La paradoja de la globalizaci¨®n
El mundo se ha convertido en un lugar peligrosamente desigual, tambi¨¦n para los ricos de las metr¨®polis occidentales. El ¨²ltimo informe del Banco Mundial sobre la situaci¨®n financiera de los pa¨ªses en desarrollo parece un manifiesto de protesta de la organizaci¨®n de ayuda a la infancia Terre des Hommes: la ca¨ªda de los precios en los mercados mundiales de materias primas, el proteccionismo comercial y el estancamiento coyuntural en los pa¨ªses industriales, pero, sobre todo, el descenso del turismo mundial tras el 11 de septiembre de 2001, han agudizado dram¨¢ticamente la miseria en las zonas pobres del mundo. S¨®lo para pagar los intereses de la deuda, el Sur transfiere al Norte 200.000 millones de d¨®lares anuales. Las desigualdades globales aumentan: entre 1960 y 2000, el 20 por ciento m¨¢s rico de la poblaci¨®n mundial pas¨® de disponer del 70 por ciento de la renta global a disfrutar del 90 por ciento, mientras que la cuota del 20 por ciento m¨¢s pobre cay¨® del 2,3 al 1 por ciento. En tanto que 1.200 millones de personas tienen que sobrevivir con menos de un d¨®lar diario, la ayuda al desarrollo descendi¨® otro 20 por ciento desde 1990.
La globalizaci¨®n, se afirma en un manifiesto del movimiento antiglobalizaci¨®n, "es el ¨²ltimo nombre en la historia del crimen para referirse a la acumulaci¨®n de privilegios y riquezas y la democratizaci¨®n de la miseria y la desesperanza". En contra de esto debemos movilizar la "internacional de la esperanza". En este sentido, la propia globalizaci¨®n engendra, ciertamente, su propia oposici¨®n, variopinta e incre¨ªblemente contradictoria: anarquistas, sindicalistas, neonacionalistas, ecologistas, parados, incendiarios de centros de refugiados, peque?os empresarios, profesores, sacerdotes, obispos cat¨®licos, el Papa, comunistas, fascistas, feministas, ultraortodoxos y fundamentalistas isl¨¢micos. En cualquier caso, todos ellos act¨²an seg¨²n este lema: a la globalizaci¨®n hay que combatirla con... ?globalizaci¨®n! O, en palabras de Richard Falk: resistencia contra la globalizaci¨®n desde arriba a trav¨¦s de la globalizaci¨®n desde abajo.
Esta paradoja de la antiglobalizaci¨®n -el hecho de que s¨®lo se pueda practicar y justificar la resistencia contra la globalizaci¨®n estableciendo como objetivo otra globalizaci¨®n, una globalizaci¨®n buena y genuina- se manifiesta de muchas maneras. Quienes se manifiestan en la calle contra la globalizaci¨®n no son "enemigos de la globalizaci¨®n": ?qu¨¦ mareo de palabras! Son adversarios de los defensores de la globalizaci¨®n que pretenden imponer otras normas globales en el espacio de poder global, frente a otros adversarios de los defensores de la globalizaci¨®n. De este modo, ambos grupos de adversarios se superan rec¨ªprocamente con sus objetivos globales y, con la fusta de la resistencia, jalean incesantemente el avance del proceso de globalizaci¨®n. Todos los "adversarios de la globalizaci¨®n" no s¨®lo comparten con sus "adversarios" los medios globales de comunicaci¨®n, ampliando de ese modo las posibilidades de aplicar esos medios a los fines de los movimientos transnacionales de protesta y las posibilidades organizativas de tales movimientos. Tambi¨¦n operan sobre la base de los mercados globales, la divisi¨®n global del trabajo y los derechos globales. S¨®lo esto hace factible su omnipresencia actual y potencial, que trasciende cualquier frontera. Tambi¨¦n piensan y act¨²an con arreglo a categor¨ªas globales, sobre las que, gracias a sus acciones, llaman la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica global. Su lucha tiene como finalidad la domesticaci¨®n de los mercados financieros. Tambi¨¦n defienden tratados y organizaciones de alcance mundial que vigilen a estos mercados. Las corrientes migratorias no se pueden ni entender ni regular nacionalmente. Ambas cosas presuponen una visi¨®n cosmopolita. Y, por ¨²ltimo, la pobreza globalizada s¨®lo puede combatirse globalmente.
Consideremos el caso de los derechos sindicales: el derecho de organizar sindicalmente los derechos laborales, que muchas veces no es m¨¢s que papel mojado, no est¨¢ todav¨ªa globalizado, ni mucho menos. A diferencia de lo que ocurre con las normas de comercio de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC), no se sancionan las violaciones de las convenciones en vigor sobre derechos sindicales de la ONU, ni las de la prohibici¨®n del trabajo infantil. Por eso, en EE UU muchos activistas participan en campa?as contra la explotaci¨®n desmedida de las f¨¢bricas textiles de M¨¦xico, Nicaragua e Indonesia, donde las costureras producen vaqueros de marcas caras por un par de c¨¦ntimos a la hora, si bien cualquier intento de autoorganizaci¨®n es reprimido mediante la violencia policial. Esta relaci¨®n directa de la cultura de protesta de las metr¨®polis con los sindicatos de los pa¨ªses en desarrollo da su pujanza global al movimiento de quienes se oponen a los defensores de la globalizaci¨®n. Habr¨ªa que hacer lo posible por entender esta extra?a ley: la resistencia a la aceleraci¨®n de la globalizaci¨®n acelera m¨¢s esa globalizaci¨®n.
Si bien es cierto que la globalizaci¨®n se acaba imponiendo con el poder de sus enemigos, eso no quiere decir que todo d¨¦ lo mismo. Lo que impulsa la globalizaci¨®n no es la libertad global del capital, sino la falta de libertad global de las v¨ªctimas de la globalizaci¨®n. La resistencia frente a la agenda neoliberal de la globalizaci¨®n impone una agenda cosmopolita de globalizaci¨®n. Todas las crisis, los conflictos, los descalabros de la globalizaci¨®n tienen uno y el mismo efecto: refuerzan la apelaci¨®n a un r¨¦gimen cosmopolita, abren (pretendi¨¦ndolo o no) el espacio a una ordenaci¨®n del poder y del derecho.
Este c¨ªrculo, en el que los conflictos y crisis de la globalizaci¨®n globalicen a ¨¦sta, puede documentarse de m¨²ltiples formas. Como los adversarios de los defensores de la globalizaci¨®n organizan sus cumbres transnacionalmente, las contramedidas policiales tienen que transnacionalizarse a su vez. Las polic¨ªas nacionales tienen que saltar sobre su sombra nacional y desnacionalizarse, transnacionalizarse ellas mismas. Es decir, la protesta supranacional exige una polic¨ªa supranacional, un sistema acorde de informaci¨®n supranacional, regulaciones jur¨ªdicas supranacionales, etc¨¦tera.
Este hermanamiento parad¨®jico de contrarios es lo que hace avanzar el r¨¦gimen cosmopolita. Los grupos de protesta ecologistas Urgewald y Greenpeace, as¨ª como ATTAC y las ONG que combaten el hambre en el mundo, exigen la condonaci¨®n de la deuda de las naciones m¨¢s pobres y un cambio de rumbo dr¨¢stico en la pol¨ªtica sobre el clima. Pero eso mismo es lo que demanda, por ejemplo, el canciller federal alem¨¢n, en coincidencia con otros jefes de Gobierno. La brecha entre la pol¨ªtica verbal y la pol¨ªtica real es extrema. Se lleva a efecto
poco o nada en absoluto de lo que se promete y publica a bombo y platillo en los comunicados de las cumbres. Pero lo ¨²nico que quiere decir eso es que las organizaciones no gubernamentales son la mejor conciencia del Gobierno... quiz¨¢ incluso fueran el mejor Gobierno.
O pensemos en la evasi¨®n fiscal: para¨ªsos fiscales como las Islas Caim¨¢n brit¨¢nicas, las Antillas Holandesas o Liechtenstein se convierten a ojos vista en un agujero negro de la econom¨ªa mundial en el que, seg¨²n c¨¢lculos del Fondo Monetario Internacional, fortunas privadas acumulan dep¨®sitos por valor de m¨¢s de cinco billones de d¨®lares fiscalmente opacos. S¨®lo la Hacienda alemana pierde de ese modo un m¨ªnimo de 10.000 millones de euros anuales. Sin embargo, todas las iniciativas para acabar con estos para¨ªsos fiscales han fracasado porque los Gobiernos no re¨²nen las fuerzas para tocar este privilegio de los ricos. Los antiglobalizaci¨®n aguijonean en la calle a los Gobiernos para que se liberen del sue?o que les autoconfina al ¨¢mbito nacional y neoliberal y, hombro con hombro con las organizaciones no gubernamentales, realicen los intereses que les son m¨¢s propios.
Sin duda, hay y seguir¨¢ habiendo contramovimientos reaccionarios reforzados y poderosos que traten de llevar a su molino el agua de las protestas contra la globalizaci¨®n, con el fin de alcanzar as¨ª influencia en los ¨¢mbitos pol¨ªticos. De hecho, ya hoy se perfilan combinaciones perversas de una pol¨ªtica de mercados mundiales abiertos y de xenofobia propagada por los Estados. Hacia fuera, hacia los mercados mundiales, el comportamiento es adaptativo; hacia dentro, autoritario. Para los que ganan con la globalizaci¨®n lo que procede es el neoliberalismo; para los que pierden con ella, se atiza el miedo al extranjero y se dispensa, dosificado, el veneno de la reetnificaci¨®n. Pero incluso en esto se evidencia que un fascismo modernizado, en caso de que fuera posible, tampoco podr¨ªa sustraerse al imperativo de la inmanencia oposicional.
Este "tanto lo uno como lo otro" se personifica en la figura del especulador profesional George Soros, que encarna en una misma persona tanto el capital asilvestrado como el movimiento radical de oposici¨®n. Es a la vez especulador de primera fila y su cr¨ªtico m¨¢s radical. Por un lado, con sus apuestas especulativas pone a pa¨ªses enteros a la defensiva; por otro, proclama alto y claro que los mercados financieros albergan el peligro de un desarrollo autodestructivo. Como principio dominante, este "tanto lo uno como lo otro" tiene algo de totalitario: sustrae el suelo al "anti" del movimiento antiglobalizaci¨®n en la medida en que supera y anula el principio de oposici¨®n.
?Quiere esto decir que queda excluida una red europea de movimientos de antiglobalizaci¨®n, quiz¨¢ incluso un partido europeo antiglobalizaci¨®n? No, pero ¨¦stos tendr¨ªan que aportar el valor y la energ¨ªa para romper la ilusi¨®n del falso "anti" proteccionista del movimiento antiglobalizaci¨®n y luchar por una Europa cosmopolita abierta al mundo, que afirme la alteridad de los otros.
Ulrich Beck es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad de M¨²nich. Autor, entre otros libros, de La sociedad del riesgo global (Siglo XXI).
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