Condecoraciones adri¨¢ticas
Como suele suceder todos los a?os por estas fechas, no s¨¦ si como anticipo de la popular pedrea de la tradicional loter¨ªa navide?a, la Generalitat ha dado a conocer la siempre muy larga lista de personas y entidades a quienes este a?o les ha sido concedida la Creu de Sant Jordi, la distinci¨®n auton¨®mica que ha sido otorgada de forma tan generosa como arbitraria desde hace ya algunos a?os y que garantiza, eso s¨ª, una esquela oficial a cargo de los Presupuestos de la Generalitat en caso de ¨®bito de la persona condecorada. Entre las muchas personas reconocidas este a?o figura Ferran Adri¨¤, a quien semanas antes el Gobierno central hab¨ªa reconocido asimismo con la medalla de oro al M¨¦rito Tur¨ªstico.
Flamante Creu de Sant Jordi, Ferran Adri¨¤ recibi¨® del Gobierno central la medalla de oro al M¨¦rito Tur¨ªstico
La coincidencia cronol¨®gica de ambas condecoraciones oficiales al genial cocinero de El Bulli no parece casual, y estoy seguro de que no va a hacer cambiar ni un ¨¢pice la forma de ser y de hacer de Adri¨¤, un tipo genial que a sus reci¨¦n cumplidos 40 a?os de edad ha visto colmadas con creces todas sus aspiraciones profesionales, pero sigue lleno de proyectos de futuro. No deja de ser sorprendente, sin embargo, que la Generalitat haya tardado tantos a?os en reconocer que en la figura de Adri¨¤ tiene Catalu?a ahora uno de sus m¨¢s s¨®lidos y prestigiosos valores internacionales, y que finalmente lo haya hecho casi a remolque de la iniciativa adoptada previamente en Madrid.
Una vez m¨¢s se demuestra que para nuestro Gobierno aut¨®nomo la cultura se reduce a un ¨¢mbito muy estricto, en el que al parecer cocina y gastronom¨ªa casi nunca tienen cabida, y que la pol¨ªtica tur¨ªstica de la Generalitat desconoce o menosprecia el reclamo que la gran cocina de vanguardia catalana, con El Bulli a la cabeza, representa para el conjunto del turismo de este pa¨ªs.
Fue en 1984 cuando, de la mano de Juli Soler -un personaje mucho menos conocido, sin duda, pero asimismo genial y decisivo en la peque?a historia de El Bulli-, Adri¨¤ se hizo cargo de la cocina del restaurante de la Cala Montjoi de Roses, entonces todav¨ªa propiedad de Marquetta y Hans Schilling. El perspicaz ojo cl¨ªnico de Soler hizo diana, aunque el historial profesional de Adri¨¤ no era entonces en modo alguno glamuroso: aprendiz de cocinero en el popular hotel Playafels de Castelldefels en 1980, trabaj¨® luego como cocinero en el ibicenco y tur¨ªstico club Cala Le?a, pas¨® unos meses en los fogones del barcelon¨¦s restaurante Finisterre y se pas¨® el servicio militar como cocinero particular del almirante Liberal Lucini, en Cartagena, junto a Ferm¨ª Puig, hoy otro gran cocinero que dirige el restaurante Drolma del hotel Majestic de Barcelona.
Poco o nada hac¨ªa sospechar entonces que Adri¨¤ llegar¨ªa a ser reconocido por muchos de los mejores gastr¨®nomos como "el mejor cocinero del mundo". No obstante, lo cierto es que ya en aquellos primeros tiempos de su estancia en El Bulli Adri¨¤ sorprend¨ªa con una cocina experimental y de vanguardia, de una modernidad extraordinaria y al mismo tiempo basada en un gran conocimiento de todas las t¨¦cnicas y de todo el gran recetario cl¨¢sico y tradicional. Su "cocina futurista, ins¨®lita, desconcertante, surrealista, digna del pa¨ªs de Mir¨®, Picasso y Dal¨ª", seg¨²n el semanario franc¨¦s Le Point, ha hecho que El Bulli no s¨®lo figure en todas las grandes gu¨ªas gastron¨®micas internacionales como uno de los mejores restaurantes de todo el mundo, sino que todo tipo de publicaciones le dediquen los m¨¢s encendidos elogios. En la revista estadounidense Newsweek se le ha definido como "el mejor cocinero del planeta" y "la estrella que m¨¢s brilla en el firmamento gastron¨®mico", mientras que la francesa L'Express habla de ¨¦l como "el alquimista de la cocina" y "el cocinero m¨¢s loco de Europa", y Le Nouvel Observateur le define como "un genio de la cocina". Es este un reconocimiento sorprendente en un pa¨ªs como Francia, tan chovinista, especialmente en materia culinaria, pero l¨®gico cuando se sabe lo que el gran cocinero Paul Bocusse ha dicho tambi¨¦n de Ferran Adri¨¤: "Est¨¢ haciendo las cosas m¨¢s apasionantes de nuestra profesi¨®n".
A pesar de los muchos a?os que llevo gozando anualmente de los placeres de la bulliciosa cocina adri¨¢tica, no es mi intenci¨®n ahora sumarme a este gran coro internacional de elogios. Se trata ahora de lamentar que en Catalu?a, y en concreto desde el Gobierno de la Generalitat, se haya tardado tanto tiempo en reconocer una trayectoria profesional de la talla y el prestigio de Ferran Adri¨¤, a quien s¨®lo recuerdo haber visto reconocido de forma oficial por el Ayuntamiento de L'Hospitalet de Llobregat, su ciudad natal.
Y este lamento, que adquiere mayor relevancia cuando uno repasa las largu¨ªsimas listas de personas y entidades hasta ahora condecoradas ya con la Creu de Sant Jordi, es una cr¨ªtica al menosprecio con que desde la Generalitat se ha tratado casi siempre a la cocina y la gastronom¨ªa, sin caer nunca en la cuenta de que si en un terreno Catalu?a est¨¢ desde hace a?os en la vanguardia mundial, es precisamente en ¨¦ste. Un terreno abonado en a?os m¨¢s dif¨ªciles por personajes inolvidables como los a?orados Josep Mercad¨¦, Ramon Cabau y N¨¦stor Luj¨¢n, y que una pl¨¦yade de excelentes cocineros encabezada por Ferran Adri¨¤ e integrada, entre otros, por Joan Roca, Carles Gaig, Josep Maria Boix, Carme Ruscalleda, Ferm¨ª Puig, Joan Piqu¨¦ o Jordi Parramon, ha sabido situar en primer¨ªsima l¨ªnea a nivel internacional, sin ning¨²n tipo de ayuda ni reconocimiento institucional.
Jordi Garc¨ªa-Soler es periodista.
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