Apuntalar Afganist¨¢n
Como otros escenarios conflictivos, Afganist¨¢n tambi¨¦n se resiente del implacable viraje de la atenci¨®n internacional hacia Irak. La intervenci¨®n armada estadounidense tras el 11-S libr¨® al pa¨ªs del dogal de los talibanes, pero en otros aspectos pocas cosas han cambiado en el pa¨ªs asi¨¢tico en el ¨²ltimo a?o. La seguridad, precaria, sigue confinada al escaparate de la capital y sus alrededores. Prosiguen los combates entre caudillos regionales remisos a aceptar la autoridad del Gobierno central. La condici¨®n de las mujeres afganas apenas ha cambiado desde el momento en que Occidente se conmovi¨® con las im¨¢genes de las burkas antes de que se instalase un Gobierno representativo.
El motivo central de este estado de cosas es que la autoridad de Kabul sobre el resto del pa¨ªs sigue siendo nominal. En los ¨²ltimos d¨ªas, los enfrentamientos en la regi¨®n occidental de Herat entre el caudillo local tayiko Ismail Khan y su oponente past¨²n Amanullah Khan no s¨®lo han dejado un reguero de muertos. El ataque a un destacamento estadounidense -EE UU mantiene en Afganist¨¢n siete u ocho mil soldados- motiv¨® por primera vez desde el verano la intervenci¨®n de los superbombaderos B-52. Las escaramuzas se repiten en el norte y en el suroeste.
En este contexto, el presidente Hamid Karzai ha aprovechado la reciente conferencia de donantes celebrada en Bonn para anunciar la formaci¨®n de un Ej¨¦rcito nacional en Afganist¨¢n de alrededor de 70.000 soldados, algo por lo que Washington presiona insistentemente. Esas fuerzas armadas, que necesitar¨¢n a?os para llegar a ser realidad, dependen b¨¢sicamente del dinero occidental, a un ritmo de unos 350 millones de euros anuales, seg¨²n las primeras estimaciones.
A tenor de los antecedentes, las perspectivas no son muy halag¨¹e?as. EE UU y sus aliados adquirieron hace un a?o un compromiso solemne con los afganos, pero las promesas de reconstrucci¨®n y ayuda al devastado pa¨ªs de Asia central se vienen cumpliendo con cuentagotas y gran retraso. Y en cambio, la estabilidad de Afganist¨¢n sigue siendo crucial para esta regi¨®n asi¨¢tica y para los planes estadounidenses de lucha global contra el terrorismo fundamentalista. Sin un apoyo decidido y prioritario, es dif¨ªcil aventurar c¨®mo Karzai y su fr¨¢gil Gobierno van a mantener la credibilidad de su pueblo y embridar las ambiciones de tantos y tan poderosos -hasta 30.000 hombres en armas- se?ores de la guerra.
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