La Intercontinental toma Barajas

Despu¨¦s de bailar la conga y autodenominarse el "Florenteam" en la fiesta del pasado martes, a¨²n en la noche japonesa, los jugadores del Madrid volvieron a meterse en el tunel del tiempo y el espacio para surgir 24 horas despu¨¦s en el aeropuerto madrile?o de Barajas, poco antes de las siete de la tarde de ayer. Con una copa en las manos, la Intercontinental, y las miradas vidriosas del sue?o acumulado tras la celebraci¨®n y las 14 horas de vuelo. Cerca de 600 aficionados esperaban sujetos por el cord¨®n policial en los pasillos del aeropuerto. Banderas, gorras, banderolas, camisetas y, sobre todo, un mont¨®n de j¨®venes gargantas incansables.

Fernando Hierro, el capit¨¢n, abri¨® la comitiva portando la Copa. El jugador, flanqueado por una legi¨®n de polic¨ªas nacionales, recorri¨® con el trofeo los 50 metros que separaban la puerta de salida de la escalerilla del autob¨²s. Hierro no dijo nada y apenas cambi¨® la expresi¨®n neutra de la cara. S¨®lo esboz¨® una peque?a sonrisa al ver a una ni?a de cuatro a?os agitando la mano. Tras el capit¨¢n, fueron saliendo el resto de componentes de la plantilla y el cuerpo t¨¦cnico. Todos con la misma mirada perdida, inexpresiva, excepto M¨ªchel Salgado, algo m¨¢s despierto, y el t¨¦cnico Vicente del Bosque, abiertamente satisfecho.

Los centenares de hinchas fueron cercando la puerta uno del aeropuerto desde las cinco de la tarde, casi dos horas antes del desembarco blanco. Una escuadrilla formada principalmente por menores de edad muy entusiastas, muchos de ellos chicas, y algunas madres acompa?ando a sus ni?os. Los gritos m¨¢s populares fueron alusiones contra Joan Gaspart, el presidente del Barcelona, y vivas al "mejor equipo del mundo".

Los aficionados jalearon a un viajero japon¨¦s que se cruz¨® en su camino, en recuerdo del lugar, Yokohama, donde se gan¨® la Copa, y corearon el nombre de los futbolistas blancos: "Con el uno...?Casillas!...". El momento c¨®mico lleg¨® al enunciar el dorsal n¨²mero seis, el de Helguera, que los seguidores tardaron un buen rato en recordar.

Seis furgones de la Polic¨ªa Nacional esperaban en la calle, junto a los dos autobuses del club y los dos modelos de Audi oscuros que iban a transportar a los directivos. Los taxistas contemplaban sorprendidos el despliegue policial y los extranjeros, despistados, preguntaban el por qu¨¦ de tanto alboroto.

Cuando los jugadores se montaron en el autob¨²s, la mayor¨ªa de ellos con la oreja pegada a un moderno modelo de tel¨¦fono m¨®vil, el gent¨ªo rode¨® el veh¨ªculo. Las chicas, mayoritariamente, gritaban con un cierto toque hist¨¦rico el nombre de Casillas. El guardameta, sentado junto al canterano Pav¨®n, movi¨® ligeramente la mano a trav¨¦s del cristal a modo de saludo. Mientras, Tote tocaba una bater¨ªa imaginaria y bromeaba con Flavio. Ronaldo se sent¨® en su asiento con cara de agotamiento y el abrigo puesto. Lo mismo hicieron Ra¨²l, Guti y Figo. Helguera le¨ªa un diario deportivo y la Copa, la gran protagonista, reposaba en la parte delantera del autob¨²s, junto al conductor y al capit¨¢n Fernando Hierro, que siempre se sienta en esa zona.

Las proyectadas visitas al Ayuntamiento y a la Comunidad de Madrid quedaron pospuestas por el cansancio de la plantilla. Los jugadores se desplazaron a la Ciudad Deportiva y, desde all¨ª, se montaron en sus coches para regresar, despu¨¦s de una semana, a casa.