de preocupaci¨®n. La inquietud de este pa¨ªs de nuevo ricos la origina, en cambio, la sutil variaci¨®n que pudiera producir la inmigraci¨®n en la calidad de vida de los receptores. Leemos tambi¨¦n que el rechazo institucional a las posturas m¨¢s xen¨®fobas y reaccionarias se basa en algunas cuestiones morales, pero sobre todo en el hecho pr¨¢ctico de que los inmigrantes son necesarios como mano de obra dispuesta a hacer el trabajo indeseado. Pero la realidad es m¨¢s dura que la defensa de la limpieza de nuestras manos, pues si vienen inmigrantes hasta aqu¨ª es porque en sus pa¨ªses la situaci¨®n es la que es, y nuestra obligaci¨®n, como uno de los pocos estados con capacidad para hacerlo, debe ser intentar por todos los medios posibles la reducci¨®n de los desequilibrios econ¨®micos. Y no para buscar contrapartidas en beneficio nuestro, sino porque todo indica que los que vienen y los que all¨ª se quedan son tambi¨¦n ciudadanos del mundo, que tienen igualmente derechos tan s¨®lo por el hecho de serlo, aunque vengan o deban quedarse del otro lado de una frontera.
Quiz¨¢ nos sorprender¨ªa conocer el n¨²mero de paisanos nuestros que est¨¢n por la labor real y efectiva de la solidaridad y de la cooperaci¨®n, que votar¨ªan un modelo alternativo que aprovechara nuestra capacidad econ¨®mica, tecnol¨®gica y cient¨ªfica suficiente, pero con la voluntad necesaria para eliminar la pobreza interior y disminuir las diferencias econ¨®micas entre pa¨ªses. Quiz¨¢ no sea imposible ser ricos pero honrados.
Albert Garc¨ªa Espuche es historiador
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