Sida amenazante
El sida sigue siendo una amenaza para el mundo, visible y creciente en los pa¨ªses subdesarrollados, principalmente en el ?frica subsahariana y sureste asi¨¢tico, y sinuosa y constante en los pa¨ªses ricos, incluida Espa?a.
Las cifras dan una idea de la gravedad de esa amenaza: 42 millones de adultos y ni?os est¨¢n actualmente infectados en el mundo. El informe anual conjunto de Naciones Unidas y la Organizaci¨®n Mundial de la Salud sobre la pandemia se?ala este a?o algunas novedades: por primera vez desde su aparici¨®n, en 1981, en la comunidad homosexual de San Francisco alcanza por igual a hombres y a mujeres, y se aprecian preocupantes s¨ªntomas de relajaci¨®n frente a su prevenci¨®n en el mundo desarrollado.
Pero donde s¨®lo se aprecian cambios a peor es en el ?frica subsahariana, cuya situaci¨®n es especialmente dram¨¢tica y casi irreversible. Los fondos de la ONU siguen siendo el ¨²nico recurso frente al avance del sida en esta zona del mundo. Desgraciadamente, son insuficientes para contenerlo. Al menos la mitad de sus 30 millones de afectados est¨¢n al borde de la inanici¨®n, a falta de los tratamientos m¨¢s elementales y por causa de una de las mayores hambrunas que padece en los ¨²ltimos a?os ese continente.
Las continuas llamadas de la ONU a los pa¨ªses ricos caen en saco roto o son mezquinamente atendidas. De los 10.000 millones de d¨®lares comprometidos en el Fondo Global de la ONU contra el sida para 2002, s¨®lo 3.000 han sido librados hasta la fecha. La falta de seriedad de algunos pa¨ªses, que incumplen o aplazan sus compromisos, contribuye a que las previsiones sobre el avance del sida en el mundo sean cada vez m¨¢s pavorosas.
En los pa¨ªses ricos la situaci¨®n de los afectados por el sida podr¨ªa considerarse m¨¢s aceptable en comparaci¨®n con el drama humano que representa en los pa¨ªses pobres: tienen acceso a tratamientos que han logrado contener la enfermedad, pero su exclusi¨®n laboral y su marginaci¨®n social les convierten en ciudadanos de segunda clase en cuanto al disfrute de derechos. Es el caso de Espa?a, donde los m¨¢s de 125.000 seropositivos siguen encontrando dificultades para su integraci¨®n laboral y social, a pesar de que el inicial recelo social frente al sida se ha ido diluyendo al cabo de los a?os y de que las instancias p¨²blicas se han esforzado por tratar la enfermedad como una m¨¢s, al margen de connotaciones morales o religiosas. Es patente el cambio de orientaci¨®n en la campa?a oficial de este a?o contra el sida, en la que se insiste directamente a los j¨®venes para que usen el preservativo. El Gobierno del PP, y en concreto la ministra de Sanidad, Ana Pastor, se han decidido a tratar la prevenci¨®n frente al sida como lo que es: un asunto de salud p¨²blica y no moral o ideol¨®gico. Aunque con evidente retraso, han dejado de lado los reparos ¨¦ticos y prejuicios religiosos que dieron al traste en 1990 con la campa?a P¨®ntelo, p¨®nselo, la primera promovida en Espa?a a favor del uso del preservativo entre los j¨®venes para prevenir el contagio.
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