El holocausto como motor de una nueva historia
Imre Kert¨¦sz dedica el Nobel a las v¨ªctimas de los nazis y anima a reinventar el futuro de Europa
Kert¨¦sz entr¨® sonriente en el sal¨®n rectangular de la Academia Sueca. Camin¨® entre el silencio respetuoso de los 200 asistentes al discurso, bajo ara?as brillantes y estucos dorados, y escuch¨® sonriente la presentaci¨®n en sueco, tan humor¨ªstica al parecer como corresponde con el talante del escritor. Enseguida el autor de Sin destino subi¨® al estrado y, entonces s¨ª, recibi¨® una ovaci¨®n c¨¢lida y emocionante. Kert¨¦sz habl¨® en h¨²ngaro, su lengua materna, la lengua de un pa¨ªs que considera "loco", pero que no abandona, aunque primero le vendi¨® por ser jud¨ªo y luego lo margin¨® por mantenerse libre bajo el yugo del kadarismo durante 40 a?os.
Lo primero que hizo fue confesar su perplejidad por estar all¨ª. "Estoy partido en dos. Y me siento m¨¢s cerca del observador fr¨ªo y minucioso que me mira que del escritor cuyo trabajo, de repente, se lee en todo el mundo". Kert¨¦sz achac¨® esa sensaci¨®n a que ha vivido demasiado tiempo bajo dictaduras, "en un ambiente intelectual hostil y desesperadamente extra?o como para poder tomar conciencia de mi valor literario". Un mundo que, adem¨¢s, no paraba de decirle que el tema que le preocup¨® siempre no era "ni actual ni atractivo". Por eso, continu¨®, "siempre he considerado la escritura un asunto estrictamente personal y privado".
"Ahora estamos m¨¢s solos, sin duda. Por eso debemos crear solos nuevos valores d¨ªa a d¨ªa"
"?Para qui¨¦n escribe el escritor? Para uno mismo. En mi caso, para estar fuera de la masa envilecida, de la Historia que nos deja sin destino y sin rostro. Para sobrevivir, para tomar conciencia existencial. Y porque 10 a?os despu¨¦s de volver de los campos de concentraci¨®n nazis descubr¨ª con horror que todo lo que quedaba de esa experiencia era una vaga impresi¨®n y alguna an¨¦cdota. Como si todo le hubiera pasado a otro".
Kert¨¦sz no tard¨® en llegar al fondo del asunto. ?Pero qu¨¦ ten¨ªa yo que ver con la literatura?, se pregunt¨®. "Una l¨ªnea inquebrantable me separaba de la literatura y de los ideales, del esp¨ªritu asociado al concepto de literatura. Y el nombre de esa l¨ªnea es Auschwitz. Debemos saber que Auschwitz, en cierto modo, dej¨® en suspenso la literatura. Que todo lo que se puede escribir sobre Auschwitz es una novela negra o -perdonen la expresi¨®n- un follet¨ªn barato que empieza en Auschwitz y todav¨ªa no ha acabado".
"Dicen que soy un escritor de un ¨²nico tema: el holocausto", a?adi¨® Kert¨¦sz. "?Pero qu¨¦ escritor de hoy no es un escritor del holocausto? Ninguna obra de arte genuina deja de reflejar la voz rota que ha dominado a la cultura europea durante d¨¦cadas. Dir¨¦ m¨¢s: no conozco ninguna obra de arte verdadera que no refleje esa ruptura. Pero el holocausto no es s¨®lo el insalvable conflicto entre alemanes y jud¨ªos, ni el ¨²ltimo episodio de la historia del sufrimiento jud¨ªo, ni una aberraci¨®n puntual, ni un pogromo a gran escala. Lo que descubr¨ª en Auschwitz es la condici¨®n humana, el punto final de una gran aventura, a la que el viajero europeo lleg¨® despu¨¦s de 2.000 a?os de historia cultural y moral".
As¨ª que, concluy¨® Kert¨¦sz, lo ¨²nico que nos queda por hacer es pensar a d¨®nde vamos ahora. "El problema no es erigir monumentos, preservar la memoria del horror o meterlo en el agujero adecuado de la historia. El problema real es que pas¨®, y eso no se puede cambiar. Ahora estamos m¨¢s solos, sin duda. Y por eso debemos crear solos nuevos valores, d¨ªa a d¨ªa. Con ese ejercicio ¨¦tico persistente, pero invisible, que quiz¨¢ acabe dando vida a esos valores, y quiz¨¢ los convierta en la fundaci¨®n de una nueva cultura europea. La soluci¨®n final no puede ser incomprendida. Y la ¨²nica forma de sobrevivir a ella y de preservar nuestro poder creativo, es reconocer que Auschwitz fue un punto cero. Pero en la base de todas las grandes civilizaciones, incluso si nacieron de terribles tragedias, est¨¢ el m¨¢s grande valor europeo, el anhelo de libertad que llena nuestras vidas con algo m¨¢s, una riqueza que nos hace conscientes del hecho positivo de nuestra existencia y de la responsabilidad que todos compartimos por ella".
Kert¨¦sz acab¨® haciendo referencia a su condici¨®n de h¨²ngaro y de jud¨ªo. "Ser jud¨ªo es para m¨ª otra vez, sobre todo, un reto moral. Si el holocausto ha creado una cultura, e indudablemente lo ha hecho, su objetivo debe ser levantar una realidad irredenta guiada por el esp¨ªritu de reforma: una catarsis".
El final del discurso fue impresionante. Kert¨¦sz cont¨® que mientras lo escrib¨ªa recibi¨® una carta del director del Buchenwald Memorial Center que inclu¨ªa una copia del informe de prisioneros del 18 de febrero de 1945. En ella se le¨ªa que Imre Kert¨¦sz hab¨ªa muerto ese d¨ªa. "Mor¨ª una vez, as¨ª que puedo vivir. Quiz¨¢ ¨¦sa es mi historia verdadera. Si es as¨ª, dedico este trabajo a los millones que murieron y a aquellos que todav¨ªa lo recuerdan".
?Jud¨ªo, h¨²ngaro, ap¨¢trida, escritor?
Con Estocolmo a cero grados y los lugare?os entregados a las compras navide?as y la ingesta masiva del filete de reno, delicioso por cierto, ya est¨¢n aqu¨ª los premiados en los 102 Nobel de la historia. El primero en llegar, Imre Kert¨¦sz, ha venido con su mujer, Magda; amigos y sus editores de nueve pa¨ªses. Entre ellos, Jaume Vallcorba, que ha acercado a Kert¨¦sz a Espa?a con tres libros (Sin destino, Yo, otro y Kaddish por el hijo no nacido), publicados ya por El Acantilado. A ellos se sumar¨¢n pronto cuatro m¨¢s: El fracaso, Paso a paso, La bandera inglesa y Diario de galeras, con lo cual estar¨¢ en espa?ol casi toda la obra del autor jud¨ªo. A falta de que Kert¨¦sz termine su nueva novela, La liquidaci¨®n, que editar¨¢ Alfaguara, son apenas una decena de libros en los 27 a?os pasados desde que public¨® Sin destino en 1975. Un dato que habla del rigor de Kert¨¦sz, pero tambi¨¦n de sus dudas y de su fe en la inspiraci¨®n como motor principal de su escritura. Quiz¨¢ es en Yo, otro, cr¨®nica del cambio donde se entiende mejor toda su complejidad. En ese libro maravilloso y peque?o -apenas 150 p¨¢ginas de notas, viajes y reflexiones- Kert¨¦sz mezcla profundidad, humor, sinceridad, esperanza, psicoan¨¢lisis, amor y sentido cr¨ªtico para mostrar sus gustos art¨ªsticos y filos¨®ficos, sus dudas acerca del valor de su propia obra, sus sue?os, sus paranoias y miedos y, en fin, su alegr¨ªa por haber sobrevivido a "seis d¨¦cadas de encierro". En Auschwitz y Buchenwald, primero; en Hungr¨ªa, despu¨¦s.El cambio al que se refiere el t¨ªtulo es b¨¢sicamente ¨¦se: cae el muro de Berl¨ªn y Kert¨¦sz debe aprender, ya sesent¨®n, a vivir la libertad. Viaja con Magda por Europa, da conferencias, sale de Hungr¨ªa cuando quiere, va a Israel, se divierte, sus libros se empiezan a leer... Y sus amigos le acusan de frivolidad. "Est¨¢s perdiendo la profundidad", le dicen. Y ¨¦l se agobia, acosado por "el abismo que separa el talento de la genialidad", pero finalmente reclama su derecho a escribir, y a gozar un tiempo de la vida que le robaron por su doble ("y contradictoria") condici¨®n: jud¨ªo y h¨²ngaro. Entre esas dos identidades, Kert¨¦sz elige una, la de jud¨ªo, y rechaza la otra. Pero no absolutamente. Siempre l¨²cido, se declara "ap¨¢trida, exiliado", ya que "no se puede vivir la libertad all¨ª donde hemos vivido nuestra esclavitud". Pero enseguida a?ade: "Habr¨ªa que marcharse a alg¨²n sitio, muy lejos de aqu¨ª. No lo har¨¦". ?Jud¨ªo, entonces? S¨ª, "porque ning¨²n jud¨ªo puede eludir el hecho de ser jud¨ªo", y tambi¨¦n por un rasgo de "estilo" frente al antisemitismo. Pero sobre todo, y antes que nada, Kert¨¦sz se siente un hombre que escribe. Ni siquiera un escritor: "?No esper¨¢is de m¨ª que formule mi pertenencia nacional, religiosa y racial? ?No esper¨¢is de m¨ª que tenga una... identidad? Os lo revelar¨¦: s¨®lo poseo una identidad, la identidad del escribir. ?Qu¨¦ m¨¢s soy? ?Qui¨¦n puede saberlo?".
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