Di¨¢logo de una mujer consigo misma
El ¨ªndice de los libros publicados en Espa?a registraba una sola entrada bajo el nombre de Margo Glantz (M¨¦xico DF, 1930): como traductora del dramaturgo polaco Jerzy Grotowsky. En M¨¦xico, sin embargo, es muy conocida su obra de ensayo y ficci¨®n, una compleja indagaci¨®n de la identidad individual en la confluencia de tres ejes: el origen jud¨ªo, la esencia mexicana y la condici¨®n femenina. En el encuentro de estos dos ¨²ltimos haces, Glantz ha dedicado varios libros a sor Juana In¨¦s de la Cruz y la Malinche. En cuanto al primer aspecto, en 1982 public¨® Las genealog¨ªas, en el que reconstruye el itinerario de su familia, jud¨ªos inmigrantes de Ucrania.
Lo femenino es la materia central de las ficciones de Glantz, donde aparece siempre en primer plano la contundencia material del mundo, incluido el propio cuerpo y las palabras que quieren expresarlo. En el primer cuento de Zona de derrumbe (Beatriz Viterbo, Rosario, Argentina, 2001) la protagonista intenta, en una sala de espera, terminar de leer una novela acerca de "relaciones familiares complicadas" (escrita por una mujer) antes de que llegue su turno para una mamograf¨ªa, que develar¨¢ la muy probable existencia de un tumor. Ese personaje se llama Nora Garc¨ªa, nombre recurrente en Glantz: reaparece en El rastro como una chelista que vuelve a su casa para asistir al velatorio de su primer marido, un famoso compositor y director de orquesta.
EL RASTRO
Margo Glantz Anagrama. Barcelona, 2002 172 p¨¢ginas. 12 euros
La novela es el largo di¨¢logo que Nora sostiene consigo misma a trav¨¦s de los recuerdos que despiertan en ella los rostros de los dolientes, los muchos tr¨¢nsitos del patio al jard¨ªn y al sal¨®n, la colecci¨®n de discos que fue suya, la representaci¨®n mental del coraz¨®n de Juan agot¨¢ndose hasta romperse. Y, tambi¨¦n, la forma en que escucha e intenta defenderse (sin pronunciar palabra) de las inoportunas confesiones de Mar¨ªa, la compa?era de Juan hasta el momento de su muerte. Di¨¢logo consigo misma antes que mon¨®logo, puesto que la conciencia de Nora discurre y se contesta, en un contrapunto dado por una segunda voz que habla entre par¨¦ntesis. Si esta r¨¦plica que escande la frase viene de la prosa de William Faulkner, el discurso que se establece en el l¨ªmite entre la interioridad ps¨ªquica y la exterioridad f¨ªsica es una de las lecciones fuertes de Virginia Woolf en Al faro y Las olas. En Glantz, adem¨¢s, la materialidad de la palabra forma una espiral que se acelera en torno a un centro vac¨ªo. Por eso El rastro puede leerse tambi¨¦n como una versi¨®n narrativa y femenina del poema de Jos¨¦ Gorostiza Muerte sin fin: como un nuevo responso, m¨¢s festivo que pla?idero, en torno a la alta tradici¨®n necr¨®fila de la literatura mexicana.
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