Elegancia
S¨®lo m¨²sicos tan exquisitos como Ravel pueden transcribir para orquesta una partitura radicalmente pian¨ªstica como el Pr¨¦lude de Le Tombeau de Couperin, y dejarla hecha todo un primor tambi¨¦n en la nueva variante. En la versi¨®n orquestada, dicho Tombeau (se utiliza el t¨¦rmino, desde el Renacimiento, para designar composiciones realizadas en memoria de un colega ilustre) casi se convierte en una obra concertante. Pero se convierte bien, y esto equivale a decir que apenas se echa de menos el instrumento para el que fue originalmente escrita.
La refinada interpretaci¨®n tambi¨¦n contribuy¨® a ello. Tanto en el Preludio como en el resto de la Suite, Temirkanov dibuj¨® las sonoridades de forma que el importante papel de las maderas no estuviera subrayado a base de volumen, sino de enfoque. Los ritmos bien perfilados de la Forlane se hicieron con elegancia y contenci¨®n, d¨¢ndose, en definitiva, un Ravel delicado (premisa sin la cual no puede escucharse a ¨¦ste ni a casi ning¨²n franc¨¦s). Aunque tambi¨¦n es cierto que le falt¨® un punto de "gancho", y que en ese sentido se roz¨® -aunque no se traspasara- la frontera donde la contenci¨®n puede convertirse en inexpresividad.
Royal Philharmonic Orchestra
Yuri Temirkanov, director. Victor Tretjakov, viol¨ªn. Obras de Ravel, Bruch y Elgar. Palau de la M¨²sica. Valencia, 10 de diciembre de 2002
Vino luego el Concierto para viol¨ªn de Bruch, cuya atm¨®sfera poco tiene que ver con el homenaje a Couperin. El director continu¨® exhibiendo la ¨®ptica de moderaci¨®n y buen gusto que hab¨ªa mostrado con Ravel, abundando en ello el trabajo del solista -Viktor Tretjakov-, cuyo sonido, no demasiado potente, cumpl¨ªa los requisitos de afinaci¨®n y calidad t¨ªmbrica. Resultaron muy bonitos los t¨ºte ¨¤ t¨ºte con las trompas, as¨ª como los pasajes virtuos¨ªsticos, que el violinista siberiano resolvi¨® con seguridad y sin alardes. Temirkanov gradu¨® bien el latido -casi de coraz¨®n- que subyace en una obra, por lo dem¨¢s, bastante intrascendente. De nuevo, lo ¨²nico que podr¨ªa reproch¨¢rsele a la batuta es cierta falta de tensi¨®n.
Tras el descanso, Elgar y sus Variaciones Enigma. Quiz¨¢s porque la Royal Philharmonic se muestre m¨¢s sensible, l¨®gicamente, ante un autor idolatrado en Inglaterra, o bien porque la obra estaba m¨¢s trabajada, la segunda parte convenci¨® en mayor medida. Hab¨ªa algo m¨¢s de vuelo en la orquesta, y el director -dentro de la ¨®ptica contenida que presidi¨® toda su actuaci¨®n- parec¨ªa dibujar el andamio expresivo con mimbres m¨¢s consistentes. La madera, que tuvo -de nuevo aqu¨ª- un papel relevante, se vio reforzada por unos metales bien seguros. La cuerda grave, por su parte, contribuy¨® tambi¨¦n, sobre todo en las variaciones V, VI y XII, al encanto del conjunto. Temirkanov se mostr¨® atento y eficaz en el control de la din¨¢mica, y, a pesar del fuego que hubo en las variaciones VII y XIV, delicadeza, eficacia y refinamiento presidieron toda su actuaci¨®n. Cosa distinta es, naturalmente, que se tratara de versiones de las que quedan para el recuerdo.
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